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Capítulo 44.

Las voces de todos se escuchaban lejanas, el doctor hablaba y las voces parecían diluirse, de pronto todo se oscureció y Helena se descompensó, los brazos fuertes de Maximilien la sostuvieron evitando que cayera al piso.

—Mi esposa está embarazada, necesita atención de inmediato. —Gritó Maximilien alzando la voz por encima de todos.

El llanto desgarrador de Ana se escuchaba por todos lados, su dolor era tan profundo que en ese momento solamente quería morir, no deseando perpetuar su angustia, así que salió corriendo del hospital, estaba totalmente desquiciada, fuera de control, pasaba cerca de los coches sin que su vida le importara, lo único que quería era desaparecer de este plano para poder reunirse con su mamá y pedirle perdón por todo el daño que le había ocasionado al salir con ese hombre que sólo le trajo desgracia. Pensaba en cómo Clarissa le había aconsejado que conquistara a Evan, a pesar de todo lo que se decía de él, a ella le atrajo desde el principio la idea de subir de posición, y su madre había sido la más interesada en secundar esa relación que desde el principio resultaba muy sospechosa. Corría por todos lados, pero no estaba sola, alguien la seguía de cerca, se trataba del joven investigador que no se había apartado ni un solo instante del hospital, al parecer no sólo lo unían razones de trabajo, sino que tenía un interés especial en Ana. Mientras ella trataba de huir de esa terrible realidad, un coche frenó en seco deteniéndose a tan sólo algunos centímetros de ella, pero el joven logró atraparla para evitar que se hiciera daño.

—¿Qué crees que estás haciendo?, No seas inconsciente, Ana, ya bastante está sufriendo tu familia como para que también tú les causes un dolor tan grande.—Le recriminó.

—Déjame, no eres nadie para detenerme, yo sólo quiero morir para encontrarme con mi madre, yo la maté, por mi culpa ahora ella dejó de existir.—Se culpaba constantemente sin poder evitar el terrible llanto.

—Cometiste un error, es cierto, pero lo estás pagando muy caro ya, no es justo que sigas torturándote, hazme caso, volvamos al hospital para que puedas despedirte de tu madre.—Le aconsejó.

—Yo no puedo verla así, no lo soportaría, por favor sácame de aquí.—Suplico ella buscando encontrar en los brazos de ese extraño el consuelo que en ese momento tanto necesitaba.

—De acuerdo, ven conmigo, es mejor que te tranquilices para que puedas enfrentar lo que viene.—

El joven la sostenía y caminó con ella hacia el aparcamiento donde se encontraba su coche, cuando estaban en el interior del auto, él se comunicó con Maximilien para contarle que Ana se encontraba junto a él. Helena poco a poco empezó a recomponerse, necesitaba ser fuerte por su hijo, él y Maximilien la necesitaban más que nunca y era preciso mantenerse entera, además le había prometido a Clarissa que cuidaría de Ana, aun cuando ella no lo mereciera, al fin de cuentas se trataba de su hermana y su deber era velar por ella en la medida que la joven se lo permitiera.

—¿Te sientes mejor, princesa?—Le preguntó el.

—Estoy bien, cariño, muchas gracias por estar aquí conmigo.—Contestó ella tratando de hacerse la fuerte.

—Sabes que conmigo no tienes por qué ocultar tus sentimientos mi amor, si quieres llorar, puedes hacerlo, no te reprimas.—Le aconsejó procurando su bienestar.

—Juro qué tengo tantos sentimientos encontrados, por una parte me duele su muerte, después de todo ella fue mi madre, con todo y sus defectos, yo siempre le tuve mucho cariño, aun cuando ella no sentía lo mismo por mí.—

—No te atormentes con eso, tú fuiste una hija maravillosa, y eso es lo único que debe importarte.—Contestó Maximilien mientras le acariciaba el cabello en señal de contención.

¿Por qué no me lo dijo?, Prefirió callar, sé que hoy menos que nunca debo juzgarla, pero cuando me confesó que no era mi madre, sentí que todo mi mundo se derrumbó, que todo mi mundo era una absoluta mentira, mi padre nunca me lo dijo, prefirió guardar el secreto, tal vez porque creyó que era lo mejor tal vez, porque ella se lo pidió.—Decía Helena tratando de ordenar sus ideas.

—Ya mi amor, no te tortures más, te prometo que llegaremos al fondo de todo esto, yo te ayudaré a descubrir los verdaderos orígenes de esta revelación que te ha hecho Clarissa, pero por favor, ahora tienes que estar tranquila.—

—¿Dónde está Ana?, No la veo por ningún lado.—Preguntó preocupada.

