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53. ¿Por qué nuestra felicidad no perdura?

María Teresa tiene que agarrarse de la silla para no trastabillar una vez que lo escucha. Casi le da un infarto allí mismo.

—¿¡Usted?! Pero —tartamudea, sin entender—. ¿Cómo es posible?

—Una casualidad. Te vi en el periódico porque reconocí tu rostro y me dirigí al bar. Hablé con tu amiga, con Eva. ...