




Capítulo 49.
Maximilien y Helena entraron a la oficina, y aun cuando sabían que ese no era el lugar propicio para estar juntos, si sería un preámbulo demasiado excitante para terminar con el enfriamiento que se había producido entre los dos.
—Me encanta que hayas venido, me alegra mucho que hayas dejado todo para estar un rato conmigo.—Exclamó con gran efusividad.
—Sabes que no hay nada en el mundo te ame más que estar contigo, así que ahora sólo importamos tú y yo, sólo quería decirte que cuando regreses a casa, encontrarás una hermosa sorpresa.—Le anticipó ella.
—Interesante, ¿Y por qué no me das un adelanto de lo que me espera?—Le pidió con la respiración entrecortada y con las pupilas dilatadas ante el gran deseo que sentía al tenerla cerca.
Ella contestó con un gran beso en los labios y caricias un poco sugerentes, como un presagio de aquella noche romántica que les esperaba al llegar a casa.
En la tomó por la cintura y la sentó sobre sus piernas acariciando delicadamente su espalda, su cabello y sus mejillas.
—Eres la mujer perfecta, mi amor, nunca voy a dejar de darle gracias a la vida por haberte puesto en mi camino.—Afirmó con vehemencia.
—Los dos somos afortunados por habernos encontrado, mi vida.—Dijo ella.
Sus labios se unieron en un gran beso sinónimo de la pasión que compartían, era como un volcán que los envolvía hipnotizándoles por completo , pero desafortunadamente el intercomunicador no dejaba de sonar, así como el móvil de Maximilien, así que al unísono los dos soltaron una carcajada y entendieron que aquel espacio se estaba empezando a tornar un tanto incómodo, por lo que era mejor esperar a la tranquilidad de su confortable hogar, el cual por cierto, tampoco había dado muchas oportunidades para una atmósfera romántica.
—Te espero en casa, guapo, por ahora tus deberes te llaman, no tardes mucho.—agregó ella.
—Solo termino unos pendientes, y te alcanzo, le pediré al chofer que te lleve, no me gusta que andes sola por ahí, y menos con este bebé al que tenemos que cuidar muchísimo.—Señaló comprensivo.
—No es necesario, puedo irme sola cariño.—
—Nada de eso, sé que mi mujer es muy independiente, pero con los peligros que hay por ahí, es mejor tomar precauciones, preciosa.—
Ella asintió y después le dedicó una cálida sonrisa, sabía que tenía razón, ya que Evan Jefferson todavía estaba libre, y mientras eso sucediera, ningún miembro de la familia podría estar tranquilo.
Poco después ella llegó a la casa, por supuesto fue directamente a buscar a su hermana para ver cómo estaba, y cuál sería su sorpresa al encontrar su habitación vacía, ninguna de sus cosas estaba en su lugar, lo cual la preocupó de sobremanera, salió a toda prisa a preguntarle al personal de servicio que si la habían visto, Max se acercó y empezó a relatarles todo lo acontecido con Ana y lo que ella le había pedido encarecidamente.
—No quiso despedirse de nadie, señora Helena , quise convencerla, pero ella necesitaba dar ese paso, me pidió que le ayudara, parece que llevaba tiempo investigando sobre un internado en Europa, donde podría seguir estudiando y terminar una carrera tal como la señora Clarissa y usted querían.—Le dijo.
Las lágrimas empezaron a brotar de los hermosos ojos de Helena , le entristecía profundamente que su hermanita una vez más la hubiese dejado al margen de todo, que no le hubiese tenido la confianza para contarle su sentir, para manifestarle lo que llevaba por dentro, pero aun cuando le dolía profundamente, era mejor respetar su decisión.
—Esto me duele en el alma, Matt, es mi hermana, y siento que no la conozco, que no hay confianza entre nosotras, que nada nos une, así que, aun cuando esto me parta el alma, la dejaré ir, que emprenda su camino y si algún día me necesita, aquí estaré.—Expresó por fin.
—Eso es lo más sano, mi señora, ella se veía tranquila, tenía una paz en sus ojos que no le había visto desde hacía mucho tiempo.—Le contó el mayordomo.
—Con eso me basta, si ella es feliz, yo también lo seré.—Reconoció.
Pero sin duda un paso muy difícil para Helena , había estado tan acostumbrada a cuidar de su madre y de su hermana, que ahora que ya no las tenía como una constante en su vida, le resultaría prácticamente imposible continuar como si nada hubiera pasado, pero era momento de pensar en ella y en su familia, además, estaba el asunto de su madre biológica, quien también la necesitaba y que por estar pendiente de Ana no había podido ir en su búsqueda.
Por otra parte, Diana y Tony se reunieron con Elena para ver los avances que llevaba en el tiempo que tenía infiltrada en la empresa de los Baker, llevaba más de un mes allí y querían ver resultados tangibles que hasta el momento, ella no había podido darles.
—¿Para cuándo conseguirás lo que te hemos pedido, Elena?—Preguntó Tony furioso.
