




Capítulo 86.
La suite estaba adornada con hermosos pétalos de rosas que cubrían el camino por donde Helena transitaba, una vez se abrió la puerta, sus ojos contemplaron maravillados todo lo que con esmero y gran detalle se había preparado para ella.
—Todo es hermoso, me has hecho muy feliz, mi amor.—exclamó con gran felicidad.
—Y eso me llena de dicha, hermosa, y te juro que estoy experimentando una emoción única al saber que te has convertido en mi esposa.—Le dijo con ternura.
—Pensé que ese día nunca llegaría, pero ahora estamos aquí, juntos después de tantas dificultades.—añadió.
El la besó apasionadamente y después la tomó en sus brazos para cumplir con la tradición de llevar a la novia.
—Por Dios, cariño, no seas tan brusco, recuerda qué llevo tres bebés dentro de mí.—Le dijo.
—Lo siento, tienes razón, pequeña, pero tenía que cumplir con la tradición.—Contestó depositándola suavemente sobre la cama.
Se sentó junto a ella, pasándole un brazo por los hombros, la miró fijamente bajo la luz de las velas, era una atmósfera sumamente romántica, todo estaba preparado para la ocasión, una mesa para dos, adornada con la más bella mantelería, cubiertos de plata finas copas y deliciosos manjares para celebrar la unión de dos almas tras contraer matrimonio.
—Todo esto es mucho mejor de lo que alguna vez imaginé, mi amor.—Exclamó ella.
—La noche apenas empieza.—Contesta con voz seductora y luego acaricia con la yema de sus dedos su delicada piel.
En la mirada de Maximilien se puede ver un brillo de deseo, al cual ella corresponde con el corazón desenfrenado.
—¿Pero crees que sea correcto que hagamos esto?, Recuerda lo que dijo el doctor, siento estar diciendo esto en un momento tan especial como el que estamos viviendo, pero tengo que pensar en nuestros hijos.—dijo Helena un tanto preocupada.
Él la miró con infinita ternura, y se acercó aún más, deslizando sus labios por su cuello, y luego se detiene y vuelve a mirarla a los ojos.
—No debes tener miedo, hablé con nuestro doctor y le dije que nos casaríamos, que tendríamos una noche de bodas, ¿Y qué crees?, Me dijo que si éramos cuidadosos, podríamos tener una velada extraordinaria.—Musitó.
Helena no pudo evitar sonrojarse, esa característica que su marido tenía para decir las cosas siempre terminaba por ruborizarla, pero le encantaba qué hubiese pensado en todo, y sobre todo que debido a los cuidados que habían tenido con el embarazo, pudiesen llevar a cabo su noche de bodas y disfrutar del amor y la pasión que los unía.
—Vaya, veo qué has pensado en todo, eso me gusta.—Dijo con voz coqueta.
—Eres irresistible cuando te sonrojas.—Le dijo.
Ellos ya no podían esperar más, así que se unieron en un beso apasionado que lo llevó a límites inimaginables, su respiración se tornaba entrecortada y sus pulsaciones estaban al límite. Era un mar interminable de caricias y besos, de expresiones y manifestaciones de amor absoluto.
—Me has hecho tanta falta todo este tiempo, eres lo que necesito y lo que necesitaré siempre para sentirme vivo. —Susurró.
—También me hacías mucha falta, te amo tanto. —Contesta ella.
Comenzó a quitarle el vestido, contemplando maravillado la hermosura de su cuerpo que aún con lo abultado de su vientre, lucía en su máxima expresión. Ella hizo lo propio, desabotonándole la camisa y deslizando sus manos por su musculoso torso. aquello era la manifestación pura del gran amor y de la pasión que sentían, muy pronto las prendas estorbaron y dieron paso a la unión de sus cuerpos, que reclamaban anhelantes de pertenecerse por completo.
—Me vuelves loco, eres la única mujer que me ha hecho sentir cosas inimaginables.—expresaba él.
—Por eso siempre te esperé, jamás pude estar con nadie más que no fueras tú, eres y siempre serás el único hombre de mi vida.—Confiesa con sinceridad.
En ese momento ya no hubo lugar para las palabras, ya que su piel hablaba por sí sola, los besos explorando cada rincón de su piel, y las caricias avivando cada vez más la llama del amor, hasta que se quedaron completamente extasiados hasta que poco a poco el sueño terminó por vencerlos. A la mañana siguiente, despertaron dando paso a su primer día como esposos, lo cual significaba el inicio de una etapa maravillosa.
