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Capítulo 8

RAYAN

Mi enfado con Azura no podía estar más que apocalíptico, mientras intento estabilizar los niveles de rabia en mi sistema, mis ojos se clavan en el hijo de puta que está tocando su pierna, el doctor, que resulta ser un maldito pasante, no deja de bromear con ella en mis narices y, por si fuera poco, la idiota le sonríe pasándose un mechón de su cabello por detrás de la oreja con coquetería. Mi mente da vueltas y no dejo de repasar lo que sucedió, un par de idiotas vertieron galones de gasolina en una camioneta, y la echaron andar desde la colina, provocando que se incendiara, y este casi atropellara a mi mejor amiga, por suerte estaba cerca para evitarlo, pero es que ni siquiera me lo agradeció.

Tuve que decir que fue un accidente, aunque estaba lejos de serlo, el ataque fue directo, una advertencia, y no iba a permitir que estas cosas siguieran pasando, no mientras yo esté aquí. A su lado, aunque me haya golpeado, humillado y hecho enfadar, era mi pequeña amiga, la chica que más deseaba, pero que nunca se lo iba a decir.

—Bien, solo es un raspón, pero ya está desinfectado —dice el doctor y colocando solo una venda en su tobillo.

—¿Necesita medicinas? —le pregunto haciéndome presente, ella no estaba sola, aunque me asesine con la mirada.

—No, no es nada grave, ya puedes llevarte a tu hermana —me sonríe y siento el imperioso deseo de romperle el rostro para que no vuelva a sonreír.

—No es mi hermano —Espeta Azu con impaciencia.

—Oh, bueno, lo siento, es que parecen...

Un brillo de malicia se aloja en los ojos del joven doctor y si no se deja de comer a Azu, creo que el que va a necesitar una camilla y una operación esta noche, es él.

—Es mi novia —miento acercándome a ella, tomándola del brazo de mala gana y saliendo de la habitación.

—Oye, suéltame —se queja y se remueve inquieta intentando soltarse de mi agarre, pero siempre seré más fuerte, veloz e inteligente que ella.

—No, han sido demasiadas estupideces para una sola noche —la saco prácticamente a rastras del hospital, y la meto a la fuerza en mi carro, asegurándome que no escape o se vaya a otro lugar—. Me has hecho enfadar como nunca.

Me meto y le lanzo una mirada envenenada, enciendo motores y no arranco hasta que se pone el cinturón de seguridad. Resopla, murmura insultos que me paso por el culo, y nos ponemos en marcha, no dice nada y no voltea a verme en lo que queda de camino, y es mejor, porque si brota una sola palabra de su garganta, la mato.

Cuando aparcamos, intenta hacer una salida triunfal, pero olvida que he puesto los seguros para niños y resopla obligándola a voltear a verme.

—Déjame salir —demanda y me crispa más los nervios.

Azura jamás me hablaba mal, jamás me llevaba la contraria y mucho menos me retaba, maldita sea, ni las chicas a las que follaba se los permitía, eran mis juguetes y lo sabían, ella es mi muñequita, a la que protegía y nadie la tocaba, la única que me conoce, siempre haciendo lo que le pido y siempre atrás de mí como mi mascota, pero esta Azura era diferente, desde el engaño de Eithan y desde que se enteró de que yo también le estuve mintiendo, cambió, y eso no era bueno, porque esta nueva versión rebelde me excitaba sobremanera.

Habíamos cruzado ya muchos límites, y eso no podía volver a pasar, necesitaba que regresáramos a ese punto intermedio en el que todo era color de rosa, en el que yo podía seguir fantaseando con ella, masturbándome en mi habitación mientras me hablaba por teléfono por alguna pendejada que le sucedió en la escuela, ese punto en el que me adoraba y me idolatraba como si fuera su Dios.

Me tenía en un pedestal y por culpa de terceras personas, se estaba derrumbando, no lo iba a permitir, así que era mejor cortar de tajo todo lo que estaba queriendo crecer entre nosotros, todo lo que estaba despertando y que habíamos estado aferrándonos en ocultar. Necesitaba de vuelta a mi amiga y Azura a su Rayito.

—¿Estás sordo, o qué? —frunce el ceño realizando un inconsciente puchero.

—No me hables así —espeto sin quitar los seguros.

Me fulmina y joder, muero por follarla, espabilo ante mis pensamientos, nada más podía pasar entre ella y yo.

—Escucha...

—Oh, ya sé, este es el momento en el que te comportas bien y te disculpas por ser una mierda, ¿cierto? Típico de Rayan Volthmon —ironiza y siento que mis palmas arden por el imperioso deseo de azotarle las nalgas por malcriada.

