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Capítulo 71.

Había llegado la hora de qué Helena saliera del hospital, por supuesto que debía seguir cuidándose, pero por fortuna el peligro había pasado y si ella seguía las recomendaciones del doctor el embarazo seguiría su curso sin contratiempos. Maximilien se vio en la necesidad de dejar momentáneamente la empresa en manos de su padre, le explicó la situación y por fortuna lo comprendió a la perfección, entendía que Helena y sus hijos eran su prioridad y que hasta que las cosas no estuvieran bien, él no regresaría.

—¿Estás lista para que nos vayamos princesa?, el médico ya ha firmado la autorización para que puedas abandonar la clínica —le informa emocionado.

—Es la mejor noticia que he escuchado en mucho tiempo, mi amor, muero por salir de aquí, y no precisamente porque me hayan tratado mal, al contrario, todos han sido muy amables conmigo, pero no hay nada como estar en casa —contesta con una gran sonrisa.

—por fortuna ahora estás mejor, pero tienes que cuidarte y cuidar a nuestros hijos, el doctor nos dio una serie de recomendaciones que debemos acatar con toda precisión —dijo.

—y lo haremos cariño, quiero que nuestros bebés nazcan sanos y salvos —.

—me parece increíble que pronto vayamos a tenerlos con nosotros —exclamó Maximilien.

—últimamente los he imaginado más que nunca, pienso que serán dos niños y una niña, todos igualitos a ti —predijo Helena .

—yo quisiera que todas fueran niñas y que se parecieran a ti, preciosa, me encantaría que heredaran tu ternura y tu belleza —manifestó.

—quizás tengan tus ojos, azules como el cielo, y como el mar —agregó ella.

Él le ayudó a levantarse, ya estaba vestida para salir del hospital, sólo estaban esperando al doctor para las últimas indicaciones.

—¿Te sientes bien?, ¿Puedes caminar? —Le pregunta con una preocupación genuina.

—mi amor, estoy embarazada, no estoy enferma, el peligro ya pasó, no tienes que preocuparte tanto por mí —lo reprendió Helena .

—no existe un día en el que no me preocupe por ti, princesa, y ahora con mucho más razón, llevas a mis hermosos hijos en tu vientre, que por cierto ha crecido mucho —le dice mientras la acaricia con amor.

Al sentir el contacto de las manos de Maximilien sobre su piel, una corriente eléctrica la recorrió de pies a cabeza, se sintió viva de nuevo, ese hombre tenía la cualidad de despertar todos sus sentidos con tan sólo una caricia. En tanto Maximilien, la miraba completamente hechizado por la belleza que irradiaba, una mezcla de deseos, pasión y ternura se formó en su interior, por lo que se acerca para darle un beso que subió su intensidad en tan sólo un momento.

—No sé si voy a poder resistirme, y si me sigues mirando de esa manera, no me comprometo a cumplir con las indicaciones del doctor —se burló el con la respiración al límite y tratando de controlarse.

Ella emitió una sonora carcajada, pero sabía qué él tenía razón, así que necesitaba guardar el control, pues su embarazo era de alto riesgo y era necesario guardar el mayor reposo posible, y eso incluía cero contacto entre ellos.

—entonces supongo que el sacrificio será para los dos, porque yo tampoco me puedo resistir a ti —contestó ella con un brillo especial en sus ojos.

Los dos se abrazaron y se quedaron así por largo rato, era suficiente, pues su alma era una sola, y definitivamente si se trataba del bienestar tanto de Helena como de sus hijos, para ellos era suficiente con mantenerse unidos y felices aguardando la espera de esos seres de luz que lo cambiarían todo. Pronto el doctor llegó con las indicaciones, y una vez que ellos tuvieran claro lo que tendrían que hacer, se marcharon, Bruno ya los esperaba afuera de la clínica, y dentro de unos minutos ya estaban en la gran mansión de los Adams, la familia salió para recibirlos, todos estaban muy contentos de que por fin Helena pudiera salir del hospital.

—Nos preocupamos mucho por ti, hija —dijo la abuela sinceramente.

—lo siento mucho abuelita, no hubiera querido darles esta preocupación —se disculpó.

—pero si no es tu culpa, mi cielo, son cosas que pueden suceder —intervino el abuelo Max.

—pero por fortuna ya está mucho mejor, el doctor dice que debe seguir algunas recomendaciones y estará perfecta —comentó Maximilien.

—me alegra que ya estés mucho mejor, Helena —dijo el doctor Stuart.

Fue inevitable que Maximilien no se molestara con el comentario que el médico acababa de hacer, pues todavía guardaba serias sospechas de que él había sido el causante del súbito cambio en la salud de Helena.

—gracias doctor —contestó ella tratando de ser amable.

—¿No debería estar con su paciente Doctor? —Preguntó Maximilien haciendo un esfuerzo sobre humano para no romperle la cara.

—mi paciente evoluciona satisfactoriamente, y se muere por verte, Helena —dijo con toda intención.

Las lágrimas empezaron a brotar de los hermosos ojos de Helena, sentía un conjunto de sentimientos encontrados que se agolpaban en su corazón, pues sería la primera vez que ese ser tan importante en la vida de una persona y ella, tendrían la oportunidad de encontrarse.

—también yo quisiera verla —contestó con una voz casi imperceptible.

—vamos, te llevaré para que la veas —propuso el doctor.

—no es necesario, yo mismo la llevaré —intervino Maximilien.

El rodeó a Helena con sus brazos e inmediatamente la cargo para llevarla a la habitación de Carolina, el doctor se les quedaba mirando con una expresión sombría en su rostro, pero él lo ignoró, y cuando iban de camino a la habitación, Helena comenzó a hablar con él.

—mi amor, siento que estás siendo muy hostil con Stuart —lo reprendió.

