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Prólogo Segunda Parte.

El lobo era atractivo, pero eso me traía sin cuidado; nos encontramos por casualidad y al ver un par de mis movimientos se ofreció a entrenar conmigo. Así que eso hicimos por todo el tiempo que duró mi estadía en la Casa de la Manada; sobra decir que a pesar de que me llevaba al menos unos buenos cinco o diez años, pateé su trasero cada vez. Algo que le divertía al lobo masoquista.

Entonces llegó el día en que cumplí dieciocho años y tuve que ir a mi primer “Baile” para escoger pareja; la mierda consistía en vestirme lo más bonita y patética que pudiera para desfilar por el salón y que los lobos de respingadas narices le dieran un vistazo a la mercancía y luego hicieran su mejor puja. O, más concretamente, gritaran sobre los otros nobles que habían encontrado a su pareja.

Un día antes de tan magnífico y denigrante evento, nos dejaron volver a casa para “alistarnos”, así que Giselle se encargó de esos preparativos mientras yo me dormía parada escuchando un sermón sobre lo que debo de hacer como la señorita de noble linaje que era.

Tío Chad fue el encargado de llevarme hasta el Salón en donde tendría lugar el mercado de carne y prometió esperarme hasta que terminara toda esa tontería. Ya habíamos hablado de qué pasaría si por alguna insana casualidad encontraba a mi pareja destinada: Hablaría con el tipo sobre qué mierda esperaba de mi y luego decidiría si lo rechazaba o no. No tenía tiempo de jugar a las casitas y ser una pareja callada, tímida e inocente al servicio de sus caprichos. Asco.

Como sea, el querido Kyrian se enojó bastante porque fui la última loba en llegar y me arrojó prácticamente hacia la fila de lobas resplandecientes y deseosas de ser seleccionadas.

Sufrí de aburrimiento por un par de horas hasta que de pronto hubo una gran conmoción y entraron los gemelos maravilla mejor conocidos como el rey Karel Iversen y el príncipe Cole Iversen.

Más allá de decidir que los tipos eran atractivos, los ignoré. Esperaba impaciente a que esta tontería pasara.

Así que cuando la loba que más me odiaba en el mundo… quiero decir, cuando la madre de sus majestades y mi profesora en las clases finas en la Casa de la manada anunció mi nombre para que algún bastardo me reclamara, mi cabeza giró y casi me parto el cuello al escuchar que el rey decía que yo era su pareja destinada.

Claro, mi buena impresión del tipo atractivo murió en cuanto al segundo siguiente le preguntó a su mami si yo era una candidata apta para convertirme en su Luna y reina.

¿Qué hizo mi doña suegra? Decir que era una vergüenza para la sociedad y que mejor se emparejara con una rata muerta.

Bueno, tal vez no lo dijo así, pero yo leí entre líneas.

Como sea, Karel no volvió a mirarme cuando le preguntó a su madre si había alguien apto para convertirse en reina y, ¿Adivinen a quién eligió? A mi archienemiga y antigua compañera de habitación Elizabeth. Lame culos.

Ella era una cachorra en navidad dando saltitos cuando Karel le ofreció el jodido puesto de su pareja; y en vista de que ya no era requerida aquí comencé a caminar para alejarme del foco de atención de la pareja y familia real solo para ser retenida por Karel.

¿Me ofreció una disculpa por ser un idiota que tomara en cuenta la opinión de mamá en vez de conocerme? No, el jodido venía a reclamar un rechazo público para que pudiera irse al siguiente segundo a hacer bebés con su flamante nueva Luna.

Solo que hubo un pequeño problema; se suponía que cuando un lobo rechaza a su pareja sufre de un dolor inconmensurable por al menos un minuto ya que es la separación del vínculo que los une. El lobo que pronuncia las palabras es el que lo sufre mientras que la otra parte puede bien estarse limpiando las uñas.

No necesito decirles que el idiota me pidió a mí que dijera nuestros nombres y lo rechazara. Cobarde; como sea, cuando lo hice no pasó absolutamente nada. No me sentí morir ni grité de agonía.

Harta de ese teatro me dispuse a irme del jodido salón y regresar con mi tío Chad mientras Karel y Elizabeth desaparecían para la cosa de la procreación, solo para ser detenida de nuevo. Ahora por Kyrian.

Me llevó de malos modos hacia el jardín aledaño porque el príncipe Cole solicitaba una audiencia conmigo. Lo seguí más por curiosidad que otra cosa porque ambos sabíamos que si quisiera me podría cargar a todos los guardias presentes incluido él. Pero era una loba generosa y lo seguiría magnánimamente.

El príncipe Cole era un lobo de pocas palabras, taciturno y endiabladamente sexy. No es que lo pensara, por supuesto. Cole no era solamente un príncipe bonito, sino que era el General más temido de todos los continentes, así como también era considerado el lobo más fuerte, astuto y sanguinario.

Había solicitado una audiencia conmigo para preguntar por mi vida personal. La conversación fue corta ya que no le revelaría todos mis secretos al tipo por muy bueno que estuviera, pero lo más importante que me preguntó fue si ya tenía planes de emparejarme. No los tenía, así que el tipo en un acto de estupidez me pidió que fuera su pareja.

Me reí, claro está. ¿Cómo iba a ser la pareja del tipo? Demente.

Insistió tanto y me dio tan pocas explicaciones que, para cerrarle esa hermosa boca le propuse una apuesta: Lucharía contra cualquiera de los guardias que se habían reunido a nuestro alrededor, si yo ganaba el tipo se iba a la mierda, me daba un barquito y una carta de recomendación para que me contrataran a mí y a mis tíos en otro continente; si perdía, entonces sería su pareja.

Si, era arrogante y segura de mi misma, ¿Me culpan? Era así de impresionante.

Para mi sorpresa aceptó. Solo que el bastardo comenzó a desnudarse porque el guardia elegido sería él. Era el General de todo el jodido y más grande ejército del mundo, por supuesto que técnicamente era un guardia.

Luchamos en nuestra forma humana por al menos veinte minutos en los que supe enseguida que ambos nos estábamos conteniendo. Era un muy buen rival y, para ser honesta, en ese momento no sabía quién de los dos ganaría si lucháramos en serio.

Kyrian escogió el momento exacto en el que me había aburrido y pensaba terminar rápidamente con Cole para decirle a este que si quería reclamarme como pareja ante todos los nobles tendría que ser en los siguientes cinco minutos ya que la nobleza había terminado de escoger a sus lobas y posiblemente se fueran poco después.

¿Qué hizo el tipo? Trampa. Usó la pelea sucia para hacerme caer.

No era una mala perdedora y yo siempre cumplía mis promesas, así que me tragué mis insultos por la pelea injusta y declaramos ante la nobleza que éramos pareja.

Mi doña suegra no se lo tomó bien.

Ese fue solo el inicio de mi intervención en la vida política del Continente.

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