




Capítulo 92.
Pronto una ambulancia llegó para llevarse a Paul al hospital. Úrsula decidió acompañarlo, dejando a Bianca completamente histérica en la casa.
—Necesito que te calmes, niña. Vamos a decir que intentaron entrar a la casa a robar y que él los descubrió. Solo espero que tu marido no desmienta esto, o estaremos perdidos —soltó Úrsula antes de dirigirse a la ambulancia.
Mientras tanto, Max recibió una llamada muy importante de uno de los altos ejecutivos del corporativo Adams. Las cosas no andaban nada bien por allá; al parecer, Paul no estaba cumpliendo con sus responsabilidades, y eso tenía a la empresa en serios apuros.
—¿Pero cómo es posible que no me hayan avisado de esto antes, Vincent? —preguntó el señor Adams con una preocupación visible en el rostro.
—Pensamos que su sobrina se lo contaría, señor, pero al no ver resultados, me tomé la libertad de informárselo —contestó el ejecutivo bastante nervioso.
—Dile a mi secretaria que lo prepare todo para mi regreso. Salgo inmediatamente para allá —expresó Max con urgente necesidad.
El señor Adams se llevó las manos al rostro. Estaba muy angustiado por la situación por la que estaba atravesando su empresa, el legado que sería para su hija y su nieta. No podía creer que se hubiese confiado de aquella forma. Bianca y su marido habían estado con ellos durante tanto tiempo, que nunca esperó que se aprovechasen de momentos tan vulnerables para la familia. Ahora entendía que todo lo que hicieron fue por una absurda y desmedida ambición.
—Cariño, tengo que irme. Al parecer hay un grave problema en la empresa. Paul no está cumpliendo con sus responsabilidades, y al parecer se han estado realizando malos manejos. Tengo que investigar de qué se trata todo eso y arreglar las cosas —relató.
—Mi vida, por favor no te alteres. Esto podría ser muy perjudicial para tu salud —rogó la señora Victoria.
—Mujer, no me puedo quedar con los brazos cruzados. Se trata del legado de nuestra familia, la herencia de nuestra hija y nuestra nieta —argumentó.
—Lo sé, viejo, y te entiendo perfectamente. Así que no irás solo, porque yo voy a acompañarte —se solidarizó Victoria, siempre al pie del cañón con su compañero de vida.
Carolina, que se había percatado de la conversación, descendió rápidamente de la escalera y se puso frente a ellos.
—Nada de eso, ustedes no tienen por qué enfrentar todo esto solos. Al final de cuentas, si esto sucedió fue por ayudarme con el problema tan grande que estaba atravesando mi hija. Por fortuna, ella ya está mucho mejor y tiene a su marido que se preocupa en todo momento por su bienestar. Así que yo iré con ustedes y asumiré mis responsabilidades dentro del corporativo. Ya es hora de que retome el rumbo de mi vida, padre, y no acepto discusión en esto. Soy tan parte de los Adams como lo son ustedes. En retribución a lo mucho que han hecho por mí durante todos estos años, es justo que te ayude con este problema. Siempre fui la mejor para resolver los inconvenientes financieros de la compañía, así que espero que las cosas no hayan cambiado mucho durante estos años que estuve en estado de coma —dijo Carolina, sorprendiéndolos a ambos.
Max se sentía orgulloso de las palabras que acababa de escuchar de los propios labios de su hija. Sabía que la actitud inquebrantable y la inteligencia descomunal de Carolina para los negocios eran justo lo que necesitaban en esos momentos tan cruciales para la compañía.
—No esperaba menos de mi heredera. Acepto encantado tu valiosa ayuda, mi amor —declaró Max, orgulloso de su hija.
La decisión estaba tomada, Carolina los acompañaría de regreso a casa para solucionar los inconvenientes que se habían estado presentando debido a los malos manejos de Paul y a la ambición desmedida de Bianca. Lo único que a Carolina le preocupaba era dejar sola a Helena en estos momentos en los que los niños aún permanecían hospitalizados. No obstante, sus padres ya eran mayores y enfrentarse a una situación como esta podría resultar contraproducente, porque ¿quién sabía de qué podría llegar a ser capaz Bianca y su madre? Así que era mejor no correr riesgos innecesarios.
—Voy a despedirme de Helena, vayan preparándolo todo porque a mi regreso partimos — comentó Carolina.
—¿Estás segura de lo que vas a hacer, hija? Helena todavía está convaleciente y sus hijos aún no han salido del hospital — preguntó su madre con preocupación.
—Por fortuna, mi querida hija tiene muchas personas a su alrededor. Además, estaré muy pendiente de ella. Sólo serán unos días en los que las cosas se solucionan. Ahora es importante estar con ustedes para resolver todo esto — la tranquilizó.
Sus padres la abrazaron, agradecidos por el gesto tan solidario que ella estaba mostrando para con ellos. Unos minutos más tarde, Carolina estaba llegando a la mansión de los Baker. Hanna la recibió con una gran sonrisa e inmediatamente le anunció a su hija que su mamá había ido a visitarla.
—Qué linda sorpresa, Mamá, estaba esperando a Maximilien para ir a visitar y a amamantar a los niños. Pero aprovechando que tú estás aquí, también podrías venir con nosotros — propuso ella.
—Me encantaría acompañarlos para ver a mis nietos, cariño, pero ha surgido algo que no esperábamos, y debo acompañar a mis padres de regreso a casa para ayudarlos con un asunto financiero que requiere toda nuestra atención. Al parecer, Bianca y su marido han estado aprovechándose de la confianza de tu abuelo haciendo malos manejos en la compañía, y será mejor que vaya con papá para solucionar este asunto. ¿Podrás perdonarme por dejarte sola unos días? — Se disculpó Carolina.
Helena se acercó para abrazarla, haciéndole saber que no tenía por qué pedirle perdón, pues sólo estaba cumpliendo con su deber al apoyar a sus abuelos, pues ellos lo habían dado todo por ella durante todos esos años en los que había estado sumida en aquel terrible letargo.
—No tengo nada que perdonarte, mamita, ahora mis abuelos te necesitan y es preciso que vayas con ellos. Ellos ya son grandes, y conociendo a Bianca y a Úrsula, seguro querrán aprovechar la situación por la que estamos pasando. No vayas, ser que estén tramando algo malo — le dijo ella con una gran sonrisa, comprendiendo perfectamente el deber que su madre tenía.
Madre e hija se abrazaron, refugiándose la una en la otra y demostrando que, sin importar las distancias, estarían unidas para siempre, sin importar lo que pudiera suceder.