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Capitulo 1 Episodio 3 El Mensaje

Natasha se mueve rápidamente por la casa, prestando atención al agitado tono de la niña al otro lado del teléfono. —¡Mi niña! piensa. Cuando se den cuenta de que no estás donde te dejaron, ¡cuidado! Te comenzarán a buscar, Dios mío. De repente, la niña se asusta y comienza a llorar, deteniéndose para recuperar el aliento, ya que perdió mucho aire en su angustia.

—¡No, no! No puede ser, ¡Dios mío! Ellos me encontrarán y me harán daño. No, ¡por Dios! Escúchame, esta gente es terrible. Me matarán. —Sus ojos, temblorosos y asustados, reflejan su pánico.

—Por lo tanto, Michell, es fundamental que aproveches al máximo el tiempo y corras con todas tus fuerzas. Mantén la calma; recuerda que ellos no lograrán alcanzarte y yo estoy aquí para orientarte. No llores ni te desesperes; simplemente continúa. Michell, sigue las indicaciones y corre, pero el dolor, la sangre y el sudor que recorren su cuerpo la llevan a detenerse. Se siente agitada y con dificultades para respirar mientras observa a su alrededor. Sintiéndose agitada y faltándole el oxígeno mientras mira a su alrededor.

Después, hace una pausa y toma un respiro, tocándose suavemente la herida en el abdomen. Eleva la mirada, observando la oscuridad que lo rodea en una fría noche; solo se escucha su respiración.

Sus ojos reflejan miedo mientras levanta la mano manchada de sangre, a la que mira entre lágrimas. No obstante, continúa avanzando; aunque no logra ver con claridad el camino, se tropieza con una roca y cae al suelo. Al soltar su celular, ella logra localizarlo después de unos segundos. Se coloca de rodillas y, con gran esfuerzo, se levanta para continuar su camino, sintiendo un dolor creciente al correr. El malestar en su tobillo es tan intenso que se ve obligada a reducir la velocidad. Más adelante, el agente Saimo se encontraba angustiado, pero sentado, observando su equipo. Con un leve movimiento de los dedos, susurra:

—¡Vamos! ¡Enciéndete de una vez, Huss! Son las 11:20 PM.

Se pasó la mano por la nuca, contactando de inmediato a la línea local y comunicándose con el centro de operaciones de Fuerzas Especiales. Hablando con el agente Tulio Miranda, quien en ese momento se encontraba descendiendo en un ascensor, vestido con un elegante traje gris y con la intención de asistir a una reunión de amigos. De repente, comenzó a aplaudir y a bailar, girando en el interior del elevador mientras cantaba una canción vinculada al género musical de salsa: Salsa con coco.

—Tú lo que quieres es que te pongan salsa para bailar, bailar, que te pongan salsa. Aplaudes al llegar a la planta del estacionamiento y, al acercarte a su automóvil, suena tu celular. Introduces la mano en el bolsillo de tu saco, lo sacas y respondes de inmediato. —¿Hola? Dime, jefe. Al salir del vehículo y cerrar la puerta, las llaves suenan mientras echas un vistazo rápido a tu alrededor y el lugar está completamente solo. —"Tulio, necesito que me des acceso inmediato al sistema, por favor, pero ya, es urgente." El comando regional ha autorizado el acceso.

Inmediatamente, él reacciona corriendo y guardando su teléfono móvil en su saco, y al ver salir del ascensor, algo distraída, a Nancy Petit, su compañera y especialista en asistencia y rastreo. Ella camina hacia el estacionamiento, mientras saca las llaves de su automóvil. Al levantar la vista, observa a su compañero y lo saluda.

—Hola, Tulio. Ya te imaginaba lejos. ¿Qué te ocurrió? ¿Por qué tienes esa expresión de susto? ¿Ha pasado algo grave? —preguntó, sorprendida al ver su expresión de preocupación. Se ríe un poco. —¿Quién se murió? —vuelve a reír, alzando una ceja.

—Compañera, regresa inmediatamente; debemos reiniciar el sistema de inmediato.

Ella se queda atónita, sorprendida, mientras se da la vuelta. —Vamos, no hay tiempo que perder. Oye, eso es una alerta roja —le advirtió a su compañero, dando un salto y corriendo hacia el ascensor, tocan el botón rojo con rapidez.

Mientras Saimo responde al teléfono volviendo a llamar a Natasha, coloca el dispositivo en su oído, sujetándolo con su hombro izquierdo, mientras con ambas manos ingresa al programa. En un tono tranquilo, le dice: —"¡Listo! Estoy rastreando el número que me proporcionaste, pero tomará algunas horas en rastrear. Debes tener mucha paciencia. Estoy haciendo todo lo posible, y te noto tensa; respira profundo."

—Entiendo, Saimo. Estoy saliendo en este momento. Por favor, llama a Alex y pídele que prepare el helicóptero de inmediato. Indícale que estoy en camino y que esté alerta ante cualquier eventualidad. Y como pinta todo esto, entramos en acción —manifestó, apurando sus pasos.

