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Capítulo 4

En qué momento la había sacado de la habitación, no lo recordaba, solo podía sentir que su cuero cabelludo estaba siendo arrancada, sus pies casi no tocaban el piso, pero aun así seguía suplicando por una oportunidad de hablar, de defenderse y demostrar que no solo ella era culpable, pero Sergei no se detuvo, hasta que al fin la lanzo por las escaleras.

— ¡Morozova! ¡¿Qué ha hecho?! — Alek, su príncipe de blanca armadura o su verdugo, ya no lo sabía y poco le importaba, Dasha lo podía pensar o mejor dicho sentir, la sangre escurriendo por sus piernas y el fuerte dolor en su bajo vientre.

— No, no, mi bebé…

Un susurro que nadie escucho, quizás Dasha solo lo pensó, ya que sus ojos solo le mostraban una negrura casi tenebrosa, y su cuerpo ya no sentía dolor, a decir la verdad, ya no sentía nada. Hasta casi una semana después, cuando al fin despertó.

— Debes agradecerle a Alek que interfiriera por ti, a él le debes tu vida, pero te iras a servir al tigre blanco, solo regresaras cuando yo te lo ordene.

— Por favor… solo dime donde lo sepultaron. — la mirada de su padre no había cambiado, ni siquiera le tuvo piedad cuando al abrir los ojos le informo con algo de regocijo que el bastardo había muerto.

— ¿Piensas que enterramos a ese bastardo? Eso se fue a donde pertenecía, la basura.

Dasha ya no dijo nada más, pues nada le importaba, se largaria a China, no para complacer a su padre, sino para escapar de él, y de todo lo que representaba, la mafia era despiadada, incluso con su familia, con su sangre.

Siete meses habían pasado del funeral de Candy Ángel y Amir Zabet, siete meses en los que Lukyan trataba de aceptar que no todo lo que sus visiones le mostraran podía cambiarse o alterarse.

— Las cosas pasan por algo hijo. — Neri pasaba sus días calmando a su hijo y siendo el pañuelo de su esposa, una perdida era eso, pero debían aprender que los recuerdos perduran por siempre.

— Lo sé, pero ¿Por qué las debo ver si no las puedo cambiar? — el mafioso mayor suspiro, al tiempo que le daba un vaso de vodka a su futuro heredero.

— Para comprender, para estar preparado, estar siempre un paso al frente, incluso en el dolor, tú de todos los nietos de Candy y Amir, fuiste el que se mostró con mayor entereza y eso no quiere decir que tus primos sean débiles, solo que tu corriste con la ventaja de prepárate para ese día, porque ya lo habías visto, pero… — Neri bebió un poco de su trago, sabía que esa visión no era solo para prepararlo para el dolor de perder a sus abuelo. — También es para que estes en guardia para lo que te espera en el futuro. — Lukyan conocía el brillo en los ojos de su padre, él había visto su futuro y algo lo inquietaba.

— ¿Qué viste? — pregunto sin rodeos. — Ya dijiste que seré padre antes de casarme, algo que dudo mucho. — aseguro, porque estaba seguro de que encontraría a esa pelinegra, aunque tuviera que levantar las rocas en cada camino. — Creo que nada me sorprenderá. — aseguro y el mayor sonrió de lado.

— La vida siempre te puede sorprender, nunca lo dudes… pero, si, vi algo, ella es muy hermosa Lukyan. — el mencionado casi brinca del sofá.

— ¿Viste su rostro? Llamare a alguien para que la retrate… — sí, su hijo estaba desesperado Neri lo sabía, había encontrado el amor y el único recuerdo que tenía de ella era su aroma, grabado en su mente, en su piel, pero las cosas pasaban por algo, y Neri Neizan lo sabía.

— Vi que sufre y mucho. — la muerte blanca lo apodaban, para el rubio los sonrojos en su pálida piel no existía, solo tenía la característica de ponerse aún más pálido cuando estaba a punto de matar a alguien y no porque le dirá impresión o miedo, muchos decían que era así porque su sangre era aún más fría que la de su madre, hielo corría por sus venas, otorgándole la palidez y su apodo.

— ¿Dónde está? — exigió saber poniéndose de pie, con una mano sobre su arma, esa que solo un Neizan podía empuñar, esa de oro macizo y zafiros formando la N de su apellido.

— Lo siento, aun no es tiempo, solo… deberás estar preparado para cuando regrese y para curar sus heridas. — Lukyan arrugo su entrecejo, dejando en claro su disconformidad. — Tu madre… gano su lugar en clan, ¿lo sabias? — Lukyan negó con la cabeza, cuando el joven nació, sus padres hacía tiempo que estaba casados, y solo sabía que a su madre la respetaban e incluso le temían un poco más que a su padre. — Ella… no queria arrastrarla a este mundo cargado de vendettas y peligros, más en nuestro clan que rige el hacernos compañía aún más allá de la muerte. — su hijo no pudo evitar temblar, pues lo sabía, el día que uno de sus padres muriera, el otro debía suicidarse, así lo dictaba la ley del clan, juntos en la vida y la muerte. — Entonces traté de hacerla a un lado y lo único que conseguí… fue dejarla a merced de tres hombres que no se conformaron con violarla, también la torturaron psicológicamente, hasta que la acorralaron a hacer algo de lo que lleva arrepintiéndose toda la vida y todo antes de los 20. — las manos de Lukyan temblaban de importancia, odio y rencor.

— ¿Cómo fue que los mataste? — pregunto en un susurro cargado de furia más que de curiosidad, necesitaba saber, tener, aunque sea un bálsamo para el dolor que sentía al saber aquello que le había sucedido a su madre.

— No lo hice… bueno, a uno sí. — antes que su hijo protestara Neri le sonrió y el brillo en sus ojos le dejo en claro a su hijo que las cosas no habían quedado impunes. — Fue mi reina fría quien se vengó.

— Mamá. — dijo con orgullo el hombre de 28 años.

— Sí, tu madre y ¿sabes por qué? — el rubio negó con la cabeza. — Cuando te lastiman el corazón y rompen tu alma nadie más que tu puede cobrar venganza, a tu tiempo y a tu forma y eso aplica para todos Lukyan, no lo olvides, el trabajo de un buen esposo es estar para ayudar y complacer, la mujer que gano tu corazón estará a tu lado, será tu igual, tu no decidirás por ella, y a cambio… serás tan feliz que aun sabiendo que el diablo espera por ti, poco te importará, porque sabrás que ella te acompañará incluso en el infierno.

Lukyan quedo un segundo en silencio, comprendiendo o tratando de comprender lo que su padre le acababa de explicar, su futura mujer estaba sufriendo, pero él no podría hacer nada, no sin que ella lo aprobara primero.

— ¡Llamen a los médicos ahora! — el grito de zafiro los saco de su pequeña conversación, y ambos corrieron al salón, solo para ver a un pequeño bebé en brazos de Zafiro, que solo tendría una o dos semanas de nacido.

— ¿Qué? — dijo incrédulo Lukyan.

— Lo acabo de encontrar a solo unos metros del portón principal, está muy pálido, pero aun respira, solo… ¿Quién rayos abandona a un bebé? — ni ella que la llamaban reina fría comprendía aquello.

— No lo abandonaron mi amor. — aseguro Neri y con delicadeza lo tomo en brazos, regalándole una sonrisa al pálido niño. — Solo lo dejaron con su padre, nuestro nieto está en casa, felicidades Lukyan, tu hijo ya está aquí.

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