—El investigador que contrate para saber de ellas, la llevó fuera de aquí para tranquilizarla, tu hermana está bastante afectada como podrás imaginar, esto no debe ser nada fácil para ella después de todo lo que pasó.—Le dijo.

Helena asintió, tenía la mirada perdida y un gesto indescifrable en su rostro, en ese momento un cúmulo de sentimientos y sensaciones se apoderaban de ella. Dentro de un rato, todo estaba listo para que los funerales de Clarissa se llevaran a cabo, ellos no tenían familia, tan sólo algunos amigos que quizá los acompañarían, no querían que la noticia se supiese, pues dadas las circunstancias, era mejor mantener la mayor reserva posible, así que sólo celebrarían un pequeño funeral que duraría tan sólo unas horas y después la llevarían directo al crematorio tal cómo había sido su última voluntad.

Ana llegó, Helena quería abrazarla, pero esta no se lo permitió, se mantuvo altiva y no mostró en ningún momento sus sentimientos, parecía que se hubiese cubierto con una coraza para no dejar ver lo que había en su interior.

—¿Qué rayos te pasa, Ana?, Ni en estos momentos eres capaz de dejar tu actitud egoísta de lado.—La reprendió Maximilien.

—¿Y tú quién demonios piensas que eres?, no eres mi padre, así que no quieras venir a decirme lo qué tengo que hacer.—Espetó furiosa.

Maximilien la fulmino con la mirada y la tomó fuertemente del brazo obligándola a seguirlo hacia un lugar apartado.

—Cuida como me hablas, mocosa, yo no soy tu madre que te solapaba todos tus berrinches, y claro que te voy a decir lo que tienes que hacer, ya bastantes problemas has ocasionado con tu actitud egoísta.—Soltó el sin ningún reparo.

Ana sabía perfectamente que las palabras de Maximilien estaban llenas de razón, y por más que intentó encontrar los argumentos para refutar lo que él le estaba diciendo, no pudo hacerlo, así que se acercó al féretro donde se hallaba el cuerpo sin vida de su madre. Lloró en silencio y de sus ojos brotaban un mar de lágrimas, pero ante los demás trataba de mostrarse como si no le importara lo que estuviera pasando. Helena llegó junto a ella, Ana quería apartarse y rechazarla, pero Maximilien le lanzó una advertencia con la mirada, y en ese momento Ana no podía por más que quisiera llevarle la contraria, pues ellos eran su única tabla de salvación al haber perdido a su madre.

—Ahora sólo nos tenemos la una a la otra, hermana, mamá me pidió que te cuidara, que estuviera contigo para apoyarte. —le dijo Helena suavemente.

—Te lo agradezco, pero muy pronto ya no será necesario que cargues conmigo.—Contestó.

—No seas injusta, Ana, tú no eres una carga, y no tienes por qué desquitar tu dolor conmigo.—Dijo Helena .

—¿Me podrías dejar sola con mamá?, Creo que al menos eso merezco, por lo menos tú tuviste la oportunidad de despedirte de ella, yo ni siquiera eso.—Comentó en forma de reproche.

—Sé que hablas así porque estás dolida, pero si mi madre quiso hablar conmigo fue por algo importante.—

—Como sea, entiendo porque no quiso verme y no necesito que me des explicaciones.—

Helena se alejó, con dolor veía qué su hermana jamás cambiaría, aún a pesar de todo lo malo que le había sucedido, y que por sus imprudencias habían perdido a su madre, ella seguía siendo la misma chica egoísta y soberbia de siempre, por lo que cumplir con la encomienda de Clarissa, sería prácticamente imposible. Luego de estar un rato frente al ataúd de su madre, Ana salió de la funeraria para tomar un poco de aire fresco, pero no contaba con lo que les esperaba a las afueras de aquí al recinto, un coche con los vidrios obscuros se acercó y cuando ella quiso retroceder ya era demasiado tarde, un hombre imponente se bajó y la sujetó fuertemente del brazo. Por otra parte, al ver que Ana no se encontraba por ningún lado de la sala del velatorio, el investigador se acercó a Maximilien.

—Señor, la señorita Andrews no se encuentra por ningún lado, imagino que salió para tomar aire fresco, pero dado el peligro que corre, creo que es arriesgado dejarla sola.—Agregó el detective.

—Demonios, no puede ser, otra vez Ana y su estúpida inconsciencia.—Espetó Maximilien.

Definitivamente, Ana se convertiría en un verdadero dolor de cabeza para ellos, y lamentablemente tendría que aprender a base de fuertes golpes de la vida sus propias lecciones, no le bastó con la muerte de su madre para hacer las cosas bien, ¿Qué más tendrá que pasar para que entienda?

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