—Por cierto, una pregunta: ¿Estás llevando tu arma reglamentaria? Si es así, te recuerdo la importancia de no perderla bajo ninguna circunstancia, por favor, y de seguir el protocolo establecido. Mosca, mujer, no la pierdas.

Ella se detiene, recordando algo, y luego regresa a su despacho, pero en busca de su arma también varios cartuchos. En ese momento, su esposo, Osmar Oviedo, aparece repentinamente, cruzando los brazos mientras la observa organizar su bolso. Natasha levanta la vista y él, al soltar sus brazos, pasa su mano por la frente y luego la introduce en los bolsillos de su pantalón.

—¿Qué sucedió? ¿A dónde vas a esta hora? ¿Qué está ocurriendo? Mirándola mientras ella guardaba su arma en la pechera y los cartuchos en el bolso, él la observaba y ella respondió: Te lo explicaré más tarde. Amor, debo salir con urgencia y te pido que cuides de los niños. Te llamaré tan pronto como me sea posible. Te amo —dijo sin dudarlo, mientras se dirigía a la salida del despacho, le dio un beso en los labios y acarició su rostro con ternura. Luego, lo miró a los ojos fijamente y él le susurró, con una lentitud deliberada.

—Te deseo todo lo mejor, mi vida. Por favor, llámame cuando puedas —dice con una respiración entrecortada. Él la mira fijamente y sus miradas se cruzan antes de que ella se aleje sin mirar atrás. Sorprendido, él toma su mano y la atrae hacia él...

sellando el momento con un beso que duró solo unos segundos. Al separarse, ella abandona el despacho con lágrimas en los ojos y el corazón herido, sintiéndose angustiada por dejarlo allí, preocupado. A medida que avanza por la sala, levanta la mirada lentamente, observando las habitaciones de los niños. Se dirige rápidamente hacia la puerta de entrada y sale corriendo. En un abrir y cerrar de ojos, se encuentra caminando por el estacionamiento del edificio hacia su camioneta. Al llegar, se recoge el cabello y, sacando las llaves de su bolsillo, las utiliza para encender el vehículo. Inmediatamente, toma su celular y realiza una llamada, colocándolo en modo altavoz sobre el asiento y cerrando la puerta con fuerza.

—¡Hola, Saimo! ¿Cómo avanza el tema del rastreo?

—¿Has logrado sincronizarte con el satélite? Te informo que estoy en camino hacia la ubicación del helicóptero; Alex me proporcionó las coordenadas.

—Supongo que me estás llamando desde tu teléfono asignado, ¿verdad?

La respuesta fue afirmativa. En ese instante, mientras sale del edificio, acelera y escucha el chirrido de los neumáticos de la camioneta, acompañado del claxon de otro vehículo que pasa a gran velocidad. Al mirar la hora en su reloj de mano, se prepara para avanzar, atravesando un semáforo y tiene la vía libre sin tanto tránsito. Ella observa la vía con nerviosismo, pasándose la mano por la frente mientras reflexiona antes de hablar.

—"Sí, Saimo, lo siento, pero justo estaba saliendo del edificio y tengo el teléfono en altavoz para poder mantener contacto contigo". —giró la camioneta, escuchándose un sonido de los neumáticos. —"¡Muy bien! Perfecto. ¿Y la niña? ¿Cómo está ella? Cuéntame."

—Ella huye del lugar, está bastante asustada. ¡Rayos...! —exclamó, mientras miraba la carretera y conducía. —Ya voy por la autopista, menos mal que no hay tráfico, así me desplazo con mayor facilidad —expresó, acelerando un poco mientras él dirigió la mirada a la computadora, soltó un suspiro, se reclinó ligeramente hacia atrás y, en un tono bajo pero claramente sorprendido, le informó:

—Ya llegó la señal y te veo en el radar. Tan pronto como reciba la ubicación exacta, te la enviaré. Sin embargo, debo advertirte que la situación es bastante complicada en la zona, ya que parece que los secuestradores.

—Han realizado un análisis minucioso del lugar para llevar a cabo el secuestro. También he notado que hay mucha interferencia, aunque creo que es posible localizarla. Por favor, mientras te desplazas, mujer, ¿podrías proporcionarme información sobre la niña? Estoy aquí revisando el sistema —pide, sonando las teclas con rapidez.

—Se trata de una adolescente de 16 años —dice, acelerando la camioneta de nuevo y pasando una señal de tránsito—. Saimo fue atacada y está herida de bala, ya que presenta una fuerte hemorragia. Supongo que, tras el disparo, quedó inconsciente y los secuestradores pensaron que estaba muerta. Sin embargo, en cuestión de segundos, ella recobró la conciencia. Al verse en tan mal estado, decide llamarme pidiendo ayuda.

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