




Prólogo Tercera Parte.
Cole me llevó a su habitación mientras se encargaba de asuntos que me importaban una mierda. Estuve ahí tomando una siesta hasta que regresó y hablamos de nuestra nueva normalidad como pareja; el tipo quería marcarme y que fingiéramos que éramos felices, él a cambio me dejaría hacer lo que quisiera.
O eso entendí yo. Quizá me puso algunas cuantas reglas pero como que me perdí en cuanto el tipo mordió mi cuello y me dejó dormir en sus sábanas que olían a mango. Adoro el mango. ¿Quién diría que ése era su olor natural? Bastardo comestible, en fin.
A la mañana siguiente despertamos con los gritos de Karel reclamando que yo le había hecho algún tipo de brujería budú o lo que sea para evitar que el tipo tuviera una erección.
Era ridículo, se lo hice saber, se enojó y se fue de regreso a los brazos de su amada.
A partir de ese momento mi relación con los hermanos comenzó a volverse ridícula. Por un lado, el rey Karel se obsesionó con que yo era la fuente de todos sus problemas, mientras que Cole pasaba de caliente a frío conmigo ante cualquier oportunidad.
Entonces Cole me metió en los asuntos del reino que no eran mi problema: Salvajes.
Los salvajes eran lobos que se volvían… bueno, pues eso, salvajes. Habían sido un problema constante en el Continente ya que eran la versión zombie de los lobos; comenzaron a atacar las aldeas y pequeños territorios en cantidades cada vez más grandes y se comían a sus víctimas. Literalmente.
La corona se encontraba lidiando no solo con los salvajes, sino contra algunos ataques a las costas y tenía que dividir su atención; así que Cole necesitaba ayuda.
Mi tío Chad y yo fuimos de gran ayuda para que el tipo erradicara a una pequeña plaga de salvajes en una aldea cercana al castillo. Me gustaba patear traseros de todas formas. Uno pensaría que el tipo estaría agradecido, así que le ofrecí mi amistad y no solo un emparejamiento de nombre solo para ser rechazada tajantemente.
Dolida, no quise regresar a su habitación en el castillo. De todas formas no es que me hubiera encantado dormir en su sofá la mitad de la noche; así fue como conocí a Mateo Iversen.
Mateo era un perfecto caballero con el pequeño defecto de que no podía pronunciar palabras. Me encontró deambulando por su habitación y se ofreció a acompañarme y escuchar mis quejas sobre sus primos idiotas.
Nos hicimos amigos de inmediato.
Poco después Karel se apareció de repente queriendo mi cabeza por alguna tontería relacionada con sus erecciones y no pude evitar apostar a que ninguno de la veintena de sus mejores guardias que se encontraban presentes podrían conmigo. Él tipo no me creyó así que aproveché para pedirle una jodida mansión y todas las joyas y oro que pudiera cargar de sus bienes personales si podía deshacerme de sus guardias.
Él solo pidió mi cabeza. Idiota.
En cinco minutos sus guardias lloraban sobre el suelo y yo reclamaba mi bien merecido premio. Él no era feliz.
En vista de que Mateo era solo una víctima de esos idiotas también, le ofrecí que se fuera vivir conmigo y con mis tíos a nuestra nueva mansión.
A la mañana siguiente desperté porque alguien estaba golpeando a la puerta de Mateo. Curiosa me asomé solo para ser tecleada por Cole y posteriormente mordida tan salvajemente que estuvo a punto de matarme.
¿Bajé mi guardia? Si, y eso me costó un montón.
Gracias a Nuestra Gran Madre, Kyrian y Mateo corrieron a quitármelo de encima. Mientras Mateo luchaba contra su primo, Kyrian me llevaba con la sanadora más cercana.
Cuando volví en mí desde mi estado de inconciencia por pérdida de sangre decidí que había tenido suficiente de mi pareja y de mi no pareja. Regresé al castillo para que Karel me diera mi título de propiedad, mis joyas y luego irnos de ahí.
La propiedad que había escogido era linda y bastante extensa a las afueras de una aldea llamada Glassdele. Fue un viaje de pocos días, pero agotador. Justo cuando llegamos a la propiedad, el jodido Karel y su hermano nos alcanzaron.
¿Qué querían? Molestar.
Aquí comiénzala parte divertida de la que les hablé en un principio : La competición de fuerza.
Justo cuando me fui, los gemelos idiotas decidieron que la mejor candidata para sus estúpidos juegos de poder era yo. Así que en contra de sus deseos, cabalgaron casi sin descanso para darme la feliz noticia.
¿Qué es esta competición?
Bueno, esa es una clase de historia que puedo simplificar rápidamente: Anteriormente existían seis continentes. Uno de ellos padeció una misteriosa enfermedad y todos murieron. Ese continente era el más próspero de entre todos y quien mantenía las relaciones comerciales, económicas, y la paz en general en buenos términos entre los continentes. ¿Por qué se le confiaba tanto poder? Porque los más grandes eruditos de todas las artes y conocimientos se encontraban viviendo ahí. Fueron tiempos de paz hasta que el continente entero murió. Cuando el continente perdido dejó de ser un intermediario de las relaciones entre Continentes, estalló una gran guerra entre todos ellos. La guerra duró hasta que ninguno de los continentes pudo ser capaz de seguir sosteniendo eso tontería, por lo que llegaron a un acuerdo: El continente Central levantaría un Coliseo en el que representantes de todos los Continentes pudieran competir para ver quién era el Continente más fuerte. El ganador, podía dictar las leyes mercantiles y marítimas por los siguientes cinco años. Así se evitaba la guerra. Habían algunas reglas importantes a seguir, como que los territorios no podían mandar al mismo lobo una segunda vez, que no podían llevar más que una cierta cantidad de guerreros y que después del evento se largarían como la mierda del Continente.
Para desgracia de los gemelos idiotas, el Continente Este y Oeste actualmente se encontraban en una guerra por lo que los mejores guardias del continente central se habían vendido como mercenarios y Karel no tenía la autoridad de llamarlos de vuelta para que compitieran por él. Eso lo dejaba con una lista de opciones reducida y por eso quería que yo fuera a como de lugar.
Karel había ganado los juegos pasados y el Continente central gozaba de una saludable fuente de ingresos, pero se rumoreaba que había en marcha una rebelión en contra del trono y necesitaría todas las buenas razones que pudiera para conseguir que los nobles y sus pequeños ejércitos siguieran de su lado.
Lo mandé al carajo a él y a su competición. No le gustó, me amenazó de muerte, amenazó a mi tío, secuestró a mi tía y amenazó a Mateo. No cedí, era un idiota y lo pondría en su lugar a base de fuerza bruta si era necesario.
Pero solo para mi diversión, le dije que entraría a su jueguito por el poder si convertía a Mateo en el siguiente en la línea del trono y si declaraba ante todos el continente que yo era su reina y Luna.
Eso haría enojar a un montón de personas: Los nobles, Elizabeth, Karel y a mi doña suegra. Nadie dijo que no era vengativa.
El tipo se fue enojado y no esperaba menos; también se fue su clon prometiendo volver.
En cuanto se fueron tuve que sostenerme porque, bueno, yo había estado al borde de la muerte ¿Recuerdan? El viaje y gritarles a sus majestades idiotas me habían drenado.
Fue así como conocí a la que se convertiría en mi mejor amiga: Savanah.