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CAPÍTULO 35

Al día siguiente:

Puedo sentir sus dedos acariciándome la espalda con la misma suavidad que lo haría una pluma y no puedo evitar sonreír ante su tacto. Es la primera vez que amanecemos juntos en esta casa y el pensar en ello me hace darme la vuelta rápidamente. —¿Estabas despierta?— Me pregunta a mo...