—Ya te dije que no me hables así.

—O si no qué ¿me vas a hacer la vida imposible como lo haces con todas las personas que se quieren acercar a mí?

Tenso el cuerpo.

—Sabes que eres intocable hasta para mí —endurezco mi gesto.

—O claro, soy intocable cuando te conviene, porque no pensabas eso cuando me besabas, o me masturbabas, o me tocabas, o me...

No aguanto los dramas, y lo sabe, me cabrea que me hablen de ese modo, y lo hace a propósito, porque, así como yo conozco sus puntos débiles, ella los míos, calla cuando le tomo el rostro con una mano, ejerciendo la suficiente fuerza como para darle a entender que puedo lastimarla, pero no tanta como para dejarle una marca.

—Rayan...

Nuestros ojos se conectan, nos miramos fijamente el uno al otro, siento que poco a poco voy mermando el espacio entre los dos, mi mente permanece en blanco, nuestros alientos se mezclan y pierdo la cabeza nuevamente cuando la beso, primero lento, temeroso de cómo vaya a reaccionar, preparándome para un nuevo golpe, tal y como le enseñé, pero no sucede nada, de un roce saco la lengua y la paso por su labio inferior, ella gime delicado y apenas audible, no quiero parar, pero debo hacerlo.

Solo un poco más.

Entreabre los labios y con desconfianza voy deslizando mi lengua dentro, tocando la punta de la de ella, sabe a dulce, a vodka, y a limón, hago mi primer movimiento que es un baile de lenguas que ella acepta, intensifico el beso, nuestros dientes chocan y meto mi mano entre las hebras de su cabello, estábamos afuera de su casa, al lado la mía, el silencio de la noche y la luz de la luna, eran los únicos espectadores.

De un momento a otro y me enloquezco y ella se sube a horcajadas sobre mí, siento su coño húmedo aún por encima de los pantalones y mi verga no tarda en reaccionar, la proclama al igual que yo, agarro sus caderas con posesividad, su vestido se sube y me excita la idea de tenerla con los muslos abiertos encima de mí, como si estuviera a punto de montarme.

—Esto está mal —intento razonar, pero mi cuerpo no me es de mucha ayuda.

Ella sigue besándome, contoneando las caderas en un vaivén de inocencia y lujuria al mismo tiempo.

—Siempre dijiste que era mejor pedir perdón que pedir permiso —finaliza con simpleza y vuelve a unir nuestras bocas en una.

En mi pecho retumba algo que no tiene definición ni explicación, Azura sigue moviéndose restregando su coño contra mi polla, la cual está nada de romper los pantalones y desvirgarla. Subo mis manos por sus piernas y quiero arrancarle el maldito vestido que hizo que más de un pendejo la mirara. Llego hasta sus pechos y maldita sea, los estrujo, sintiendo sus pezones endurecidos.

Bajo su cremallera y poco a poco deslizo la tela, liberando sus hombros y... un par de luces parpadean por atrás, lo veo en el espejo retrovisor, conozco el carro, la sangre se me pudre y me veo obligado a bajarla de mal modo de mi regazo.

—Bájate —le ordeno.

La confusión y la ira se cruza por sus facciones aniñadas, se cubre los pechos que casi desnudo y beso, estábamos a punto de hacer una locura, pero como por arte y magia del destino, me detuve a tiempo, si hubiéramos seguido adelante, me temo que entonces la hubiera llevado hasta mi casa, la desvirgaría solo por el hecho de que me excitaba el hecho de que su sangre quedara sobre mi cama, la mía y no la de otro idiota.

De soslayo veo cómo las luces se apagan, pero el motor del carro permanece encendido, me están esperando, lo sé, están a unos cuantos metros, a solo seis casas atrás.

—Tenemos que hablar de lo que sentimos —agrega Azura solo para empeorar las cosas y giro para lanzarle una última mirada cargada de advertencias.

—No me discutas y métete a casa, duerme, mañana hablaremos —aprieto el volante.

Ya me habían advertido sobre la última pelea, pero no presté atención, huir no serviría de nada, no soy un cobarde, y era mi cagada, Azura estaba fuera de esto, una de las poderosas razones por las cuales no podía iniciar un maldito romance con ella, era tan dulce que no merecía probar el amargo sabor que te ofrece enamorarse de un chico como yo.

—Eres un imbécil —sus ojos se empañan en agua y su labio inferior tiembla.

Las cosas se pondrían feas a partir de ahora, ella tenía que ser fuerte.

