




Capítulo 58.
Maximilien conversaba con Helena a la orilla de la piscina, habían decidido pasar un día en familia, disfrutando de los últimos momentos que pasarían en casa de los Adams.
—me alegra que nuestros hijos crezcan sanos y fuertes dentro de ti —dijo el mientras acariciaba el vientre de Helena .
—nunca imaginé que la maternidad fuera algo tan lindo, es una transformación desde adentro, me siento con una plenitud que jamás había tenido la oportunidad de experimentar —contestó ella con una sonrisa resplandeciente.
—eso me hace muy feliz, lo único que quiero es qué nuestra dicha jamás termine —.
—me da miedo que toda esta felicidad no sea más que un sueño, y que cuando abra mis ojos todo esto que nos está pasando desaparezca —exclamó ella.
Maximilien rodea sus hombros con sus brazos y le da un tierno beso, y luego la mira con esos intensos ojos azules llenos de amor y ternura que le hacen sentir protegida.
—no vuelvas a decir esas cosas, todo esto es verdadero, nunca debes tener duda —aseguró.
—Discúlpame, lo que pasa es que estoy sensible, supongo que se debe al embarazo —respondió ella.
El asintió y le dedicó una hermosa sonrisa lo cual provocó que ella se sonrojara.
—Helena , tengo algo que decirte —.
—me asustas, hasta tu expresión se ensombreció, pero dime, te escucho, amor —contestó ella.
—hoy recibí una llamada de mi madre, quiere organizarlo todo para nuestra boda—anunció.
—no sé qué decirte, es muy extraño que la señora Ema tenga esa clase de comportamiento, y mucho más si se trata de mi —.
—si te soy honesto, no me creo el cambio y el arrepentimiento de mi madre, espero que no esté tramando algo, no quiero asustarte, princesa, pero cuando se trata de mi madre, cualquier cosa se puede esperar —manifestó.
Helena vio reflejada la preocupación en los ojos de Maximilien, no quería que él se sintiera mal, así que lo abrazó y trató de infundirle tranquilidad aun cuando ella tampoco confiaba en las buenas intenciones de Ema.
—Nada ni nadie podrá separarnos, Maximilien, hemos pasado por tanto, pero ahora estamos más unidos que nunca y eso es lo único que debe importarnos —expresó ella con una calidez que lo envolvía por completo.
—tienes razón, no me hagas caso, tal vez me contagiaste tu sensibilidad —dijo él para después cargarla en sus brazos.
Cuándo sus cuerpos estaban tan juntos, el corazón de ambos se desbocaba, era imposible no percibir la química que flotaba en el aire cada vez que sus labios se encontraban dando rienda suelta a la pasión.
—Basta, amor, eres incorregible, cualquiera podría vernos —lo reprendió ella tratando de zafarse de su agarre.
Maximilien esbozó una sonora carcajada, le gustaban esos juegos entre ellos, que nunca se perdiera la esencia que los hacía conservar esa fórmula perfecta.
—te dejo por algunas horas, tengo algo importante que hacer, preciosa, nunca olvides que te amo y que lo eres todo para mí, tú y esos pequeños ángeles que vienen en camino —le dijo.
—¿Quieres que le diga al chofer de mi abuelo que te lleve? —Preguntó ella.
—no es necesario, le he pedido al señor Adams uno de los coches de la casa, en un rato regreso —señaló.
—espero que no te tardes mucho, tengo algo preparado para los dos —informó Helena .
—me encanta, estaré esperando ansioso ese momento —contestó mientras se acercaba más a ella.
Maximilien colocó sus manos en la cintura de Helena , la apretó contra su pecho y pasó sus labios por sus mejillas, su boca, y su cuello, su respiración entrecortada decía lo que estaban sintiendo, pero en ese momento, no podían continuar con esa experiencia que envolvía sus sentidos, él tenía que irse, lo cual a Helena le resultaba un poco extraño, ya que sus negocios los llevaba a cabo a través de la computadora y el teléfono, no obstante, debía confiar en él y no cuestionar su proceder, pues sabía perfectamente que él nunca haría nada que pudiera dañar su relación.
