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MACARENA

―Cristian ―saludó Vicente con sequedad, ya había llegado, no se demoró nada.

―¡Vicente! ―Extendí mis brazos hacia él, que se acercó a mí y me aferró fuerte a su pecho. Al sentirlo, volví a echarme a llorar.

―Ya estoy aquí, querida, todo está bien. Vamos a casa ―me susurró con ter...