Read with BonusRead with Bonus

Capítulo 2.- Me voy de casa.

Valentina

Y si no les gusta el infierno, para qué le coquetea al diablo, si no va a aguantar el sufrimiento.

La universidad es el sueño dorado de todos los adolescentes, puede ser considerada la mejor etapa en la vida, siempre y cuando seas parte de un grupo o de los populares, aquellos que son como intocables, volviéndose el centro de atención a donde quiera que vayan.

Para el resto de los estudiantes todo es una verdadera patraña; no lo digo yo, lo dice la experiencia de muchas personas y alguna que otra película, «esto me suena a cliché de telenovela». Quien diga lo contrario es porque nunca fue a la escuela o era parte de los grupos antes mencionados, esos que se dedican hacerles la vida imposible a las personas buenas y estudiosas.

Esto se lo debieron de advertir a Valentina Ortega en su primer día de clases, para que tomara las debidas precauciones antes de meter la pata por completo e ignorar a la persona que menos debía; o por lo menos que debía prestar un poquito más de atención con todo lo que sucedía a su alrededor cuando caminaba por los pasillos de la escuela.

«Ni que fuera Dios o mi papá cuando se enoja y debo permanecer lejos de él para que no me toque regaño»

Ella era una chica muy educada y sencilla, vestía con ropa muy holgada «algo así como cuatro tallas mayores a la que le correspondía», en ocasiones la ropa estaba muy, pero muy pasada de moda, más bien parecía ropa de abuelita de los años cincuenta, usaba unos lentes negros que cubrían la mayor parte de su bello rostro.

«No le gustaba que vieran lo hermoso de sus ojos, por eso los ocultaba detrás de unos lentes enormes que le daban seguridad»

Su aspecto era lo que menos le interesaba, para ella lo más importante era aprender todo lo que sus maestros le enseñaran, no lo que algunas personas opinaran de ella, de esta forma podría ser la mejor de su clase y graduarse con honores, esa era su única meta desde su primer día en la Universidad.

«Grave error»

No era la típica chica que buscaba a un galán de telenovelas para vivir un hermoso y acaramelado romance, donde pidieran su mano al puro estilo de princesa de cuentos de hadas y finalmente casarse formando una familia feliz, tampoco estaba renuente a encontrar al amor de su vida «mentirosa, no quería que ni el gato de la vecina de la esquina se le acercara porque le daba miedo que la fuera contagiar de alguna enfermedad», solo que para ella, sus objetivos eran totalmente diferentes a los de muchas chicas de su edad.

Su más grande sueño era tener su propio laboratorio para la creación de nuevos servicios científicos-técnicos que terminarían aportando un granito de arena a las personas más necesitadas de la región; contribuir en el desarrollo sustentable del crecimiento de los pueblos de su ciudad sería su mayor logro y sobre toda la mayor satisfacción si se hiciera realidad por el que estaba dispuesta a trabajar arduamente todos los días.

Valentina Ortega se encontraba acompaña siempre de su fiel amigo y el único amor de su vida, un Volkswagen Brasilia 1970, dos puertas color negro, con un volante a la mitad que parecía coche de fórmula uno; juntos han vivido más de diez pato aventuras a donde quieran que van.

En ocasiones, para poder arrancarlo, tenía que intentarlo unas cuantas veces antes de que encendiera, el indicador de la gasolina funcionaba cuando quería «a veces este problema la dejaba tirada a medio camino», el botón del clima funcionaba al revés. Los asientos eran de tres colores y las alfombras se encontraban manchadas de comida, refrescos, chocolates y productos que usaba para sus experimentos.

La manigueta de la puerta del conductor en ocasiones le quedaba en la mano cuando intentaba abrirla, así que era toda una odisea cuando sucedía esto, pero lo más llamativo de este hermoso coche de colección, era que podía conducirse sin llaves.

« ¿Sin llaves?»

¡Sí! Como leíste, sin llaves, aunque las necesitaba para arrancar el coche, a la mitad del camino se salían de su lugar y seguía funcionando como si nada pasara.

En más de una ocasión su padre trato de cambiar su coche por una versión mejor, pero ella no accedía a tal petición, se había convertido en su fiel amigo. Con lo poco que ahorraba trataba de tenerlo al día, era su primer coche, lo compro con sus ahorros y significaba mucho para ella.

Valentina había elegido estudiar Ciencias Ambientales en la Universidad de Barcelona, España, dentro de todas las escuelas del país, era la que destacaba por el gran número de prácticas de laboratorios y salidas de campo que realizan los estudiantes, colocándolo por encima de todos. Contaba también con instalaciones específicas en invernaderos, estabulario y servicios científico-técnicos con todos los equipos necesarios para que los estudiantes se desarrollaran perfectamente.

Además de que podía titularse en tres especializaciones « ¿Tres? Con trabajo puedo con una y esta chica va por tres» al mismo tiempo: Tecnología Ambiental, Análisis Ambiental o Gestión Ambiental. Su meta era algo ambiciosa, «yo más bien diría que loca desquiciada» pero no imposible para alguien como ella. Una chica dispuesta a perseguir sus sueños así fuera lo último que hiciera.

— ¡Valentina! ¡Valentina! ¿Acaso no has visto la hora que es? Llegarás tarde en tus últimos días de clases señorita. Debes tarde prisa o causarás una mala impresión a tus compañeros y maestros, no puedo creer que siempre hagas lo mismo —grito su madre desde las escaleras mientras bajaba para reunirse con ellos en el comedor.

—Déjala tranquila, no la estreses más de lo que ya está, con tus gritos no la ayudas en nada cariño —dijo su padre, mientras terminaba de hojear el periódico sentado en la mesa.

— ¡Es el colmo! No puedo pensar como la consientes tanto, esa niña sacara mis canas verdes, amarillas y azules. Si tan solo pudiera ser un poquito más considera y atenta como sus hermanos, te aseguro que no me preocuparía tanto, al paso que va, tendremos que rifarla para ver quien se quiere casar con ella o dar una dote para ver quien la quiere « ¿Segura qué es su mamá? Yo ya estoy teniendo mis dudas» No sé de donde salió tan fodonga y falta de estilo, me da pena salir con ella a la calle, ¡Mírala! Parece una viejita en lugar de una chica de veinte años.

Previous ChapterNext Chapter