Bianca llegaba a la casa de la familia Adams, necesitaba cerciorarse de alguna manera sobre los planes del abuelo en cuanto a su testamento, así que había tomado la determinación junto con su madre, de ir a visitarlos para después escabullirse en su despacho para encontrar el documento y desaparecerlo si este no le favorecía. Llegó a la casa y Bruno el mayordomo le anunció que los abuelos estaban resolviendo algo importante, por lo que la hizo pasar a la sala de estar para que pudiese esperarlos. Una vez que encontró el momento propicio para poder subir al despacho, avanzó con paso rápido para tratar de llegar lo más pronto posible sin que nadie pudiera descubrirla. Entró inmediatamente empezó a hurgar entre los cajones para encontrar el testamento, pero no estaba por ningún lado, estaba perdiendo la paciencia, y de repente pensó que probablemente ese documento debería estar en la caja fuerte.
—maldita sea, seguramente tiene guardado el testamento en la caja fuerte, ¿pero cuál será la combinación?, Tengo que encontrarla antes de que alguien venga —pensaba en voz alta.
Colocó varias combinaciones, pero ninguna daba el efecto deseado, Bianca era una mujer muy temperamental que constantemente perdía los estribos, y si las cosas no salían de acuerdo a sus planes, el descontrol se apoderaba de ella.
—viejo decrépito, tenías que ponerme las cosas difíciles, pero ya me encargaré de ti y de la patética tía Victoria —espetó con rabia.
Estaba tan molesta que lanzó al piso el jarrón con flores que el abuelo tenía sobre su escritorio, a la abuela Victoria le gustaba que el despacho de su esposo estuviese totalmente armonizado para que él pudiera trabajar con tranquilidad. Helena se encontraba pasando por allí, y al escuchar el ruido entró súbitamente al despacho, lo cual dejó a Bianca petrificada, pues no se esperaba que Helena pudiera aparecer en el momento menos pensado.
—¿Qué sucede Bianca? —Preguntó ella de repente.
—Helena , ¿tú por aquí? —le preguntó con desdén.
—Es el despacho de mi abuelo, además escuché ruidos y decidí entrar para verificar que todo estuviera bien —respondió muy segura de sí misma.
—pues como puedes darte cuenta, todo está perfecto, he estado mucho tiempo, años junto a mis tíos, y si vine aquí fue para buscar un libro, porque si no lo sabías, a tu abuelo le encanta la buena literatura, en eso somos muy parecidos él y yo —dijo tratando de hacer sentir mal a Helena .
—pues qué bueno que me lo dices, así ya sabré que regalarle en su próximo cumpleaños —contestó ella con total naturalidad esquivando por completo su veneno.
—¿Y dónde está tu marido?, Espero que no se haya aburrido tan rápido debido a tu embarazo —continúa provocándola.
—no acostumbro a vigilar sus entradas y salidas, de vez en cuando también es sano que cada uno tenga su espacio, ¿no lo crees? —.
—si yo estuviera en tu lugar, y tuviera un hombre como ese a mi lado, no lo dejaría ni a sol ni a sombra, no vaya ser qué una mujer con mayores alcances termine por acapararlo, es un consejo que te doy, querida prima—soltó con toda intención.
El rostro de Helena se desencajó, estaba muy sensible y todos los comentarios le afectaban, sobre todo si eran comentarios malintencionados como los de Bianca, así que tomó el suficiente aire como para llenar sus pulmones, y busco por todos los medios tranquilizarse y apartar de su mente aquellos malos pensamientos que Bianca había intentado sembrar en ella a propósito. Ambas salieron del despacho, pero Helena estaba muy cansada, así que decidió retirarse a su habitación, Bianca espero por un rato más, pero al ver que no llegaban, se marchó de la mansión para regresar en otra oportunidad y así encontrar el documento del testamento por fin.
Los abuelos habían acompañado a Maximilien sin que Helena lo supiera, les pidió su consejo para darle una gran sorpresa, ella no se esperaba lo que le tenían preparado, no obstante, el comentario de Bianca le daba vueltas en la cabeza, e incluso cuando estaba dormida, una pesadilla se apoderó de ella.
