




PRÓLOGO
Culpa, un sentimiento extraño…
Al menos para Dante Martino que era descarado y sinvergüenza, de él se esperaba que fuera egoísta, desalmado y que la vida y sus complicaciones le importaran muy poco, era parte de su encanto su despropósito y carácter sarcástico, pero él no era un traidor, y sobre todo jamás sería capaz de procurar dolor físico en alguien inferior en fuerza, como una mujer o un niño, sin embargo, iría a la cárcel por colaborar con un asesino a secuestrar a una chica dulce y amable.
El abogado se despidió de él luego de que él firmara los papeles que disolvían su sociedad con Pablo Larsson en Concept LM Group, en esta empresa de construcción que tanto orgullo le dio, junto con ellos se iba la amistad de años.
Dante sonrió con ironía.
«Así ha de sentirse un divorcio» Pensó y ciertamente lo era, el divorcio de una hermandad, ya que así quería a su socio Pablo Larsson como a un hermano.
Pero lo necesario fue defender a su propia hermana, enfrentar por esta última vez las acciones de Donna quien como mala perdedora conspiró para que el tal Sergio Arango secuestrara a la ahora Elena De Larsson, esposa de Pablo.
Sergio era el despechado exesposo de Elena, un psicópata desquiciado y la tonta Donna creyendo que era un juego no imaginó que Sergio era un asesino, que de no haberle confesado a Dante su participación, pudo ser complice de Asesinato.
Dante se echó la culpa ante Pablo, le dijo que fue él quien colaboró con Sergio Arango y ahora esperaba que en cualquier momento llegara a buscarlo la policía.
Se imaginó que al regresar a Venezuela haría el hotel Larsson Margarita y que luego se abrirían las puertas del éxito, en cambió esperaba ir preso, todo aquello era ridículo, algo digno de las maquinaciones de su inmadura hermana que ahora estaba lejos y a salvo.
Dante en su oficina abrió un sobre sellado que le entregó el abogado antes de irse y leyó una misiva a puño y letra:
Dale gracias a Dios que Elena es una excelente mujer incapaz de odiar, por ella no te enviaré a la cárcel e incluso tienes cómo empezar de nuevo, es más de lo que mereces, así que mantente alejado de mí y mi mujer, o no respondo…
Pablo Larsson
Dante tragó un nudo, sintió náuseas, y pena en su pecho, se recriminó a sí mismo, las cosas habían salido excelentes, definitivamente no iría a la cárcel, el acuerdo que acababa de firmar le dejaba la sucursal de Concept LM Group París, solo debía alejarse, Pablo tenía razón era más de lo que merecía.
Dante suspiró aliviado.
Él se sentía culpable por las acciones de Donna, su hermana pequeña era la luz de sus ojos, en casa la única que lo quería por lo que él podía darle, era su orgullo complacerla, consentirla y creyó que si ella hacía lo que le viniera en gana sería feliz.
Donna estaba encaprichada por regresar con su antiguo prometido y ahora exsocio Pablo Larsson. Ella con apoyo de Sonia su madre se obsesionaron.
—Pobres ilusas, Pablo no regresaría con Donna jamás, él es un hombre arrogante, con padres ricos y bien parecido, ni en mil años hubiera regresado con Donna que huyó con un tipejo 4 días antes de casarse —dijo a su oficina vacía.
La furia de Dante es que él sabía que su hermana y madre estaban obsesionadas con Pablo y las creyó inofensivas, se apartó de sus dramas y se dedicó a trabajar.
Un toque en la puerta interrumpió sus cavilaciones, miró a su alrededor, una caja de cartón a medio llenar de objetos personales de una oficina que ya no le pertenecía.
—Adelante —murmuró.
—Señor Martino lo busca la señorita Belinda García —comunicó su secretaria.
—Dile que no estoy Paty.
Patricia sonrió y dijo con pesar muy mal disimulado.
—Pues no sé cómo le hará señor, porque me dijo que si no estaba no tendría problema en esperarlo.
«Odiosa Patricia, seguro la monjita escuchó » Pensó Dante.
—Entonces qué remedio, dile que pase.
—Sí señor, adelante señorita —la secretaría de cabello teñido siempre ajustado en una coleta miró con lástima a través de sus anteojos, mientras Belinda traspasaba el umbral.
Dante respiró profundo, preparándose para la ronda de insultos.
—Buenos días me disculpo por venir sin anunciarme, pero necesito hablar contigo…
«Belinda tiene esperanzas» Pensó Dante, eso le decían sus lindos ojos color miel.
—Pues ya estás aquí monjita, adelante.
Belinda ignoró el apodo, se sentó frente al escritorio con su espalda recta y jugó con sus manos.
—Elena y Pablo están de luna de miel, yo me quedé a cargo del restaurante cubriendo a Elena hasta que regrese.
