




Capítulo 47.
Había pasado un mes desde que Ana desapareció, no había un día en el que Helena o hubiese tratado de encontrarla incansablemente, Maximilien la estaba apoyando en todo, pero parecía que a su hermanita se le había tragado la tierra, sabían perfectamente quién había sido su captor, pero como era un hombre tan poderoso, era poco lo que las autoridades hacían para ayudarlos, así que tuvieron que actuar por su cuenta y desplegar un gran equipo para indagar sobre su paradero.
—Helena , ¿Dónde estás mi amor?—Preguntó Maximilien levantando un poco la voz.
—Estoy aquí, cariño.—contestó ella por fin limpiándose las lágrimas para no preocuparlo.
—Conmigo no tienes que disimular pequeña, sé perfectamente cómo te sientes, y te entiendo, pero te tengo una buena noticia, nos han dado una pista que quizá si tenemos suerte, nos pueda llevar al paradero de Ana.—Le informó.
Helena se sobresaltó, pues aquella era una noticia maravillosa, y deseaba con todo su corazón que pudiera ser verídica, y prometió que si la encontraba, se esforzaría al máximo por ayudarla a cambiar de rumbo.
—¿Entonces que estamos esperando?, Vayamos a buscarla.—Se precipitó ella visiblemente emocionada.
—Escúchame, no quiero que te hagas demasiadas ilusiones, pueda que esta, también sea una pista equivocada.—Trata de explicarle tomando su mano.
—Estoy segura que no lo será, tengo la corazonada de qué esta vez la encontraremos, mi amor.—Exclamó con vehemencia.
—Deseo de todo corazón que así sea, pero si no, por favor, necesito que estés tranquila Helena , piensa nuestro hijo, desde que Ana desapareció tú no has tenido un momento de calma, y eso no es bueno para tu embarazo.—
Ella se detuvo un momento a pensar en las palabras que él acababa de decirle, y tenía razón, por todas las tragedias que últimamente habían pasado en su familia, no se había detenido a pensar o a disfrutar su embarazo ni siquiera un poco, así que asintió y se preparó para acompañarlo.
—Déjame ir contigo, no puedo quedarme aquí como si nada hubiera pasado.—Suplicó ella.
—De ninguna manera, tú te quedas aquí, por ningún motivo voy a arriesgarte y en eso si no acepto discusión.—Contestó tajantemente.
Sabía que Maximilien hablaba completamente en serio, cuando él tomaba una determinación, no había nada ni nadie que lo hiciera cambiar de opinión, así que no le quedó más remedio que aceptar quedarse en casa, para lo cual le pidió a Karen que viniera a acompañarla. Ella se puso feliz cuando la vio entrar, se abrazaron con la fuerza de su amistad que las arropaba por completo, su amiga siempre había estado en los momentos buenos y malos, y había sido la hermana que a ella le habría encantado que Ana pudiera ser.
—Me quedaré contigo, sabes que nunca te dejaría sola, amiga de mi corazón. —Le dijo.
—Tu compañía significa tanto para mí, eres como mi hermana, como me había encantado que fuera Ana conmigo. —Exclamó con lágrimas en los ojos.
—Helena, tú y yo quedamos en algo. —Espetó Maximilien.
—Lo que pasa es que está sensible por el embarazo, eso aunado a lo que está pasando, es imposible, pero sólo las mujeres podemos entendernos, así qué, Superman, ve a rescatar a Ana y tráela aquí por favor. —intervino Karen.
—Quisiera tener esa seguridad, pero te prometo que haré todo lo que esté a mi alcance por traerte a tu hermana, hermosa. —Prometió mientras se despedía de su mujer con un beso en la frente.
—Muchas gracias por todo, tú siempre has sido mi héroe, me has ayudado en los momentos más difíciles, y siempre has estado para mí cuando te he necesitado, te amo tanto, por favor cuídate mucho, no soportaría que algo malo pudiera pasarte.—Dijo ella.
El salió y ellas se quedaron a solas, Karen hacía todo lo posible por tranquilizarla utilizando sus acostumbradas bromas, pero no esos momentos era imposible para Helena tranquilizarse, el tiempo pasaba y seguían sin tener noticias sobre el paradero de su hermana, lo cual resultaba cada vez más preocupante. Un gran equipo de seguridad llegó hasta las instalaciones de una gran casa a las afueras de la ciudad, la pista que les habían dado tenía toda la lógica, así que era bastante probable que pudieran encontrarla, lo que no sabían era en qué condiciones estaría ella.
—Ésta es la casa, Señor Baker, testigos afirman que aquí hay movimientos bastante extraños, y que una vez trajeron a una joven con las características de Ana.—Le explicó el investigador.
—Entonces entremos a buscarla.—Indicó el.
—No podemos hacer eso sin una orden del juez, podríamos meternos en graves problemas.—Señaló.
—Me importa un reverendo pepino la dichosa orden del juez, entremos de inmediato, contamos con la suficiente gente y no quiero esperar.—Expresó tajantemente.
