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Cuando Berenice salió de su aturdimiento por vaya-uno-a-saber-por-qué, fue a recoger sus pertenencias y Dante me arrastró —literalmente— hacia la sala, donde comenzó a mostrarme las fotos que le habían sacado en su cumpleaños. Estaban todas preciosas, y se le notaba que estuvo muy feliz ese día. Per...