




Capítulo 46.
Entre más leía, el dolor de Helena aumentaba, no podía creer que toda su vida había sido una mentira, por una parte, entendía las razones de su padre para guardar silencio, pero se le hacía injusto que le hubiesen ocultado algo tan importante para su existencia. Se limpió las lágrimas que empapaban sus mejillas, respiro profundamente tratando de llenar sus pulmones del mayor aire posible, ya que por minutos sentía que la respiración le faltaba debido al intenso dolor que estaba experimentando, tomó la carta entre sus manos y continúa con su lectura, para lo cual tuvo que llenarse de valor, pues sabía que lo que le esperaba sería algo muy grande que definitivamente le cambiaría la vida.
—Hijita querida, a veces en nuestro afán de procurar el bienestar para nuestros hijos, incurrimos en terribles errores que después nos cuestan muy caros, en mi caso así fue, ya que mi vida junto a Clarissa fue un trance muy difícil como bien sabes, siento tener que decirte esto a través de este medio, pero tienes otra familia, una madre y unos abuelos maternos quienes desconocen tu paradero, aquí anexo todos los datos sobre su localización.—Escribía su padre seguramente dejando todo el corazón con cada palabra.
—Mi madre está viva, ¿Pero entonces por qué nunca me buscó?—
Se preguntaba una y otra vez.
La mente de Helena se llenó de dudas, se preguntaba constantemente que más habría tras la historia de su nacimiento, no podía perder tiempo, así que se dispuso a continuar con la lectura.
—Cuando tu madre enfermo, después de tu nacimiento, tus abuelos querían quitarme la custodia y quedarse contigo, yo no pude soportarlo, un día mientras yo estaba trabajando, se llevaron a tu madre, y también a ti, tiempo después me dijeron que ella había muerto y que tú te quedarías junto a ellos, como te dije antes, no pude soportar un dolor tan grande, así que entré a la casa de tus abuelos y te lleve conmigo, fue hasta varios años más tarde que me enteré que tu madre tan sólo estaba en coma, no sé si habrá despertado, jamás volví a saber nada de ella, pero créeme que esa mentira me dolió en el alma, acabó con mi existencia, sólo que yo tuve que casarme con Clarissa para protegerte y darte un hogar y también una madre, creo que cometí un grave error, ahora lo sé, porque nunca fuiste realmente feliz, sé que eres una muchacha maravillosa e inteligente que sabrá salir adelante por sus propios medios, te amo hija y te pido que me perdones por no haberte dicho la verdad es el principio, recibe mi amor eterno hijita de mi alma.—Finalizó su padre.
Era el momento de muchas verdades al descubierto, Helena ahora se había encontrado con que tenía una nueva familia, una familia a la cual nunca conoció pero que seguramente la necesitaban, sobre todo su madre, ya que si ella estaba enferma, saber de ella seguro le ayudaría , esperaba de todo corazón que ella se hubiese recuperado por completo y que hubiera salido del estado de coma en el que se encontraba, pero si no fuera así, de cualquier forma iría a buscarla. Por otra parte, Evan había secuestrado a Ana, ella estaba aterrorizada, pues había caído en las garras del tipo que había mandado a hacerle daño a su madre sin ningún tipo de contemplación, no imaginaba lo que podía esperarle a ella. Y la llevaron a una habitación y le dieron todo lo que necesitaba, y aún a pesar de suplicar porque la dejaran ir, sus súplicas fueron en vano, nadie la escuchó, por el contrario, solamente provocó que se burlaran de ella una y otra vez. Los hombres salieron de la habitación, y ella empezó a golpear las cosas a su alrededor y a llorar desconsoladamente.
—Mamá, perdóname, otra vez volví a equivocarme, debí escuchar a Maximilien y a Helena y ahora estaría a salvo, ayúdame mamita, te lo ruego.—Gritaba ella desconsoladamente.
Se tiró sobre la gran cama de la habitación, y de pronto escucho pasos seguidos de unas llaves abriendo la cerradura de la habitación, volteó y vio sobresaltada la imponente figura de Evan, su captor, el hombre que le había hecho tanto daño. Ella quiso levantarse, pero el de unas cuantas estancadas llegó hasta donde estaba ella sujetándola fuertemente con su cuerpo sobre el de Ana.
—Suéltame maldito, me quitaste lo que más quería, mataste a mi madre y por eso te odio, te aborrezco, eres un infeliz.—Le gritaba ella golpeando lo fuertemente.
Evan no pensaba permitirle absolutamente nada, así qué le dio una fuerte bofetada que provocó una fuerte hinchazón en su rostro debido a la intensidad del golpe.
—La única culpable de la muerte de tu madre eres tú, gatita. Si te hubieras portado bien y hubiera sido buena conmigo, nada de esto hubiera pasado, tu mamita seguiría viva y tú y yo la pasaríamos muy bien, pero ahora eres mía y estás bajo mi poder y no vas a salir de aquí , porque si lo intentas, correrás el mismo destino que la pobre de Clarissa.—Le advirtió.