—Buenos días dormilona, despierta mi querida esposa.—Exclamó el entre bostezos.
—Esa frase suena maravillosamente, en sus labios, señor Baker.—Contestó ella.
—Hay que levantarse, princesa, tenemos mucho por hacer, nuestra luna de miel nos espera, y aun cuando no podemos ir muy lejos debido al embarazo, no podemos dejar que pase desapercibido.—Señaló.
—No es necesario que vayamos a ningún lado, amor, yo estoy feliz con todo lo que ha pasado, de verdad.—Contestó.
—Yo lo sé, pero quiero que esto sea inolvidable para ti, así que vamos, señora Baker, será un viaje corto pero inolvidable, te lo aseguro.
Dentro de poco todo estaba listo para comenzar con esa gran aventura, esa luna de miel que esta segunda oportunidad les estaba obsequiando, subieron al coche y se alejaron de la ciudad, una hermosa cabaña los esperaba, era como esas cabañas en el campo que relataban las historias que a Helena tanto le gustaba leer. Ella era soñadora, una mujer a la que le gustaba pensar que podía existir un mundo mejor aún con todas las dificultades, y las cosas difíciles que todos los días suceden, cuando vislumbró aquel paisaje tan espectacular, sus ojos se iluminaron, y su rostro adquirió un brillo especial, miró a su esposo emocionada y feliz, estaba sumamente agradecida porque él hubiese pensado en todo para impresionarla.
—Te has convertido en un mago de los deseos, has hecho realidad todos los sueños que alguna vez te conté, porque ni creas que se me ha olvidado que todo esto alguna vez te lo dije, y ahora tú lo hiciste realidad para mí.—reconoció.
—Todo lo que me dices me interesa, y siempre trato de escucharte, y si está en mis manos poder cumplir tus anhelos, créeme que lo haré siempre.—
Aquella etapa comenzaba para Helena y Maximilien, y seguramente muchas cosas lindas vendrían para ellos, así como también dificultades y pruebas del destino, pero ahora estaban listos y con un corazón sólido para soportar cualquier eventualidad que pudiese presentarse. Como era de esperarse, las fotografías de aquella espectacular boda aparecía en los principales diarios del país, así como los medios digitales más importantes y en las televisoras más relevantes, los padres de Maximilien, observaban aquellas imágenes y por supuesto estaban bastante molestos porque él no se los había informado.
—¿Cómo pudo casarse sin decirnos nada?—Espetó su madre.
—A estas alturas de tu vida deberías saber que tu hijo hace lo que se le pega la gana, nada ni nadie lo detiene, es un Baker, recuérdalo.—Contestó Gregory.
—No sé cómo puedes tomar todo tan a la ligera, si mal no recuerdo fuiste tú quien me pidió que les organizara la boda del año, y mira, terminaron casándose con unos cuantos invitados y en las sombras.—Señaló Emma.
—Por lo que se puede ver en estas fotografías, fue una boda a todo lujo, y por los invitados no te preocupes, tu hijo se las ingeniará para saber qué decir, a mí lo que me preocupaba era que estuvieran casados, lo demás me da igual.—
—Ahora veo porque pones tanto interés en este matrimonio, ¿Te interesa la relación comercial con los Adams, cierto? —Pregunta Emma dándose cuenta de las intenciones de su marido.
—Qué comes que adivinas, mujer. —Contesta con una sonrisa irónica.
Gregory Baker era tan ambicioso y calculador, y había cambiado de opinión respecto a Helena, no nada más por los nietos que iba a darle, sino también por el descubrimiento de su verdadero origen. Diana y Tony también se habían dado cuenta de las últimas noticias, en cuanto lo vieron, no pudieron evitar la terrible furia que experimentaron.
—Maldita mujerzuela, se salió con la suya.—Espetó Diana .
—Los dos sabíamos perfectamente que era cuestión de tiempo, pero recuerda que los matrimonios no son eternos, además está esa frase que dice, hasta que la muerte los separe, y quién sabe, tal vez muy pronto eso pueda hacerse realidad.—Amenazo Tony.
—Tienes razón, y si él no es para mí, no será para nadie.—Dijo .
—Todo lo que hemos hecho hasta ahora han sido juegos de niños, pero llegó el momento de qué nos pongamos en acción, llegó el momento de terminar con la felicidad de esa parejita feliz.—Puntualizó.
Definitivamente la vida podía llevarte de la felicidad a los problemas en forma intempestiva, y seguramente Helena y Maximilien todavía tendrían que enfrentarse a un destino incierto.