—Azu —la acerco hasta mí y le beso la punta de la nariz, ella respinga y yo ladeo una media sonrisa—. Haz lo que te pido, prometo que mañana hablaremos y todo se solucionará entre los dos.

Parece no muy convencida, pero asiente en silencio, dispuesta a salir del auto.

—¿Lo olvidaste? —enarco una ceja con incredulidad.

Ella vacila un momento, pero se devuelve y me da un beso en la mejilla.

—Linda luna, Rayito —susurra.

—Linda luna, Duquesa —le indico con un leve movimiento de cabeza que se meta a su casa.

La rabia de ambos se disipa y me quedo mirando de manera pervertida como mueve su culo redondo y firme, subiendo los peldaños de la entrada, entra, no me echa una última mirada y se lo agradezco, aprieto el volante con fuerza y espero unos minutos más a que entre y se instale, el "linda luna duquesa y rayito" era algo que teníamos desde niños, algo solo de nosotros.

Enciende las luces de su habitación y suelto el aire que retenía en mis pulmones, esta noche no tenía por qué terminar de este modo, pero las consecuencias las asumo, mi mirada se nubla y dejo estacionado mi carro frente a mi casa, el motor del carro estacionado en una orilla de la acera, ruge, apago mi número de teléfono mandándole la puta dirección a mi primo Eithan, y me acerco.

Bajan la ventanilla y le echo una última mirada a la casa de Azura, ella era mi único lugar seguro, pagaba cantidades enormes para que mis mierdas no llegaran hasta ella.

—Pantera —me llama una voz ronca y sus dientes blancos son lo último que veo antes de que me metan a la fuerza.

—Siempre es un placer volver a tenerte de vuelta —dice una voz femenina y la ignoro.

—¿Molesto, el príncipe? —la primera voz ronca me crispa cuando comenzamos a andar—. Fuimos a esa estúpida fiesta y no te encontramos, nos dijeron que te habías marchado luego de nuestro pequeño juego.

Las tres personas que se encuentran en el carro sueltan a reírse y me toca los huevos que hayan hecho eso, es decir, Azura pudo haber muerto y saben que ella es intocable.

—Está molesto por lo de su novia —brama en son de burla la pelirroja que me follé en el pasado, la pendeja de la que me creí enamorado en vacaciones de verano hace dos años, una excusa perfecta para bajarme la calentura del momento que sentía por querer penetrar a mi mejor amiga.

—¿Celosa? —enarco una ceja con incredulidad y ella tuerce la boca.

—¿De esa? Jamás, es tan poca cosa, no me llega ni a los talones, te conformas con poco, pantera —suelta su veneno, pero no me toca, era una víbora.

—Pues parece lo contrario, han roto el trato, intentaron...

—Tú lo has dicho —me interrumpe uno de los gemelos Royal, un tipo rubio de ojos más negros que la noche—. Lo intentamos, más no lo hicimos, ¿sigue respirando no? De querer hacerlo, lo hacemos y ya, no se ha roto nada del trato, pero tu querido amigo... fallaste.

—¿Se murió tan pronto? El perro no aguanta nada —suelto una risa.

El ambiente se tensa y los gemelos me miran como si fuera una peste.

—Era nuestro hermano mayor.

—Pero jugó mal, solo me defendí, fue algo limpio, que se muriera solo es un plus —finalizo con simpleza.

—Y es por eso que entrarás en acción esta noche, en las canarias, veremos si eres tan resistente como alardeas, mereces un castigo porque trampa o no, juego o no, mataste a nuestro hermano mayor, y eso no lo dejamos pasar, así como así —añade el otro gemelo y estoy a punto de negarme cuando los tres leen mi mente y sonríen.

—Si lo que estás pensando es en declinar esta oferta, te recordamos que la vida de tu amiga calienta pollas, está en juego, es guapa y si pierdes la vida esta noche —dice uno de los gemelos, el que está a mi lado—. Me aseguraré de meter mi verga tan profundo en su coño, que gritara por tu ayuda, pero no podrás hacer nada, ya que estarás bien frío en la morgue, así que échale ganas, pantera, que el coño y el culo de tu amiguita está en juego, a más de tu inútil vida.

Cierro los puños, veo rojo y lo tomo de la solapa de su camisa, azotando su cabeza contra el vidrio, tres veces, hasta que este chilla como niña, dejando sangre en el vidrio casi roto.

—¡Eh, tranquilo, hermano, es broma, sabes que nunca tocaríamos a esa niña! —exclama el otro gemelo que está al volante, acelerando.

