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La muchacha que me había reconocido se me plantó delante y me abofeteó con todas sus fuerzas. Las demás me impidieron retroceder.

—No te tememos, abominación —gruñó.

Otra tomó su lugar y me enfrentó con una mueca despectiva antes de abofetearme también.

—Deberías haberte quedado en la cocina —dij...