Diana avanza provocativamente hasta donde se encuentra Maximilien, él la mira con frenesí, tratando de memorizarla con la mirada, sus ojos azules se clavan en ella mientras Diana se despoja del diminuto vestido que cubre su cuerpo, dejando al descubierto su figura espectacular frente a unos ojos que la miran hambrientos.
—¿Me extrañaste guapo? —pregunta ella con vos seductora.
—por supuesto, estos meses han sido una tortura para mí, Helena cada vez se pone más, bueno, tú sabes, el embarazo la echo ganar bastante peso y ya no tiene la figura espectacular que me volvía loco —relato él mientras la devoraba con sus labios.
—pues aquí estoy, aquí me tienes para que hagas conmigo lo que quieras —decía ella sabiendo los efectos que eso provocaba en Maximilien.
—me vuelves loco, Diana, desde que dejé de verte, he fantaseado contigo todas las noches, eres la mujer que quiero en mi cama, preciosa —decía mientras deslizaba sus manos por todo el cuerpo de Diana. sus risas se escuchaban por todas partes, así como su respiración agitada por el momento de placer que acababan de experimentar, Helena se sobresaltó, y abrió los ojos repentinamente tratando de tomar aire para recomponerse de ese terrible sueño del cual acababa de despertar. Había sido la más terrible pesadilla, y le daba terror que pudiera hacerse realidad, por una parte, pensaba que Maximilien jamás sería capaz de engañarla, pero por otra la sola idea de qué su cuerpo fuera a sufrir cambios significativos la hacía sentirse insegura. Tenía que tranquilizarse, tan sólo se había tratado de una terrible pesadilla, de la cual por fortuna ya había despertado, necesitaba calmarse, respirar profundo, pero por más que lo intentaba, las lágrimas terminaban por aparecer, se sentía muy vulnerable, totalmente sensible a causa del embarazo que ya estaba haciendo sus primeros estragos. Bruno llegó a la puerta de la habitación, y la llamó para decirle que todo estaba preparado tal como ella había dispuesto, Helena se había olvidado por un momento de la comida que le había pedido a Bruno, incluso ella en la mañana había cocinado un postre delicioso, el favorito de Maximilien, no obstante, hizo pasar al mayordomo, tenía que hablar con alguien de lo que estaba sintiendo, y él siendo hombre, tal vez pudiera aclararle algunas inquietudes que llevaba por dentro.
—señora Helena , tiene los ojos hinchados, tal parece que ha llorado mucho, ¿hay algo en lo que pueda ayudarla? —Le dijo el fiel mayordomo.
—Bruno, no sé porque últimamente me siento tan mal, tan sensible, me siento insegura, me da miedo que cuando empiece a ganar peso, y mi figura no sea la de siempre, Maximilien deje de amarme, sé que estoy mal por pensar esto, yo sé que él me quiere, pero no puedo evitarlo—exclamó.
Él le dedicó una mirada tierna y cálida, y con voz pausada le dijo.
—se nota a kilómetros que el señor Baker la ama con locura, no tiene por qué tener miedo, usted le dará el regalo más grande que alguien puede hacer, le dará la dicha de ser padre por primera vez, además, en sus ojos se refleja el gran amor que siente en su corazón, y ese sentimiento tiene una única dueña, usted mi señora, así que no tiene por qué albergar ningún temor —expresó el mayordomo con esa gentileza que le caracterizaba.
—tienes razón, él y yo hemos pasado por tantas cosas, y ni aún el tiempo ni la distancia, pudieron separarnos, y mucho menos pasará ahora, soy una tonta, seguro debo estar sensible por el embarazo, que esto quede entre nosotros, será nuestro secreto, Bruno, ¿te parece? —Propuso ella.
—así será, mi señora, usted tranquila, verá como muy pronto esos malestares desaparecen, y su estado de ánimo vuelve a ser el de siempre, y ahora le aconsejo que se arregle, porque el señor Baker debe estar por llegar —le aconsejó.
Ella asintió y procedió a seguir el consejo de Bruno, quería que Maximilien la encontrara muy hermosa, para que pudieran juntos disfrutar de la comida que tenía preparada para él en el jardín.