—No me gustan las bromas.

—Lo sabemos —dicen al unísono.

El tiempo trascurre, y mi mente viaja hasta el momento en el que me metí en esta mierda, no era un maldito como para elegir por diversión esta vida, pero sí porque el destino me llevó a esto.

Y como en cualquier organización pesada, aquí se entraba, pero no se salía, y eso se lo debo a las estupideces de Eithan.

Si no hubiera apostado como un pendejo crío en las vegas, cuando fuimos de vacaciones navideñas, nada de esto estaría ocurriendo, pero no me quejo porque me gusta hacerlo en el fondo, lo disfruto, me libera de mi estrés y precisamente esta noche tenía mucho. Aún estaba cabreado con Azura por atreverse a tocar a Sam Hamilton.

—Hemos llegado —anuncian.

Mis ojos se anclan en la enorme bodega clandestina a la que llamaban las canarias, había muchos carros estacionados a las afueras y lo atribuyo a que estos pendejos ya habían avisado de que estaré presente.

—¿Listo muchachote? —sonríe la pelirroja dirigiendo su mirada hacia mi polla.

—Cállate, perra.

Me bajo del auto y respiro el aire puro de la noche.

—Te enfrentarás a "Bebé"

Miro al frente, no era boxeador, pero las peleas callejeras eran mi estilo, peleas en donde jugar sucio estaba permitido de vez en cuando, peleas en las que si matas a tu adversario, no importa, nadie dice nada, porque los que entran aquí, saben que salen con los pies por fuera.

Era el mejor y me apodaban el pantera, he matado a muchos, pero se mantiene en secreto, esto era un negocio en el que ya llevaba acumulado millones por mis victorias, los mejores apostaban cantidades exorbitantes por mí, y había una organización que encerraba a drogadictos, los encerraban y adiestraban como animales en jaulas hasta convertirlos en verdaderas máquinas de peleas asesinas.

Y esta vez mi contrincante era una de esas ratas, un tipo enorme y calvo, adicto y alcohólico, pero brutal. Camino hasta la sección de los camerinos y me dejan solo para que me prepare, saco mi teléfono móvil y enseguida me llega una llamada de Eithan, lo pongo en alta voz al tiempo que me quito solo la camisa, y comienzo a vendarme las manos.

—¡Estás demente! —es lo primero que me grita.

—No tanto como tú, hijo de puta, necesito que estés al pendiente de Azura, no me fío de ellos y lo sabes.

—Voy en camino a casa, me aseguraré que esté bien.

—Bien.

—¿Quieres que vaya por ti?

—No, aún estoy cabreado contigo, aún me las pagarás.

—Maldita sea, Rayan, no seas infantil. ¿Contra quién lucharás?

La pregunta queda suspendida en el aire, decirle no serviría de nada, él se preocuparía y eso lo convertiría en un dolor de culo.

—Tengo que colgar.

—Rayan... espera...

—Nos vemos mañana.

Cuelgo y enseguida llaman a mi puerta, entra un tipo lleno de tatuajes con cara de amargado.

—Tres minutos —dice y sale.

Estoy por apagar mi celular, cuando me llega un mensaje de Azura.

Azu: Te amo, pero te odio en estos momentos, capullo.

Sonrío, sin embargo, no le respondo, en su lugar apago mi móvil y lo guardo en el casillero.

"Ella me ama"

Tengo a Azura tan tatuada en mi piel, que es la única que me saca una sonrisa con un maldito mensaje. Salgo a la arena esperando que esto termine pronto, cuando al fondo veo cómo uno de los gemelos habla en secreto con Bebé, ríen y le da algo que el otro se mete en el bolso del pantalón, lo que me huele a trampa.

Muevo mi cuello de un lado a otro, la multitud ruge cuando me mencionan por el altavoz, lejos, al final, se encuentra la enorme jaula, diez por diez metros, cada paso que doy en su dirección me impulsa y me pone en marcha, sintiendo aún frescos los besos de Azura. Mis venas se dilatan, los latidos de mi corazón trabajan para alimentar mis músculos, mi mente se agudiza y se aclara conforme la imagen del mastodonte se presenta frente a mí esperando dentro de la jaula.

Al verme, ruge y se golpea el pecho con sus puños, haciendo que la mitad de la multitud lo aclame. Estaba tan rabioso, que ladeo una sonrisa al saborear el que ese hijo de perra sería mi desquite. Entro a la jaula y se encargan de cerrarla con candado, cada centímetro de mi ser, se prepara para atacar con furia, memorizo mis reglas: defender a Azura, sobrevivir y dar a estas personas la emoción de estar viendo al pantera en acción.

