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Capítulo 43.

La familia estaba viviendo momentos de angustia, las horas pasaban y los médicos todavía no permitían ver a Clarissa, Ana había despertado luego de que el efecto del tranquilizante terminara, Helena estaba junto a ella y en cuanto Ana la vio rompió en un llanto desgarrador.

—Es mi culpa Helena , mamá se está muriendo, nunca debí salir con ese maldito.—Dijo.

—No hay nada que podamos hacer, Ana, lo único que nos queda es orar para que todo salga bien con mamá.—

—Seguro debes estar furiosa conmigo, muchas veces me advertiste que tanta ambición sería mi perdición, y como siempre, tenías razón.—Exclamó Ana.

—No tiene caso recriminarte nada, ya bastante estás sufriendo con lo que está pasando.—Contestó Helena .

Ana se reincorporó y salieron de la habitación donde estaban, el doctor llegó para informarles sobre el panorama ante el que se encontraban, y por la expresión en su rostro se veía que no eran buenas noticias.

—La señora Clarissa despertó y quiere ver a su hija.—Ana se levantó de su silla, pensando que se refería a ella.

—Es a la señora Helena a quien la señora desea ver.—Comentó.

—¿Y a mí no?—Preguntó Ana con una visible tristeza en su rostro, Clarissa no quería verla a ella, por primera vez anteponía a Helena y eso le dolía profundamente.

Las lágrimas salían a borbotones, era un dolor tan grande el que sentía, todo el peso de sus malos actos le estaban cayendo encima.

—Trata de guardar la calma, es lógico que Clarissa no quiera verte en este momento, siento ser duro contigo Ana, pero no puedes seguir haciéndote daño, y haciéndoselos a los demás, espero que esto te haya servido de lección para que tengas cuidado con lo que haces.—La reprendió Maximilien.

Él no pretendía hacerla sentir mal, lo único que deseaba era que Ana dejara de seguir cometiendo tonterías que tarde o temprano terminarían por arruinar su existencia, y lo que más le preocupaba era que Helena también sería desdichada con sus actos.

Helena entró a la habitación y se llenó de dolor al ver a su madre en ese estado tan terrible.

Lucía muy golpeada, se veía claramente que esos tipos se habían ensañado con ella.

Clarissa la miró y las lágrimas empezaron a brotar de sus ojos.

No quedaba rastro alguno de la mujer fuerte y voluntariosa, aquel ser perverso que anteponía su vanidad y sus intereses había quedado de lado.

Todo el rencor que Helena pudo llegar a sentir, quedó en el olvido en ese momento al verla en ese estado tan lamentable.

—Gracias por venir, estás aquí aunque no lo merezca, eres tan buena como lo fue tu padre.—Le dijo su madre con voz débil.

—No hables mamá, descansa, vas a estar bien ya lo verás.—Respondió ella.

—No, Helena , ya no me queda mucho tiempo.—

—Por favor, madre, no hables así, tú eres fuerte, y estoy segura que saldrás adelante.—

—Escúchame por favor y no me interrumpas, necesito decirte algo importante.—Exclamó.

Ella asintió y tomó la mano de su madre, Clarissa comenzó a hablar, le preguntó por Ana y le pidió que la cuidara, ya que ella no podría hacerlo.

—Tu hermana es así por mi culpa, yo la crie para que fuera como yo, pero sé que tú harás de ella una mejor persona.—

—Tú sabes que ella es mayor de edad, y si antes no me hacía caso, ahora mucho menos.—

—Sé que no tengo derecho a pedirte nada, pero al menos búscala de vez en cuando, ahora que yo no esté, ella se sentirá muy sola.—Señaló.

—Por Dios mamá, no digas eso, no sabes cuánto me duele.—Manifestó.

—No te merezco, no merezco tu cariño y tu consideración, la vida me dio una hija como tú y no supe apreciarla, por favor, perdóname, te lo suplico, no quiero irme de este mundo sin recibir tu perdón.—

Helena sintió una opresión en el pecho, pero se obligó a respirar profundo para tratar de guardar la calma, probablemente eran los últimos momentos en los que su madre estaría con vida y ella quería estar lo más consiente posible.

