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Capítulo 8

Sus nudillos temblorosos golpearon la fría puerta de la oficina del vicepresidente.

Entró de inmediato. El sonido de sus zapatos llenó sus oídos.

—Señor Casares, b-buenas tardes. ¿En qué puedo servirle? —su estómago se revolvió al quedar frente al escritorio de su jefe.

—Hay un reglamento univers...