—¡Te amo, pantera!

—¡Tú puedes!

—¡Eres el mejor, mátalo!

—¡Quiero hijos contigo!

Las perras me gritaban y me causaba gracia, estiro mis dedos y le echo un vistazo breve a la gente que me rodea, las luces brillan por encima de nosotros apagando el resto que deja a las personas de las gradas sumidas en completa oscuridad para no distraerme, mi sobrenombre retumba en la boca de la mayoría, toda su emoción y anticipación gira a mi alrededor como torbellino, me ponen de malas y quisiera que se murieran todos.

—¿Nervioso o temeroso, Pantera?

El bebé se atreve a hablarme y frunzo el ceño, sé cómo funciona su modo, intenta cabrearme como primer golpe.

—¿Me tienes tanto miedo que se te olvidó cómo hablar? —ríe y enseguida toda la audiencia guarda un silencio sepulcral, saben que no soy de palabras.

Mis labios se curvan mientras giro a verlo con altanería, en lugar de responderle, flexiono mis brazos y curvo mis dedos hasta que mis nudillos saltan, mi cuerpo se siente bien, la adrenalina comienza a correr a grandes cantidades por todo mi torrente sanguíneo, cada uno de mis músculos está caliente y listos para contraerse.

—¿Qué parte del cuerpo quieres que le entregue a tu familia? —me pica.

—Poco cerebro, pero muy grande la boca. ¿Quieres café para seguir platicando? O prefieres las galletitas de tu abuela, oh, cierto, no tienes familia.

Bebé es grande pero lento como una jodida tortuga, se enfada y lanza el primer golpe que esquivo al verlo venir desde el momento en el que incluso lo pensó, me agacho y regreso a mi lugar con un golpe que lo noquea, haciéndolo mecerse a un lado, el gorila intenta abalanzarse sobre mí otra vez, pero es demasiado lento, así que lo llevo abajo en la arena de un golpe duro, me subo en él y comienzo a golpearle sin parar.

Mis puños chocan contra su rostro y me mancho de sangre, me siento bien, desquito toda mi furia, el beso que le dio Azura a Sam, el no poder follarla como quiero, todo, la multitud me aclama, lo he dejado casi inconsciente, la pelea es mía, nadie me quita a Azura, nadie me aleja de ella, la mantengo a salvo y su coño alejado de todos.

Gritan y hacen el conteo regresivo, cuando Bebé ríe escupiendo sangre.

—Esto va por los gemelos.

Dice y enseguida como un golpe bajo, me apuñala con una navaja a un costado, gira y lleno de coraje me saco el arma punzocortante y le tajo el maldito cuello, la gente grita despavorida y todos comienzan a correr hacia las salidas de emergencia, me dejo caer a un lado con un dolor del infierno, alguien abre la jaula y los mismos que me han puesto como carnada, me levantan y miro hacia abajo, un enorme hilo de sangre adorna mi piel.

—¡Mierda, mierda! Qué han hecho imbéciles —exclama la pelirroja con mi playera en las manos.

Me quedo inconsciente a ratos, siento cómo alguien me mueve y me pone la playera con mi cazadora, el sonido de un auto y de varios gritos, insultos y exclamaciones me llegan a despertar por segundos, luego siento cómo me cargan y me dejan sobre una jodida superficie fría, he perdido no sé cuanta sangre, me hicieron un jodido torniquete que sirve una mierda, el rechinar de las llantas se aleja y abro los ojos.

Mi visión resulta borrosa y solo distingo una cosa, la casa de Azura, no tengo puta idea de donde saco fuerzas, pero como puedo, gruñendo de dolor me obligo a ponerme de pie, camino lo que me parece una eternidad, logro llegar hasta su puerta y toco el timbre varias veces hasta que el ruido de pasos acercándose me hacen sentir como en el cielo.

Azura abre y al verme frunce el ceño.

—Estás ebrio —afirma y no puedo evitar reír.

—Pero de amor por ti, maldita bruja —gimo y pierdo fuerzas cayendo sobre ella.

—Maldita sea Rayan...

Ambos caemos y estoy encima de ella, se siente tan bien como caer sobre un enorme algodón de azúcar, me siento adormecido e inspiro el olor a lavanda de su cabello.

—Hueles bien —susurro.

Entonces sucede, pierdo poco a poco la conciencia, hundiéndome en la oscuridad, quedándome solo con el grito desgarrador de mi pequeña amiga.

—¡Rayan!

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