




Prólogo Cuarta parte.
Tío Chad fue a buscar un sanador a la aldea de Glassdel y regresó con ella. Técnicamente era la dueña de una carnicería, pero su padre era el único sanador en kilómetros y no estaba disponible así que era ella o nada.
Menos mal que la loba sabía un montón de primeros auxilios y que ella era curandera de corazón.
A la mañana siguiente cuando Savanah me daba las últimas recomendaciones para mi pobre herida en el cuello, vuelve a aparecer Cole solo para decirme que vendría al día siguiente. Lo ignoré, era un bastardo.
Espantó a mi amiga y ni siquiera nos dio tiempo de pagar por sus servicios.
En cuanto me sentí un poco mejor, tío Chad, Mateo y yo fuimos al pueblo para saldar mi deuda solo para encontrarnos que Savanah en medio de un espectáculo filoso, literalmente. Resulta que la chica de cabello ardiente tenía un pequeño pasatiempo que consistía en arrojar cuchillos con aterradora precisión. Seguramente si fuera hombre, yo le habría propuesto emparejarnos.
Para pagar por sus servicios nos dirigimos al negocio del padre de Savanah, mejor conocido como el buen Doc solo para ser rechazados porque el Doc no nos quería cerca de su pequeña florecita. ¿Quizá porque Cole no se cortó ni un pelo al discutir sobre nuestra hermosa vida de pareja y enredos familiares delante de ella? En fin, padre sobreprotector.
Estábamos por abandonar el lugar cuando el pueblo entero vibró con la alarma de problemas. Resulta que una jauría de salvajes había decidido que era la hora de la cena y los buenos ciudadanos de Glassdele estaban en el menú.
Y ya que Mateo, el tío Chad, Savanah y yo no teníamos nada mejor que hacer, decidimos que patearíamos traseros.
Y eso hicimos. Lo hicimos tan bien que la aldea entera hizo un jodido banquete en mi honor porque, y no sé de donde sacaron la idea (guiño guiño), yo era la Luna del Continente y fui a salvar al pequeño pueblo porque soy fabulosa.
Aunque no todo fueron risas y felicidad. Resulta que los salvajes antes de morir mordieron a un par de aldeanos y mataron a otros más. Así que con este ataque, una pequeña camada de cinco lobeznos habían quedado huérfanos y sin posibilidad de una adopción a corto plazo.
Tío Chad y yo los adoptamos, aunque esos cachorros fueron del tío Chad desde el momento en que puso sus ojos en ellos. Tuve entonces cinco nuevos primos para mí solita.
Lo siguiente que supimos gracias al ataque de los salvajes fue que los aldeanos mordidos se convirtieron en salvajes; el estúpido rey y su clon imbécil tenían la teoría de que los salvajes brotaban de la nada y se multiplicaban por osmosis. Al menos hasta que llegué yo y pensé en venderles la información sobre cómo es que se multiplicaban.
Al siguiente día cuando el bastardo que no quiso ser mi amigo llegó, lo llevé hacia la aldea para venderle la información de los salvajes y de paso cobrar por cada uno de los salvajes que había aniquilado. Mi peso en oro estaría bien.
Cole me pidió que fuera con él hasta el Castillo porque el idiota me había convocado para darme una respuesta sobre mi anterior petición, así que aproveché para pedirle recursos para Glassdale porque eso fue otra cosa que noté en un solo día por aquí: Alguien estaba reduciendo los salarios de los guardias y los funcionarios públicos. Eso había hecho que no hubiera dinero para contratar guardias y mucho menos para reparar el desastre que habían causado los salvajes.
Yo sospechaba que de ahí sacaban sus recursos la rebelión, pero nadie pidió mi opinión.
Como sea, contraté los servicios de Savanah para que me acompañara como guardaespaldas. Era muy buena con los cuchillos y la loba me divertía, no podía pedir mejor guardaespaldas. También era una loba de gustos finos, así que sus servicios me costaron un par de piedras preciosas y un collar que saqué del botín que obtuve por la apuesta con el rey idiota.
Juntos, Cole, Savanah, Kyrian el espía metiche y yo tomamos el camino más corto hacia el castillo.
Durante esa cabalgata puede que me haya aprovechado un poco de que no había suficientes caballos y me monté con Cole. Tenía un pecho agradable y fue ese bonito pecho el que recibió una flecha que iba destinada a mi cabeza.
