




Capítulo 39.
Ese día estaba resultando el más especial para Helena, cada vez se sentía más unida a Maximilien, aquella felicidad que estaba experimentando, era como un bálsamo, algo difícil de creer, pues durante dos años le tocó vivir grandes tormentos a causa de su separación, y saber que ahora no sólo tenía junto a ella al hombre que amaba, sino que también tendrían un hermoso hijo que venía en camino y el que esperaban con tanta ilusión, definitivamente era algo que no tenía precio. Se encontraba junto a él, durmiendo en el camarote, pero ella se despertó de repente al escuchar el sonido de las notificaciones en el celular de Maximilien. Abrió los ojos poco a poco y se percató de que él aún seguía durmiendo, no quiso molestarlo al ver el gesto plácido en su rostro, pero las notificaciones no paraban de llegar, y entonces eso se encendió un foco de alarma en los sentidos de Helena, quien por curiosidad terminó acercándose para averiguar qué era ese asunto tan importante que no podía esperar. Y si Maximilien había dejado encendido su teléfono móvil, seguramente era porque estaba a la espera de noticias sobre algún tema en específico, pensó en que le había pedido que investigara al misterioso hombre que acompañaba a su hermana y que se veía tan cercano a ella, así que no lo pensó y deslizó la pantalla para ver de qué se trataba. Estaba a punto de abrir los informes que le habían llegado, se trataba de Rachel, su asistente quien lo tenía al tanto sobre el curso que estaba llevando la publicación que había hecho la revista, y por ende le había estado pasando los enlaces de las fuentes de información que habían filtrado la noticia.
—¿Qué estás haciendo?—Preguntó Maximilien de forma intempestiva.
—Escuché que tu teléfono no paraba de sonar y como te vi durmiendo tan cómodamente, lo tomé para ver si se trataba de algo importante.—Contestó con toda naturalidad.
—Nada es más importante que tú, así que deja ese teléfono y ven acá conmigo.—
—Es Rachel, tal vez tenga que decirte algo importante, deberías revisar cariño.—Aconsejó ella.
—Más tarde lo hago, ahora sólo quiero estar contigo.—
—¿Qué sucede Maximilien?, Has estado muy extraño desde la mañana y siento que estás ocultándome algo, quiero la verdad, no me gusta que haya secretos entre nosotros.—Exclamó Helena .
Maximilien no estaba seguro de qué tanto había visto Helena , por lo que tomó la decisión de decirle la verdad aun cuando sabía que eso generaría un gran problema entre los dos.
—Ven, siéntate a mi lado, debo decirte algo importante.—Dijo seriamente
Helena asintió y luego él puso su mano sobre la de ella y la miró directamente a los ojos.
—Si no te dije nada desde el principio, no fue porque tuviera algo que ocultar, sino porque quería evitarte un mal rato, estás embarazada y mi deber es cuidarlos a tí a mi hijo.—Explicó tratando de encontrar las palabras precisas para contarle lo que estaba pasando.
—Me asustas, Maximilien, por favor habla, mira que me estás poniendo nerviosa.—Inquirió preocupada.
—Una revista publicó unas fotografías donde aparezco junto a Diana, te juro que esas imágenes no son recientes, las tomaron cuando estábamos comprometidos para casarnos, pero desde que rompimos nuestro compromiso yo no he vuelto a verla.—Relata él con bastante preocupación.
Un gesto de disgusto se dibujó en el bello rostro de Helena , no le gustaban los secretos, odiaba las mentiras, y lo peor era que Maximilien no terminaba de aprender la lección, seguía guardando silencio, seguía decidiendo por ella y eso le desagradaba.
—Sabes que me molesta que me ocultes las cosas, habíamos quedado no tener secretos entre nosotros.—Contestó fríamente.
—Estoy consciente de eso, pero las cosas han cambiado, tú estás embarazada y yo no soportaría que nada malo te pasara y mucho menos por culpa de gente sin escrúpulos que sólo quiere destruir lo nuestro. —Señaló.
—Quiero ver esa publicación. —Exigió.
—Por favor, Helena, no creo que sea conveniente. —Manifestó.
