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CAPITULO 6

IVANNA

Seguía embelesada en su mirada gris, no sé cuánto tiempo paso cuando escuché su voz. Sacudí la cabeza para reaccionar. Esperaba que no se diera cuenta del efecto retardado que tuve.

—¿Perdón? — pregunté ya un poco más lúcida. No había escuchado claramente lo que me había dicho antes.

—Pregunte que si necesitabas ayuda —su voz profunda era tan intensa como su mirada, otra vez me había quedado viéndole como tonta —Hola, te estoy hablando —agito su mano varias veces frente a mi cara para que saliera del adormecimiento que me causó.

Respondí de nuevo sacudiendo la cabeza y deseé abofetearme por mi tonta reacción que provocó en mí. El lado izquierdo de su labio se curvó en una sonrisa corta, una que me pareció familiar, como si en alguna otra parte la hubiese visto antes. Tenía unos labios hermosos y cuando sonrió fueron la perfección.

—Oh si… me refiero a que si ocupo ayuda —dije con torpeza, quizás ni me entendió —Necesitamos, perdón —corregí.

Sus cejas se formaron en un gesto confuso y apartó sus ojos de mí para ver a nuestro alrededor.

—¿Necesitamos? —pregunto con una ceja alzada.

Debió pensar que estaba loca, pues no había nadie más que nosotros dos. Trate de ser más claras y controle un poco mis nervios. ¿Por qué estaba nerviosa?

—Si, mis amigos, mi hermano y yo, solo que fueron a pedir ayuda —señale por dónde se habían ido antes Ale y Anto —Nuestro auto se quedó sin combustible.

Quizás sonó muy tonto, pero era la verdad. Él sonrió un poco más, no sé si fue porque le causó divertido o se estaba burlando de nuestro torpe descuido. Debió creer que éramos unos niños ricos que no sabíamos cómo mantener un auto sin ayuda de algún chófer.

En cierta forma yo no sabía nada, ni siquiera llegaba a tener auto, pero lo que se trataba de mi hermano y mis amigos, ellos si estaban muy familiarizados con el tema de los autos, motores y todo eso, más Alessio.

—¿Quieres que te acerque a ese lugar? —inquirió, y no comprendí su pregunta ¿Llevarme a dónde? ¿Y si me hacía algo? Ciertamente, estaba teniendo problemas para razonar —Donde están tus amigos —aclaro cuando noto mi confusión.

Negué inmediatamente con la cabeza.

—No, no es necesario, puede ser que ya estén por llegar. Aparte no estoy sola —recordé a Santi, que todavía no averiguaba dónde se había metido.

—Yo no veo a nadie más aquí —volvió a echar un vistazo al lugar y luego volvió a posar su intensa mirada en mí.

—Lo hay… Él… Está —volvió mi efecto retardado.

¿Qué me estaba pasando?

—Iv —la voz de Santi hizo que me sobresaltará pues me había tomado por sorpresa, no lo esperaba —Te dije que no bajarás del auto —me regañó cuando llegó a mi lado y tomó de mi brazo en modo protector, de hermano.

—Te tardaste, iba a ir a buscarte —replique en voz baja para que no nos escuchará el chico que teníamos enfrente.

—No tenías por qué irme a buscar, tú normalmente nunca desobedeces —continúa reprendiéndome —Vamos, regresa al auto.

—Pero es que…

En ningún momento mi hermano se molestó en ver al chico que seguía de pie a unos pasos de nosotros. Desvíe por un instante la mirada para verlo y me lleve un gesto fruncido de su parte.

¿Estaba molesto?

Sus ojos estaban clavados en la mano de Santi que rodeaba mi antebrazo. Así que tenía que aclarar la situación, o el chico creerá que soy una mujer que sufre maltrato físico.

Mi hermano sería incapaz de tocarme de una forma violenta o abusiva, jamás me haría daño, de hecho a ninguna mujer. Se podía decir que Santi era el tipo de hombre más blando que podía existir en nuestro mundo.

—Santi —me dirijo a mi hermano —Él se paró a querernos ayudar.

Fue hasta entonces cuando le prestó algo de su atención y lo miró rápido de un modo apático, luego se volvió hacia mí.