Ante la indicación de Maximilien, el investigador dio la orden para que el equipo con el que contaban ingresara a las instalaciones de la casa, por fortuna había tan sólo dos guardias de seguridad en la puerta, a quien fue fácil sacar de circulación, por supuesto los imposibilitaron para que avisaran a su jefe, pues si Evan Jefferson se lo proponía, podía llegar con un ejército a evitar que se pudieran llevar a la joven en el caso de qué se encontrara allí.
—Ana, somos nosotros, ¿Estás aquí ?—Gritaba Maximilien tratando de encontrarla.
Por fortuna, Ana se encontraba en una de las habitaciones, y a lo lejos escuchó la voz de su cuñado que la llamaba insistentemente, estaba en un estado tan lamentable que pensaba que se trataba de una alucinación, pero se aferró a la más mínima esperanza y emitió un grito con las últimas fuerzas que le quedaban.
—Es ella, parece que se encuentra por acá, vayamos.—Ordenó.
Todo el personal que se encontraba en la casa, ya había sido detenido para que no pudieran avisar a Evan, Ana se encontraba en la habitación, y sería cuestión de tiempo para poder llevársela. Cuando Maximilien pudo constatar con sus propios ojos el estado tan lamentable en el que su cuñada se encontraba, se entristeció profundamente, su rostro estaba tan golpeado, y su cuerpo tan débil y escuálido, parecía que había sido golpeada brutalmente y ultrajada una y otra vez por las huellas de tortura que se vislumbraban.
—Ana, gracias a Dios que te encontramos, tranquila, ya estoy aquí, pronto te sacaremos de este lugar, te lo prometo.—Le dijo.
Ana asintió débilmente, casi no podía hablar, estaba tan lastimada que apenas y tenía fuerzas para respirar. Pronto salieron de la casa, pero cuando se encontraban en las afueras, Evan y un grupo de guardaespaldas llegaron a impedirlo.
—¿Qué crees que haces Baker?, Esa mujer es mía, me pertenece, así que no puedes llevártela.—Exclamó Evan con voz imponente.
—ella no es un objeto, Jefferson, y por supuesto que me la llevaré, es mi cuñada y la tienes aquí en contra de su voluntad, así que si sabes lo que te conviene no te interpongas en mi camino o me vas a conocer.—Advirtió Maximilien.
—Eres tú el que parece no conocerme, te dije que esta mujer es mía, y no te tengo miedo.—Contestó altivo.
—Bien, si quieres medir tus fuerzas, hagámoslo, pero tú y yo, frente a frente como hombres a ver si te atreves.—Lo reta viéndolo directamente a los ojos.
Evan era un hombre que no le tenía miedo a nada al igual que Maximilien, así que se enfrentaron en una encarnizada pelea hasta que Jefferson quedó bastante lastimado en el piso, sus guardaespaldas quisieron detenerlo, pero no fue posible, la gente de Maximilien lo superaba en número, y eso hizo que por primera vez perdiera el control.
—Esto no se va a quedar así, Baker, te juro que me las voy a cobrar donde más te duele.—Sentenció Evan.
—Lo vas a intentar, aunque dudo mucho que puedas hacerlo, maldito cobarde, así que cuídate, porque te voy a seguir los pasos hasta que logre que te pongan tras las rejas como la rata que eres.—Contestó seguro de sí mismo.
Se marcharon en sus vehículos dejándolo atrás, su equipo no pudo hacer nada para ayudarlo, y eso para Evan era lo peor que le podía pasar, así que le habían dado un motivo muy grande para querer vengarse y desquitarse por hacerle pasar semejante ridículo, por lo que quién sabe a lo que tendrían que exponerse en el futuro a causa de esa situación.
Helena no paraba de dar vueltas por toda la casa, estaba a la espera de noticias, le resultaba sumamente preocupante que todavía nadie se hubiera comunicado con ella para avisarle que había sucedido.
—Ya mujer, me estás mareando con tantas vueltas, trata de controlarte, recuerda que estás embarazada. —La reprendió Karen.
—No puedo calmarme Karen, es mi hermana, se trata de mi hermana, ustedes me piden que me tranquilice, pero no puedo hacerlo. —Contestó.
Ella se acercó y le tocó suavemente el vientre para tratar de explicarle a qué se refería.
—Por este bebé que llevas en tu vientre, por él te pido que te tranquilices, por favor.
Helena se detuvo un momento y avergonzada se dio cuenta que no estaba pensando en el bienestar de su hijo.
—Dios mío, mi bebé, perdóname hijito, te prometo que cuando todo esto pase nos dedicaremos a preparar tu llegada.—Prometió.
—Eso es amiga, así me gusta escucharte, entusiasta y tranquila.—
Muy pronto, Helena recibiría la noticia del grave estado de salud de su hermana, un mes después de la muerte de su madre, tendría que enfrentarse al mismo panorama que tanto dolor le causó, por lo que tendría que buscar las fuerzas y lo más profundo de su alma, en el futuro nacimiento de su hijo, y en el gran amor de Maximilien.