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—No está tan buena, pero te la puedes comer,— dijo Edmond.

Anthony alargó los brazos y cogió la tarta, la olió y la dejó sobre su regazo. No la comió, pero reconoció que podía hacerlo si quería.

Más tarde esa noche, después de que Anthony se acostara, Edmond se sentó en su sillón favorito y paso l...