—No pretendas decidir por mí, he dicho que quiero verlas. —Respondió Tajantemente.
Maximilien frunció el ceño, sabía que no había nada que pudiera hacer para evitarle ese mal momento a Helena, así que abrió uno de los enlaces y le mostró la publicación. Ella comenzó a leer todo con detenimiento, observaba cada una de las fotografías, tenía un gesto indescifrable en su rostro, y aun cuando él deseaba con toda su alma leer a través de las expresiones de ella, no pudo conseguirlo, en esos momentos desearía con toda su alma haber estado en los pensamientos de Helena, tratando de saber qué era lo que pensaba, que estaba sintiendo. Ella se quedó pensativa, y de repente le regresó el celular.
—Quiero regresar al hotel —Dijo con voz neutra, pero con una expresión gélida en su cara.
—¿De qué hablas?, Estamos aquí para pasar el día juntos y aún es muy temprano para regresar.—
—No me siento bien, Maximilien, y prefiero estar en tierra firme por cualquier cosa.—Comentó secamente.
—¿Sientes algún malestar relacionado con tu embarazo?—Preguntó.
—Sabes muy bien que no es nada relacionado al embarazo, después de lo que acabo de ver, comprenderás que no estoy de ánimos para ningún paseo.—
—Necesitamos hablar sobre esto, no quiero que dudes de mí, yo sería incapaz de engañarte, te amo demasiado y jamás arriesgaría lo que tenemos.—Expresó buscando por todos los medios que ella lo entendiera.
Las lágrimas empezaron a brotar empapando las mejillas de Helena , el intentó abrazarla pero ella no se lo permitió, sentía una mezcla de sentimientos encontrados, estaba tan sensible por lo del embarazo aunado a lo que acababa de ver que en ese momento necesitaba más que nunca estar sola, y así se lo hizo saber.
—No me hagas esto, por favor Helena , no puedes creer en esas calumnias.—Le dijo.
—Quiero estar sola, por favor márchate.—Exclamó ella.
El rostro del Maximilien se desencajó, era un hombre de muy poca paciencia, y en ese momento sentía que estaba llegando a su límite, así que inspiró profundo tratando de llenar de aire a sus pulmones, no quería cometer los errores del pasado y exaltarse y decir algo de lo que pudiera arrepentirse después, así que sólo se marchó sin mirarla tratando de ocultar todo lo que estaba sintiendo, azotó la puerta y salió a cubierta, tal vez la brisa del mar pudiera ayudar a despejar su mente y librarse de aquella profunda exaltación que sentía, llevaba muchas cosas en su interior y le costaba demasiado no exaltarse, así que lo más pertinente era darle a ella su espacio y regresar cuando las cosas estuvieran más tranquilas. Por otro lado, Evan Jefferson, llego a buscar a Ana tal como se lo había prometido, pero no la llamó por teléfono y quedó de verla en algún lugar, sino que se presentó en la suite donde Ana y Clarissa se hospedaban, al parecer quería que lo vieran como alguien formal y con buenas intenciones.
—Buenos días señora Andrews , encantado de conocerla, soy Evan Jefferson, ahora veo de dónde sacó Ana su gran belleza.—Saluda galantemente a Clarissa quien lo miraba con los ojos desorbitados.
—El gusto es mío señor Jefferson, me dijo Ana qué la llevara de paseo ¿Cierto?—Cuestionó la mujer a propósito.
—En efecto, usted puede venir si lo desea.—Dijo por compromiso.
—Le agradezco mucho la invitación, pero ya tengo planes para el día de hoy, así que vayan ustedes, diviértete hijita, te hace mucha falta.—Vociferó la mujer a propósito.
—Descuide, conmigo estará segura y además la pasaremos muy bien, nos veremos pronto Sra. Andrews.—Se despidieron y luego se pusieron en marcha hacia el itinerario que Evan tan atinadamente había preparado con lujo de detalle. Era muy astuto, mucho más de lo que se pudiera pensar, ocultaba muy bien tras esa máscara de príncipe y caballero andante sus obscuros propósitos que seguro no tardarían mucho en salir a la luz.