Embarazada de mi profesor Paralítico

Download <Embarazada de mi profesor Para...> for free!

DOWNLOAD
Read with BonusRead with Bonus

Sospecha sembrada

Tal vez habia actuado impulsivamente, no lograba ordenar las ideas en su cabeza para contestarle no era lo que habia hablado, era traicionar a su amigo y no estaba seguro de cruzar esa línea

—¿Señor Ward?, aclárame, ¿qué fue lo que sucedió?

—Descuide, recién iba llegando no tuve oportunidad, no hable sobre el tema que usted y yo tratamos.

Se inclino y le do la espalda, Gina se sintió aún más intrigada, Charlie estaba mirándola con pena.

—Espere señor Ward, ¿Qué es lo que sucedió? a que se debe su interés por ayudarme a mí y no a su mejor amigo.

Charlie podía haber mal interpretado algunas señales, aunque el hecho de que Steve estuviera semi desnudo en la cama y la chica… no era una prueba era la situación que sentaba las dudas de un amorío.

—No tiene que avergonzarse, no todos los hombres valoran a la mujer que tienen a su lado, si puedes demostrar que Steve falló…

—¿Fallo?, ¿insiste que mi motivo para divorciarme es porque me fue infiel?, déjeme dejarle muy en claro que está completamente equivocado.

—Entiendo —dedujo entonces que no lo sabía, Charlie se preguntó si al menos lo sospechaba. —, lamento mal interpretarla señora Attaway.

Quizás estaba equivocado y traicionando a su amigo de la infancia siendo el inocente, conocía a Steve más de lo que cualquiera podria presumir, no era ese tipo de hombres. El remordimiento carcomió su conciencia.

Una flecha atravesó por la cabeza de Gina insertando la duda como un veneno que no tenía antídoto. Ahora que lo recordaba Steve sonrió cuando los descubrió a Michael y a ella en la cama, no fue en todo momento una sonrisa irónica, mofándose de sí mismo, por un momento fue de felicidad y una suave tranquilidad.

Noa abrazaba su mochila, nerviosa, camino fuera de la casa, recorriendo lentamente la entrada de la mansión, los jardines verdes contra una suave brisa de le enorme fuente que adornaba el centro del fastuoso jardín de la entrada.

El chofer de manera malhumorada azoto la puerta del coche, no sabía que era lo que estaba sucediendo con Gina, por que de pronto se portaba tan preocupada ya celerada por ver a su estúpido bulto de esposo.

Habría deseado que la reacción de Gina al escuchar su propuesta hubiera sido tajante que aceptara de inmediato deshacerse del estorbo.

No era la primera vez que se insinuaba la posibilidad de hacerlo desaparecer y ella compartia su deseo. ¿Que era diferente ahora?

Sus ojos se abrieron con curiosidad cuando una aura de luz apareció en la puerta de la mansión, con una expresión asustada a una señorita de cabello rubio con la piel blanca y un ostro angelical.

Reacciono después de babear por unos segundos, era perfecta, se apresuró a atraparla. Al momento en que Noa noto su asalto se impresiono al grado de querer huir como si fuera una ladrona.

—Hey tú, Hey… —al sujetarla y centrar sus mirada en ella Noa percibió que sus intenciones no eran buenas —¿Quién eres tú?

Conservo la calma, respondiendo con suavidad.

—Soy voluntaria de la clínica —mostro su carnet con su nombre y fotografía —, la señora Attaway solicito los servicio de la fisioterapeuta, la dotora Sally tiene demasiado trabajo, así que con la señora Attaway acordamos que yo podria apoyar algunas veces.

La reviso de arriba abajo, su cuerpo era hermoso, su rostro de inocencia, mantener la calma aun cuando estuviera atemorizada, era la mujer perfecta, la sexualidad y la ingenuidad iban de la mano en su mirada.

La soltó y la le ofreció una disculpa inclinándose un poco adelante, sonriendo con encanto malicioso.

—Tranquila no te estoy acusando de nada, me llamo Michael—le extendió la mano —, ¿te gustara tomar un café?

—Noa Price, —estrecharon las manos —le agradezco pero tengo que irme.

—Solo será un momento, me interesa saber cómo fue tu primer día con el profesor Attaway.

—¿Hablar con usted…?

—Por supuesto confía en mie, yo despueble comentare a la señora Attaway —Noa no parecía tener otra opción, ese hombre era demasiado insistente

Charlie conducía su auto hacia la salida observando la escena del chofer tomándola de la mano y llevando la con una mano sobre la espalda a la misma joven , sus miradas se cruzaron, la cara de inocencia era una fachada muy conveniente.

Gina volvió junto a Steve, manteniendo en su pecho la curiosidad, y una mirada fría mezclado con desprecio, acaso el correcto Steve Ariel Attaway habia sido capaz de traicionarla y reprocharle con una falsa dignidad.

—Me dijeron lo sucedido. Dime, ¿cómo paso?—se acercó a la cama, analizando discretamente algún rasguño o golpe.

—Ya estamos solos, no tienes por qué continuar con tu maldita hipocresía, —incluso hasta ese momento Gina se percató de su actuar —Era la oportunidad perfecta, ¿por qué no hablamos del divorcio con Charlie?, incluso si lo intenta aun puedes alcanzarlo.

Ella se apartó nerviosa, aunque el sentimiento de preocupación y un ridículo amor brotaba inesperadamente en su pecho, no le importaban Steve más que la empresa y los millones de su abuelo, podria permanecer a su lado porque por supuesto aun conservaría todo.

—Lo medite un poco, no quiero divorciarme —Steve frunció el ceño —no ahora, esperemos unos cuantos meses, un años esperemos

Tras un breve instante en silencio Steve razono cual era el problema.

—Claro, te preocupa cuanto hablaran de ti, que tachen a la gran Georgina Attaway de despiadada fría y calculadora, te preocupa que todos se enteren que tu abuelo tenía razón… —se rio —ese viejo sabia siempre lo supo, sabía que jamás me amarías.

—Y por qué no habría dudado de tu amor, —le reprocho, sintiéndose herida.

—Porque el estúpido de Steve Attaway si se enamoró.  Yo si te amaba Gina. —se mordió la lengua,  Noa vino a su mente como un susurro juicioso. —o al menos eso creí,  tal vez tienes razón tal vez cometimos el peor error de nuestras vidas.

Fue un momento de debilidad dejando sus sentimientos brotar sinceros.

Aun recordaba la primera vez que lo sedujo, era como un gatito asustado que no pasaba los veinte años, y a quien le enseño la vida de un hombre con el tiempo el mismo fue experimentado dejándose llevar por su imaginación, despertando a un hombre en toda la extensión de la palabra.

Decir que no le hacía vibrar de una manera única era en realidad un intento por hacerlo sentir inferior.

—Yo… —estaba por reconocer que para ella o fue insufrible —tengo que volver a la textilera, más te vale que no cometas una estupidez, si te matas juro que en la próxima vida te buscare y te hare la vida aún más miserable.

Previous ChapterNext Chapter