Read with BonusRead with Bonus

67

Apenas llegamos a la casa, Piero ya se encontraba allí. Me acerqué a él. Quería llorar, necesitaba consuelo, pero me aguanté.

— No te preocupes, traeré a mi nieto y a mi hijo sanos y salvos — me aseguró.

Yo respiré profundamente.

— Quiero ir contigo, quiero matarlo yo con mis propias manos — le d...