—Helena , debo decirte algo que te va a cambiar la vida, algo que tenía que haberte dicho desde que murió tu padre, tú no eres mi hija.—Confesó.

El rostro de Helena se desencajó, y miraba a Clarissa con los ojos desorbitados, no podía creer lo que estaba escuchando, era como si una puñalada hubiese atravesado su corazón.

Sabía perfectamente que ella no le estaba mintiendo, pues se encontraba al borde de la muerte y no tenía caso inventar algo como eso.

—Tu madre fue el gran amor de tu papá, por eso yo lo trataba tan mal, porque sentía que él nunca me amó, la sombra de esa mujer siempre se interpuso entre nosotros, y cuando te veía a ti, era como verla a ella, eres su vivo retrato.—Le dijo.

Clarissa besó su mano y la apretó suavemente, Helena no podía articular palabra, era como si todo en su vida se hubiera tratado de una absoluta mentira.

—¿Dónde está ella?—Preguntó de repente.

—En la casa hay una carta que tu padre te dejó, léela y cuando lo hagas vas a comprenderlo todo.—

Ella no podía hablar, no sabía que decir ni cómo reaccionar, esa confesión le estaba destruyendo todo su mundo, y no encontraba la forma de asimilarlo.

—Me arrepiento tanto de todo lo que te hice y del daño que te causé, ella es muy afortunada por tener una hija tan maravillosa como tú, por favor, hija, perdóname, te lo ruego.—Le pidió entre sollozos.

Helena no pudo contenerse más, y rompió en un llanto hondo y angustiante.

—Te perdono, mamá, después de todo eres la única madre que siempre he tenido.—Contestó ella.

—Muchas gracias, mi amor, ahora sí puedo irme tranquila.—Dijo en un susurro y después cerró los ojos y emitió un largo suspiro.

Las alarmas se dispararon, Helena tembló, sabía perfectamente lo que significaba el panorama que tenía frente a sus ojos, y por supuesto que eso la aterrorizaba.

—Señorita, necesitamos que salga por favor.—Indicó el doctor encargado.

—Salve a mi madre doctor, se lo ruego.—Dijo Helena llorando.

Ella salió de la habitación y llegó hasta la sala de espera, inmediatamente al verla, Maximilien se dio cuenta de que algo malo sucedía, así que, corrió para abrazarla.

No podía decir nada, solo lloraba desconsoladamente en los brazos de Maximilien, él acariciaba su cabello y la sostenía brindándole el consuelo que  tanto necesitaba.

—Creo que ha muerto, Maximilien, mi madre, bueno la mujer que yo pensaba que lo era.—Gritó de repente.

—Ven, preciosa, tranquila, explícame, no te entiendo, ¿Por qué dices que ella no es tu madre?—

—Ella acaba de confesármelo, dijo que soy hija de otra mujer, no puedo soportarlo, Maximilien, no puedo, ahora entiendo porque nunca me quiso.—

Helena estaba desconsolada, para ella saber que Clarissa no era su mamá resultaba sumamente doloroso, no obstante, en ese momento lo más importante era que Clarissa pudiera recuperarse, después de tendrían tiempo de aclarar las cosas y podría entender como había pasado todo.

El doctor llegó y por su semblante se veía que no sería nada alentador lo que tenía para decirles.

—Lo siento mucho, la señora acaba de fallecer.—Informó el médico dejando un gran dolor en el corazón de sus hijas.

La vida les había arrebatado la posibilidad de ser una verdadera familia, Clarissa realmente se había arrepentido de todos sus actos, pero no tuvo tiempo de enmendar sus errores, su ambición la había llevado a una desgracia irreparable de la cual no habría retorno, y Ana tendrá que aprender a sobrellevar la culpa, aun cuando vivir con ese cargo de conciencia no será fácil.

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