—Al grano monjita, no creo que solo hayas venido a informarme detalles de la feliz pareja, es más ya lo sabía, ¿sino por qué crees que estoy aún aquí? Estoy terminando de recoger mis cosas y estoy apurado.
Belinda se sorprendió de la manera tosca de Dante, ella no venía a juzgarlo, quería entender lo que había pasado, ella no creía que él hubiera planeado el secuestro de Elena solo para demostrarle a Pablo que Elena era una molestia en los negocios, ella sabía que Dante no era un hombre codicioso, por el contrario era desprendido, estaba segura que todo era un mal entendido, ella continuó.
—El viaje a París para 2 personas que ganaste en la pasada beneficencia al orfanato, fue utilizado el mismo día que Elena fue rescatada, y es obvio que no los usaste tú.
Dante le costaba ser odioso con Belinda, solo quería alejarse y olvidar que una vez conoció a Pablo y todos los que lo rodeaban, pero Belinda veía a través de él, siempre supo cómo hacerlo, más valía ponerla nerviosa.
—Los utilizó mi madre y mi hermana, pero no veo porque sea de tu incumbencia, sé que te invité a París, pero creí que me rechazarías.
Y allí estaba, justo lo que Belinda esperaba escuchar, Dante no planeó secuestrar a nadie, estaba segura de eso.
— ¿Por qué mandaste a tu hermana a París?, ¿por qué justo después de lo que pasó con Sergio? Que Dios lo tenga en la Gloria.
—Que se queme en el infierno el infeliz.
— ¿Cómo es que te pusiste de acuerdo con Sergio Arango para secuestrar a Elena, cuando veo que no le tenías ni la más mínima amistad?
Dante siempre supo que Belinda era más que su cara bonita, pero necesitaba que lo dejara en paz.
—Monjita que quieres que te diga son negocios, metí la pata, creí que él tenía alguna oportunidad con Elena, pero era un idiota.
—Tú no fuiste Dante… —Afirmó Belinda.
Y ahí estaba, la linda Belinda teniendo fe en él, a pesar de su confesión.
—Monjita quizás tú quieras idealizarme, no entiendes cómo pudiste enamorarte de un hombre sin escrúpulos, pero esto es lo que hay.
—Sé que fue tu hermana quien planeó ese absurdo plan con Sergio, tú asumiste la culpa para defenderla.
A Dante se le puso la cara roja y se levantó de la silla.
—Voy a pedirte que te vayas, estoy muy retrasado y esta conversación no va a ninguna parte.
— ¡Dante solo dime la verdad!, yo puedo hablar con Elena, ella es como mi hermana, no tienes por qué perder tu trabajo y amistad con Pablo, siendo inocente.
— ¿Inocente, monjita? Yo soy muchas cosas, pero ¿crees que soy un inocente? —Dante fue a la silla de Belinda la hizo girar y la aprisionó entre el espaldar y sus brazos, no la tocaba, pero se acercó lo suficiente para mirarla a los ojos—. ¿Vienes aquí buscando mi inocencia o tú perversión?
—Dante por favor, no cambies el tema —murmuró Belinda nerviosa.
—Sí quieres caer en mi infierno angelito solo debes pedirlo, yo encantado te enseño mis perversiones, solo debes olvidarte de excusas, yo no las pido, no me las pidas tú.
—No seas dramático y mejor apártate —Dante permitió que se levantara y ella enseguida fue hacia la puerta, hasta ese momento él no se percató que seguía abierta, Belinda continuó ahora en voz alta.
—Yo entiendo lo sobreprotector que puede ser un hermano mayor, pero esta vez fuiste muy lejos, no sé si es lo mejor que podías hacer por ella, pero veo que ya tomaste la decisión, espero que te vaya muy bien, hasta luego Dante.
— ¡Espera un momento! —Dante se acercó un poco, ella le creía, en verdad era buena y noble—. No repitas tus sospechas, mi hermana está lejos, no le estorbará a Elena ni a Pablo y yo necesitaba abrirme camino solo, todos estamos bien.
—Comprendo, no te preocupes por mí, te prometo que no diré nada.
Belinda salió, él estaba inquieto, ella dijo que no diría nada, bueno igual quién le iba a creer.
—Señor Dante ¿eso es cierto? —Preguntó Patricia desde la puerta de la oficina.
«Lo que me faltaba»
La parlanchina Patricia que no se callaba ni para salvar su vida, Patricia continuó.
—Señor, yo de verdad nunca pensé que usted fuera cruel, ¿por qué se echó la culpa?,
— ¡Patricia, hazte el favor y no seas tan entrometida y metiche! —Dante gritó ya con la paciencia agotada—… y si llegas a repetir algo de lo que escuchaste, contrataré a alguien para que te secuestre, a ver si te cura lo impertinente.
Dante cerró la puerta en su cara y Patricia regresó corriendo a su escritorio.