




VUELVO A VERTE
[AMADEO]
Las cenas familiares parecieran tener cada vez más gente, mis padres, Ciara, Gianna y Dante, su hijo, Antonella, yo, y por último dos puestos más alrededor de esta larga mesa llena de comida donde no solo se celebra mi regreso, sino que la planeación del próximo fin de semana en el cual será el bautizo de Federico. Estamos todos listos para tomar nuestros asientos, cuando tocan el timbre y al parecer entre tantas charlas y el llanto del bebé; soy el único que lo escucha. Voy rápidamente hacia la puerta y al abrir, mi mirada vuelve a cruzarse con la suya.
Sus ojos negros están perfectamente maquillados con unas tonalidades grises que resaltan su mirada, su cabello está recogido a medias dejando que caiga en ondas, y su vestido de satín negro corto con ese sensual escote hacen que deba aclararme la garganta antes de hablar.
—Hola otra vez —consigo decir.
—Hola —responde tímidamente.
Ella tiene la intención de entrar a la casa, pero cruzo mi brazo para impedírselo.
—¿Me dirás porque hace dos años que no me hablas? —le cuestiono sin darle vueltas al asunto. Anahí hace un leve gesto con sus ojos y de inmediato me doy cuenta de lo que ocurre cuando veo a Giulio acercándose a nosotros—. ¿De verdad estás con él? —indago, pero debo callarme cuando él llega detrás suyo y la abraza por la cintura pegándola a su cuerpo y luego le da un beso en el hombro.
—Amadeo, ¿Qué tal? —saluda.
—Hola, pasen por favor —les ofrezco y me muevo a un lado para que ellos entren y tan solo miro su manera elegante de caminar con esos tacones mientras que cierro la puerta y apoyo mi espalda sobre esta.
«Y aquí está de nuevo, mi más grande sueño y mi peor pesadilla» pienso e intento convencerme de que debo dejar todos esos pensamientos atrás.
Al llegar al salón, veo como ella saluda y abraza a mis padres y como hace lo mismo con mis hermanas y hasta carga a mi sobrino tal y como si fuera de la familia; bueno, en parte es de la familia. Mis padres son sus padrinos, así como los suyos son los míos, de cierta manera ellos creen que somos algo como primos o así, aunque no nos une ningún lazo sanguíneo.
—Tienes muy buena mano con los niños —le comenta Ciara a Anahí cuando Fede se calma completamente entre sus brazos.
—Siempre se lo he dicho, ¿se imaginan cuando tengamos nuestros hijos? Será una madre increíble —añade Giulio y en verdad me cuesta creer que ellos dos estén juntos.
«¿Qué pueden llegar a tener en común? ¿Sexo?» Me pregunto «Amadeo, no vayas por ahí» Me regaño y me acerco a Antonella.
—¿Cenamos? Es que con el cambio de horario muero de hambre —propongo interrumpiendo la conversación y simplemente comienzo a caminar hacia el comedor ya que no me apetece mucho escuchar las tonterías que dice Giulio.
—Claro —escucho que dice mi madre y todos vuelven a acercarse a la mesa para tomar sus asientos.
Por desgracia o por fortuna, Anahí y su novio están sentados justo enfrente de Antonella y yo, y a pesar de que intentamos llevar las conversaciones a temas como Harvard, la empresa, Federico, o el bautismo; repentinamente mi adorada hermana menor nos mira a Anto y a mí.
—¿Y cuándo es su boda? —nos pregunta y está claro que es hasta este momento que Anahí se ha enterado de la noticia porque nos mira fijamente y de inmediato observa la mano de Antonella.
—No tenemos fecha todavía, es que tu hermano me lo propuso en día de la graduación, ha sido todo muy reciente —explica ella y de inmediato se hacen presente los comentarios acerca de los mejores meses para casarse, lo recintos, y todo eso.
—Anahí podría diseñar tu vestido, se ha convertido en una de las mejores diseñadoras de Italia —añade Ciara y en estos momentos siento ganas de quedarme con una hermana menos debido a su inoportuno comentario.
—No lo sabía, que buena noticia —expresa mi prometida y mira a An—. ¿Podrías diseñarlo? —cuestiona y Anahí me mira un tanto confundida para luego mirarla a ella.
—Eh… si claro. Nos reunimos, me dices lo que quieres y empezamos —sugiere.
—¿Y el tuyo mi amor? ¿Para cuándo? —intercede Giulio y si las miradas mataran, él ya estaría siete metros bajo tierra.
«¿Qué ha sido eso?»
—Si me disculpan, iré al baño un momento —se disculpa ella y se levanta de la mesa.
Tengo ganas de ir detrás de ella, pero no sé qué excusa inventarme, miro a Gianna y como siempre, ella me entiende de primera.
—Hermanito, ¿no irías por el sonajero de Fede al cuarto? —me pide y asiento.
—Si claro, ya regreso —digo e inmediatamente me levanto de la silla, pretendo ir hacia la escalera, pero luego me escabullo hasta el pasillo donde está el baño y rápidamente la detengo sujetándola de la muñeca—. ¿Hablamos? —le pido y sus ojos me miran completamente sorprendidos.
—Amadeo… —intenta decir, pero yo no la escucho y simplemente hago que entremos al baño cerrando la puerta detrás de nosotros.