—No hace falta, Ale y Anto ya vienen. Acabo de hablar con ellos.

—¿Pero cómo? Si no había señal —respondí.

—Bueno, resulta que allá donde andaba si llegaba un poco y puede llamar les —encogió sus hombros —Ahora vuelve al auto, yo esperaré aquí afuera, ya no deben de tardar.

—Te haré compañía —dije retrocediendo cuando intento acercarme a la puerta del auto para que subiera.

—Iv, obedece —su tono cambio a uno áspero y le eché una mirada confusa.

Él sabía que no me gustaba que hiciera eso, pues me hacía sentir como si estuviera tratando con uno de esos criminales con los que tratan casi todos los días. Mi hermano podía ser pacífico, pero cuando algo le resultaba amenazador, su lado apacible desaparecía de repente, ese que solo conocíamos su familia y las personas más cercanas a él.

—Suéltala —dijo la voz gruesa y potente del chico. Eso provocó que mi hermano se girará y lo mirará con una mirada penetrante —Ha dicho que no quiere subir —él le devolvió la mirada de la misma manera.

Comencé a temblar, pero está vez de miedo. Si Santi lo enfrentaba, quizás el chico no saldría salvó de esto, aunque pude notar que tenía un cuerpo bien trabajado, se notaba que se llevaba horas en el gimnasio todos los días. Sin embargo, mi hermano no se quedaba atrás y tan bueno en las luchas como lo era al igual Alessio.

—¿Quién demonios eres tú? —refunfuño Santi y vi cuando dirigió su mano desocupada a su espalda baja, dónde traía su arma escondida.

En ese momento se abrió la puerta de lado del copiloto, el auto que le pertenecía al chico. Y salió otro hombre de cabello castaño casi de la misma estatura que la de él.

—¿Necesitas ayuda Demon? —le pregunto el castaño, él solo respondió en un gruñido bajo, pero que pudimos escucharlo todos los presentes.

El chico que acababa de bajar del auto, sonrió con descaro como si la disputa que estaban teniendo le pareciera divertido, en vez de preocuparle.

—Vamos Santi, mejor esperemos adentro juntos —dije en el instante que mire las manos del chico formándose en puños. Si no controló esto terminarán su discusión a golpes en plena carretera. Y eso era lo que menos quería —Gracias, pero estamos bien, no necesitamos ayuda —me dirigí hacía el desconocido para dejárselo claro.

Él no dijo nada, solamente me ofreció una mirada rápida, sus labios estaban apretados formando una línea recta y luego de terminar su observación, se giró y se marchó con su compañero.

Suspiré aliviada. ¿Cómo es que llegamos a ese punto? Mi hermano estuvo a casi nada de agarrarse a golpes con un desconocido frente a mí.

—¿Estás loco, que fue lo que te paso? ¿Por qué actuaste de ese modo? —cuestione ya estando solos —No debiste de haberlo tratado así, él solo quería ayudar.

Soltó una sonrisa irónica, y después me miró.

—En verdad eres muy ingenua Iv, ese hombre te iba a hacer daño. Si no hubiera llegado antes tal vez ya estuvieras aquí, sino con él en su auto a kilómetros.

—No digas tonterías — giré los ojos —Si me hubiese querido hacer daño como dices, ¿no crees que desde que me vio lo hubiera hecho?

—Créeme que en ocasiones se toman su tiempo para llegar a una mujer y hacerle dañó, y aunque te lo explique no lo entenderías.

—No soy una niña, Santino — exclamé molesta —Y no puedes juzgar a las personas sin conocerlas, y él no se miraba con intenciones maliciosas.

Resoplo frustrado.

—Deja de confiar en extraños —dijo severamente —¿Qué paso con eso de no quererte acercar a personas desconocidas?

Bueno, eso era verdad. Yo era la que solía recordarle a Antonella que no confiara y no hablara con cualquier persona sin conocerla bien. Pero algo en ese chico era diferente, no sé qué, en su mirada vi algo más, como si lo conociera de toda la vida.

Sin embargo, no podía decírselo a mi hermano, él no lo comprendería y menos después de como se comportó, ya que para él fue nada de su agrado conocerlo.

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