En vista de que era un camino poco transitado y que la veintena de lobos que salió de la nada solo fueron por mí, como que sospeché que era una trampa para matarme.
Por descarte solo habían dos posibles candidatas en el atentado, pero esas dudas serían resueltas después.
Llegamos sin otro contratiempo con el rey Karel solo para que me dijera que no podía hacer ninguna de mis dos absurdas peticiones. Realmente no esperaba que lo hiciera y, como bien he mencionado antes, solo lo dije para hacerlo enojar porque no pensaba participar en su competencia por el poder.
Una vez que quitamos el tema de la mesa, pedí un juicio político para la responsable de un atentado contra mí; aunque técnicamente no me lastimaron, si hirieron a Cole y eso era algo así como traición a la corona.
¿Qué hizo el idiota? Decirme que yo estaba en un jodido error. Por favor, como si yo cometiera errores. Como sea, y solo para ilustrar mi punto, le dije que me llevara ante su nueva y deslumbrante pareja para probarle que ella fue la culpable de mi intento de asesinato.
¿Cómo lo demostraría?
Porque la loba guardaba un registro milimétrico de sus días en varios diarios. Tenía motivos para matarme, después de todo, acababa de pedirle a Karel que me diera su puesto. Además ya me odiaba de nuestro divertido tiempo en la Casa de la manada; tenía motivación, recursos y tiempo de ocio para ser la sospechosa número uno.
Mi otra sospechosa era mi doña suegra pero no era tan lista.
Como sea, Nuestro alegre grupo recorrió el castillo hasta llegar a los aposentos de la loba malcriada y tuve que empujarla un poco para que me dejara entrar. No tuve que hacer mucho cuando encontré su diario en la mesita de noche y lo abrí en una página al azar.
Mientras yo leía en voz alta todo lo que la loba pensaba de mí y su grandioso plan para eliminarme, Savanah sujetó a la loca que clamaba inocencia mientras yo le extendía la evidencia al idiota. Su cara era un poema, sobre todo cuando le dije que yo sería una mejor Luna y no solo porque era bonita sino porque soy la reina legítima del Continente Norte.
Ah, si, un pequeño detalle que olvidé mencionar.
Me fui de ahí con una sonrisa en los labios y con dos costales de joyas cortesía de la valiosa información sobre los salvajes que le ofrecí. Fue un buen día.
Enseguida Savanah y yo quisimos derrochar nuestra fortuna en una taberna local muy respetable a orillas del castillo. Hice nuevos y borrachos amigos a los que les conté parte de mi historia con su idiota rey y su muy bien formado príncipe. Puede que yo también estuviera un poco borracha para el momento en que el monosílabo príncipe General vino a sacarme de mi diversión porque el rey aun no había termino de hablar conmigo.
Lástima, yo si había terminado.
Como sea, al día siguiente aun me encontraba en la aldea a las afueras del castillo cuando los rebeldes decidieron que Karel debía morir.
Yo estaba bien con eso, pero no estaba bien con que el grupo viniera acompañado de algunos salvajes y que quisieran lastimar a la humilde clase trabajadora solo porque vivían cerca del idiota.
Los cobardes habían enviado a los salvajes por delante mientras el ejército de rebeldes se preparaba.
Así que Savanah y yo tuvimos que salvar a algunos cuantos lobos de la no despreciable cantidad de 34 salvajes. De nuevo, soy fabulosa.
En cuanto terminamos con eso, decidimos ir a ver si algún salvaje se nos había escapado y llegado al castillo. Cosas pasaron, pero lo importante de esta historia es que Savanah y yo encontramos al rey y al príncipe en una situación comprometedora: Karel había sido capturado y amarrado dentro de una habitación, Cole había sido drogado y arrojado de cualquier modo en esa misma habitación, y un tipo que al parecer era el jefe de la guardia de su alteza el idiota los había traicionado. ¿Cómo sabía ese pequeño detalle? Porque había tomado a la perra Elizabeth y comenzó a tocarla asquerosamente mientras le confesaba a Karel todo.
Hice mi buena obra del día y lo salvé. No me juzguen, él paga muy bien por los pequeños favores.
Combatí con algunos lobos rebeldes más y Savanah, Karel, un inconsciente Cole y yo llegamos a la enfermería real. Savanah trató al príncipe durmiente y pudo despertar un rato después. Mientras tanto los rebeldes se encontraban saqueando impunemente el castillo.