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Capítulo 3: No Puedo Enamorarme...

Cuando entró en esa aplicación de citas, lo había hecho por juego, para pasar el rato con alguien, en el momento que vio la fotografía de Alejandro, sintió una chispa que la atrajo y no se equivoco en aceptar la conversación con él.

Él se había vuelto una diversión, un maestro, él le había enseñado a conocer más de su cuerpo, de sus necesidades, pero porque sentía que su corazón le dolía al ver sus ojos dolidos, ella no podía sentir amor, ese horrible sentimiento nunca lo sentiría, su corazón se había cerrado por completo por culpa de él.

No podía negar que el cuerpo de Alejandro emanaba fuerza, sus ojos seguridad y decisión, sus cabellos blancos que adornaban la parte lateral de su cabeza lo hacía ver maduro, sexy, nunca se imaginó que un hombre como Alex pudiera atraerla tanto.

Pero solo recordar sus brazos rodeando su cuerpo, el fuego que irradiaba cada vez que estaban juntos, hacía que su piel se erizara de deseo, que su corazón ardiera de placer, era un adonis en una sola palabra y era suyo para disfrutarlo como ella quisiera, por el tiempo que durara esa aventura.

Sonríe al recordar las palabras de su amiga.

“Alejandro es un hombre mayor, ¿Qué puede darte?, se nota que es frio, seco y muy serió, que puedes esperar de él en la cama”

La sonrisa broto de sus labios naturalmente, él había sido el único que la había satisfecho en toda su vida, con él se había sentido plena, él ya la conocía perfectamente.

Se miró en el espejo tenía que hablar con él, no dejar que se fuera pensando algo que no era.

Al salir del cuarto de baño mira el lugar vació, no había señal alguna de Alejandro.

—¡Alejandro! —lo llamó, pero nadie respondió, con la bata de baño avanzó por el departamento, pero no estaba por ningún lado, se había ido cuando regresó al cuarto, en la mesa de noche encontró una caja larga de terciopelo negro debajo de ella había una pequeña nota.

“Te amó, y no descansare hasta que tú llegues a sentir lo mismo que yo”

Tomo la caja, al abrirla se encontró con un brazalete de rubies, la verdad era hermosa. Deja salir una media sonrisa, debía dejar que las cosas se calmaran y hablar con él, porque ni ella misma sabía que sentía por él.

Toda la mañana estuvo pensativa, hasta el grado de no poder dar al cien con su clase, por lo que les dejó a los alumnos un trabajo. En la sala de maestros movía la cucharita de la taza distraídamente.

—Maya amiga ¿en qué planeta estás? —le dije su mejor amiga que estaba de frente a ella moviendo su mano de un lado a otro.

—Lo siento ¿me decías?

—El director quiere verte en su oficina, pero antes que te vayas dime como van las cosas con tu sugar daddy —la sonrisa de su amiga era amplia, como si esperara escuchar un chisme jugoso, de esos que tanto le gustaba.

—Ya te he dicho que Alex ya no es ningún sugar daddy —respondió poniéndose de pie, tal vez al principio lo había pensado así, pero con los meses eso había cambiado, si le daba regalos buenos, pero tenia detalles que ninguno hombre había tenido con ella.

—Si no ves a ese viejo como tú sugar daddy, ¿Por qué sigues con él? —le pregunto ella, Maya sonrió solo recordando lo que había pasado antes de la discusión que habían tenido, su amiga al verla abrió los ojos —¡¡¡¿Es por el sexo?!!! —lo gritó sin importar que hubiera más docentes presentes, Maya tuvo que taparle la boca para que no siguiera hablando.

—No puedes ser un poco más discreta —le susurro Maya mientras salían juntas de la sala de maestros.

—No me imaginó que un viejo como él pueda calentarte tanto —habló más bajo Laura mirando directamente a la cara a Maya.

—Alex es el mejor amante que he tenido —dijo Maya con una cara de satisfacción —y ya te he dicho que no le digas viejo, solo me lleva veinte años, es un hombre maduro que me ha hecho sentir más viva que ningún otro, desde que comenzamos no puedo dejar de pensar en él, mi corazón se acelera y cuando no lo tengo lo extraño…

—Maya creo que te has enamorado de Alejandro…—replico Laura con una amplia sonrisa, a lo que Maya niego con la cabeza rotundamente.

—Yo enamorarme jamás, sabes que nunca voy a volver a entregar el corazón, Alex es mi distracción, que cuando todo termine entre nosotros seguiremos con nuestro camino…—respondió Maya fríamente, aunque interiormente sintió cierto dolor al pensar eso, no podía pensar en él yendo a otro lado, que le estaba pasando, él amor no se había hecho para ella, solo buscaba en Alejandro pasarla bien, y tener el mejor sexo de su vida.

—No te engañes amiga, le has abierto tú corazón a Alejandro sin saberlo, solo espero pronto te des cuenta de tus sentimientos y no dejes ir la felicidad —replicó Laura con una amplia sonrisa.

—¡Señorita Zavala la espero en mi oficina ahora! —el grito del director interrumpió la conversación de las amigas, Maya levantó los ojos al techo antes de dar media vuelta, odia ir a la oficina del director, ese maldito viejo desde que llegó la miraba asquerosamente, solo tendrá que soportarlo por unos dos meses más, después podrá irse a otra universidad donde ella pudiera dar clases.

—La he llamado porque necesito que cubra el taller de arte esta tarde —dijo el director mirándola de la cabeza a los pies, sus ojos parecían que se la comían —la encargada tiene un problema y no podrá estar presente.

—Pero no es mi área, eso puede hacerlo muy bien otro profesor o profesora —replico Maya un poco molesta, sabía porque le estaba pidiendo eso, solo para tenerla más tiempo en la escuela.

—Nadie puede, por eso le digo a usted señorita Zavala —dejó de jugar con la pluma y tomo una carpeta —si no quiere, puedo poner en su expediente una mala referencia, así dudo que alguna otra universidad quiera…

—Esta bien lo haré —“maldito viejo rabo verde” dijo en su pensamiento, fingiendo una sonrisa.

Por la tarde entró al salón donde se impartía el taller de arte a alumnos internos y externos de la universidad.

—Buenas tarde a todos son la profesora Maya Zavala y por esta ocasión estaré con ustedes…

—Mucho gusto profesora —dijo un joven de cabello negro, ojos color miel, y rostro varonil y fino —será la mejor clase de arte

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