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Aine sofrenó su caballo y el que traía de la brida para llevarlos al paso a la par mía, mientras yo intentaba ignorarla, negándome a salir al sendero.

—Vamos, Risa, no seas tonta. No puedes ir a pie todo el camino al pueblo.

—Regresa al castillo, Aine —dije, sin reverencias ni tratamientos especia...