—Pues entonces mátame de una vez, ya no te tengo miedo, maldito pervertido.—Contestó la joven en plena rebeldía y sin nada que perder puesto que su vida ya no le importaba.
—Deja de desafiarme, mocosa estúpida, ahora mismo te voy a enseñar, quién es Evan Jefferson y vas a aprender a respetarme te guste o no.—Le dijo.
El hombre empezó a rasgar sus vestiduras, y dentro de poco el cuerpo de Ana estaba expuesto y él empezó a tomarla a su antojo, ella gritaba y lloraba con desesperación, pero él no tenía ningún tipo de compasión, sólo quería saciar sus instintos y conseguir sus oscuros propósitos. Después de haber hecho todo lo que quiso con ella, Evan se levantó de la cama y empezó a vestirse, y luego se dirigió a ella para seguir intimidándola.
—¿No estuvo nada mal verdad?, Yo sé que también lo disfrutaste, pequeña.—Le dijo en tono repulsivo.
Ella no lo miraba, pues había perdido la conciencia después del dolor que le provocaban los golpes y las vejaciones que él estaba cometiendo con su persona.
—No quiero que te mueras, así no me sirves, no te preocupes, en un momento vendrá el doctor y se encargará de qué estés bien, ¿Ves porque debes portarte bien? Si lo hicieras no tendría qué tratarte así. —Le decía mientras le daba un beso en la frente.
Ese hombre era un ser sin escrúpulos, alguien completamente enfermo capaz de cometer las peores atrocidades, y si Ana lograba superar la crisis, el infierno que le esperaba sería terrible mientras permaneciera en las garras de aquel ser repulsivo. El investigador logró tener acceso a las cámaras de seguridad aledañas al hospital y salió a relucir que Ana, en efecto fue secuestrada, al final de cuentas, Evan Jefferson se había salido con la suya, logrando llevársela, así que se lo informó a Maximilien.
—No puede ser, Tom , ¿Cómo pudimos descuidarnos así?, Mi cuñada es un caso muy difícil, pero nunca pensé que se expusiera de esa manera sabiendo lo que acaba de pasar.—Exclamó.
—Ahora ese hombre la tiene en sus manos, y por el antecedente de Clarissa, se ve que es un sádico, así que quién sabe por todo lo que tendrá que pasar, pobre chica.—Lamentó.
—Debemos darnos prisa, no hay tiempo que perder, informa de inmediato a la policía , también debemos actuar por nuestra cuenta, es de vida o muerte.—Indicó.
Las cosas estaban bastante complicadas, y seguramente lo que vendría sería mucho peor, por una parte, Helena y los fuertes descubrimientos, pero por la otra estaba Ana, en manos de ese psicópata que no tenía límites. Maximilien salió presuroso, debía avisar a Helena de lo ocurrido, así que se dirigió a la casa de Clarissa donde la había dejado, esperaba que ella ya hubiese podido hacer lo que deseaba, lamentaba tanto tener que darle una mala noticia con respecto a su hermana, pero por las cosas ocurridas en el pasado, era mejor decirle la verdad, eso haría que su relación funcionara mucho mejor, y además ella era su hermana, y tenía todo el derecho de estar enterada de todo lo que aconteciera. La puerta de la entrada estaba entre abierta, así que entró, pero no la encontraba por ningún lado, supuso que estaría en la habitación de su padre, por lo que fue finalmente allá, ella estaba en el piso, envuelta en llanto, así que el corrió a abrazarla sentándose junto a ella y recostándola sobre su pecho.
—¿Qué pasa mi amor?, Me voy un rato y mira cómo te encuentro, por eso no quería dejarte sola.—Dijo .
—Encontré la carta, Maximilien.—
Contestó llorando.
Ella puso la carta en sus manos, y él comenzó a leerla, comprendiendo inmediatamente porque Helena se encontraba en ese estado.
—Entiendo cómo te sientes, mi amor, pero no estás sola, estoy aquí contigo y quiero que siempre lo recuerdes, juntos iremos a ver a tu mamá y a esa familia que seguro espera por tí, les va a dar mucho gusto saber que pronto llegará un bebé a sus vidas.—expresó .
—¿Y si ella está muerta?, Maximilien, ni siquiera habría podido conocerla, y decirle que me habría gustado tener la oportunidad de crecer junto a ella.—
—No pienses así, ni siquiera sabes qué ha pasado con ella, no te adelantes, una cosa a la vez, pequeña, no te tortures, por favor.—Le dijo tratando de consolarla.
Se fundieron en un abrazo, sin duda la presencia de Maximilien le daba a Helena todas las fuerzas que necesitaba para enfrentar todas las cosas que vendrían, su amor era tan grande que sin duda representaría el consuelo ante tantas adversidades.