—No son caramelos, cariño, este hombre es más difícil de lo que pensé, tiene demasiada moral y escrúpulos, cualidades que no se ven en los hombres de hoy en día.—Puntualizó.
—No estamos aquí para que enumeres las cualidades de Maximilien sino para que lo conquistes, para que te lo lleves a la cama.—Soltó Diana histérica y completamente fuera de control.
—Sólo necesito un poco de tiempo más, haré que el hombre caiga rendido a mis pies, lo único que me preocupa es esa idiota de Helena Andrews, que ahora se la quiere dar de dama seductora y se presenta en la oficina para tenerlo comiendo de su mano.—Les explicó.
—Quiero que mantengas a Helena fuera de todo esto, te contratamos para qué sedujeras a ese idiota de Baker, y eso es lo que harás si sabes lo que te conviene.—Le advirtió Tony.
—Mira papito, cuida muy bien tus palabras, a mí no me vas a tratar como una basura, estoy haciendo mi trabajo y tienes que esperar, y los daños colaterales que existan en el trayecto, no son mi problema, así que te aguantas.—Le dijo la mujer con aires de superioridad lo cual los dejó boquiabiertos.
Elena se marchó y los dejo allí, no les quedaba más remedio que hacer las cosas tal como tenían previsto, pues de nada les serviría apresurarse y echar a perder lo que ya llevaban ganado, para intentar obtener una ventaja que quizá nunca llegaría, conocían perfectamente a Maximilien y deberían saber que con el este asunto sería mucho más complicado que con cualquier persona. Helena estaba preparándolo todo para recibir a su esposo, tal como se lo había prometido, pensó en que ya no debería estar triste, pues si su hermana había querido marcharse, tal vez era lo mejor para que pudiera sanar su corazón e intentar recomponer su camino, estaba absorta en sus pensamientos, cuando su teléfono móvil sonó, sin pensar en quién podía tratarse, deslizo la pantalla y escucho la voz de Ana detrás de la línea telefónica.
—Helena , hermana quiero que me perdones por todo lo que te hecho, tuve que irme sin despedirme de tí, porque no sé si me atrevería a dejarte si te veo, haz sido la única persona qué has estado conmigo aún a pesar de mis errores y ya no podía seguirte haciendo más daño con mi presencia.—Le dijo sinceramente.
—No sabes lo bien que me hace escucharte hablar así, y ya no debes preocuparte por mí, te perdono de todo corazón, porque yo sólo quiero que seas feliz, y si ese camino que has elegido es tu felicidad, eso es suficiente para mí.—Contestó dulcemente.
—No sé hasta donde me lleve todo esto, pero lo que sí, es qué necesito hacerlo, porque quiero regresar siendo una mejor persona, alguien digno de estar a tu lado y al lado de tus hermosos hijos, porque sé que tendrás muchos.—Expresó.
Ambas sonrieron, y hablaron por largos minutos, fue una plática completamente diferente, una charla donde se habían dicho más de lo que se dijeron en toda su vida.
—Te amo, Ana, y quiero que siempre recuerdes que yo estaré aquí pase lo que pase, que en mí siempre encontrarás ese refugio, a esa hermana, y a esa amiga que quiere sólo tu bienestar.—
—Gracias, mi querida Helena .—Le dijo para después cortar la comunicación.
Helena sintió un soplo de tranquilidad, después de todo esa llamada significaba ese gran paso que Ana estaba dando hacia su vida futura, y hacia un cambio que parecía inminente, ahora sí, ella podría tener la libertad para ir en busca de ese eslabón perdido del origen de su nacimiento. Maximilien llegó antes de lo previsto y Helena ya lo esperaba con una gran cena romántica para dos, él le sonrió profundamente agradecido, ya que lo único que quería era compartir tiempo con esa mujer a la que tanto adoraba, y que lo significaba todo para él.
—Todo te quedó maravilloso, muchas gracias, me has hecho muy feliz. —Manifestó.
—Y esto no es nada, es tan sólo el preámbulo de lo que nos espera. —Contestó en forma coqueta.
—Sabes que cuando me hablas así no puedo contenerme, y ahora estás embarazada, si te sigues comportando de esa manera no voy a poder aguantarme. —Reconoció el un tanto apesadumbrado.
—No es necesario que lo hagas, sólo debemos ser cuidadosos, es todo, tengo el permiso de la ginecóloga, así que esta noche es nuestra. —Admitió sorprendiéndolo.
—Ay, haberlo dicho antes, entonces, creo que me quiero saltar la cena y comenzar por el postre.—Le dijo con la respiración entrecortada y empezando a devorarla con sus besos.
Definitivamente estaban cautivos el uno del otro, las tempestades no dejarían de llegar, pero mientras ese amor se mantuviera con la solidez y la templanza que hasta ahora habían demostrado, ninguna tormenta arrasaría con ese noble sentimiento que ahora parecía más grande que todo, un amor a prueba de fuego, de ausencias, de distancia, de tantas adversidades, pero aun así, se había mantenido intacto, y eso era lo único que importaba.