—Es lo menos que se merece ese infeliz, por su culpa te pusiste tan mal, y eso no se lo voy a perdonar —expresa tratando de contener la rabia que siente en su interior.

—mi cielo, pero ni siquiera estamos seguros de lo que pasó, yo sólo recuerdo qué había una serpiente —relata ella.

—¿Cómo que una serpiente?, Nadie me había dicho nada de eso, no te parece un poco descabellado, amor, tal vez se trató de alguno de sus trucos para hacer despertar a Carolina —puntualizó.

—no lo creo, ¿qué ganaría el con eso? —Cuestionó.

—pues que va a ser, cariño, ganar fama y prestigio, por haber logrado el caso más impactante para la ciencia médica, a ese tipo lo creo capaz de todo —argumentó.

Helena se quedó pensando, pero en este momento no tenía cabeza para esa clase de conjeturas, ahora lo más importante era lo que estaba a punto de suceder, tendría la oportunidad de ver por primera vez a su madre, y eso definitivamente lo significaba todo para ella.

—¿Te parece si hablamos de esto después?, Ahora sólo quisiera concentrarme en lo que está a punto de pasar —le dijo sinceramente.

—perdóname, mi amor, tienes toda la razón —contestó bastante apenado.

Él le da un fuerte y cálido abrazo, haciéndole sentir su presencia, su compañía, pero sobre todo ese infinito amor que le tenía.

—no estés nerviosa, princesa, verás que todo saldrá muy bien —le dice para reconfortarla.

—eso espero, siento algo muy fuerte aquí en el pecho, mi corazón late demasiado rápido, siento un miedo infinito de qué las cosas no salgan como yo espero —.

—verás que sí, sólo trata de respirar profundo y enfocarte en ese momento tan especial para las dos —le aconsejó.

Sólo unos pasos los separaban de la habitación donde se encontraba Carolina, aquella mujer que hacía tan sólo unos días acababa de despertar de un terrible letargo de muchos años, pero por fortuna estaba de regreso, y ahora tendría la posibilidad de comenzar de nuevo y transitar un camino juntas. La puerta se abrió, Maximilien, abrazaba a Helena conduciéndola hacia donde se encontraba la cama, Carolina todavía no podía levantarse, pero bastó con solo verla para qué una gran emoción se instalará en su pecho. Helena también estaba muy emocionada, era la sensación más maravillosa que hubiese podido sentir, un sentimiento indescriptible y especial, nunca con Clarisa había experimentado algo igual, por lo que inmediatamente se dio cuenta que la conexión entre madre e hija era algo tan grande que no podía romperlo nadie.

—Hija —se escuchó una voz que resonó por toda la habitación.

—madre —contestó ella profundamente emocionada.

Quedaron frente a frente, y cuando sus miradas se cruzaron, se produjo un mágico momento.

—por fin puedo verte, no creí que la vida me concediera el milagro de poder estar a tu lado, mi niña —expresó Carolina con una emoción que sobrepasa todo entendimiento.

Helena estaba paralizada, quería abrazarla, pero no se atrevía, esa sensación era tan grande que no sabía cómo canalizarla, no obstante ese momento significaba algo tan valioso para ella.

—perdóname por tanta ausencia, mi amor, siento tanto haberte dejado sola tanto tiempo, perdimos tantos años, tantas oportunidades, pero estoy aquí, mamá está de regreso —le dijo.

El llanto en ambas no se hizo esperar, fue un instante sublime, y por fin Helena se arrojó a los brazos de su madre y la abrazó con el alma.

—mamita, eres tú, no puedo creerlo, esto parece un sueño, un maravilloso sueño del cual no quiero despertar nunca —repetía con la voz desgarrada por el llanto.

—sí, hermosa, soy yo, tu mamá, y estoy aquí, contigo para no separarnos nunca, nunca más —contestó llenándola de besos.

Maximilien las observaba a la distancia, no quería intervenir, pues ese momento únicamente les pertenecía a ellas, pero le conmovía profundamente todo lo que estaba pasando. Por otra parte, Bianca y Úrsula se preparaban para ir a la mansión de los Adams, querían hacerse notar, hacer presencia con Max y Victoria, ya que con la aparición de Helena y el regreso de Carolina, las cosas se iban a poner bastante difíciles para ellas, y pretendían ganar todo el terreno que fuera posible, querían involucrarse en la vida familiar para así tener oportunidad de seguir con sus trucos sucios.

—no podemos confiarnos, madre, es mejor que estemos allá, presentes en todo momento para qué esos ancianos decrépitos sepan que formamos parte de su familia, que estuvimos todos estos años con ellos, no es justo que por culpa de esa advenediza y la tonta de su madre, ahora vayamos a perderlo todo —dijo Bianca con una rabia descomunal.

—esos viejos son unos tontos, hijita, ahora lo que tienes que hacer, es lograr que Max te haga parte del grupo de accionistas, sólo así podemos ir ganando terreno y asegurar un lugar en el testamento —sugirió su maquiavélica madre.

—dudo mucho que ahora qué Helena y Carolina forman parte activa de sus vidas, Max y Victoria vayan a tenerlas presentes a ustedes—agregó su esposo haciendo gala de toda la sinceridad que le caracterizaba.

—cállate, eres un pusilánime, si no vas a ofrecerme una solución real, mejor quédate callado, verás como logro mi objetivó, y para eso no te necesito —espetó Bianca.

—verás como algún día dejarás de humillarme, maldita —pensó él.

Las cartas estaban echadas sobre la mesa, y mientras Helena , sus abuelos, Maximilien y su madre disfrutaban de esa plenitud que les había regalado la vida, sus familiares cercanos buscaban la manera de quedarse con la fortuna familiar a como diera lugar.

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