




Capítulo 7
AZURA
No dejo de sentirme feliz por la pequeña victoria que estaba teniendo encima de Rayan, después de haberlo amenazado y al ver que Sam estaba aquí, sintiendo su mirada sobre mí, hice lo más inmaduro, pero efectivo y eso era besar al único chico que no le temía a mi muy imbécil mejor amigo. Pero no conté con que se pusieran las cosas tensas, y eso me llevó a estar ahora en medio de los dos, tratando de controlar los ataques de ambos.
—Parece que solo te buscas los problemas —gruñe Rayan cerrando los puños, dispuesto a partirle la cara a Sam o a cualquiera que se cruce por su camino.
—Sabes bien que no te temo, y fui invitado, si Azura me besó, es porque le gusto, así que —Sam tiene la mala acción de rodear mi cintura y atraerme hacia él—. ¿Por qué no nos dejas disfrutar de la noche?
—No —Rayan me toma del brazo, intenta jalarme hacia él al tiempo que Sam ejerce más fuerza en su agarre y no le deja las cosas tan fáciles.
—¡Bueno, chicos, es hora de los juegos! —exclama Samuel, el amigo de Rayan intentando apartar la atención de nosotros.
La música suena y poco a poco el ambiente vuelve a ser el mismo, la gente aparta la mirada porque le temen a Rayan y porque saben que meterse con él es una sentencia social, estaba enterada de los rumores que la gente ignorante corría y lo engrandecían, como que estaba metido en la mafia, o que tenía negocios turbios con las drogas, cosa que es mentira.
A Rayan no le gustan los mafiosos ni en películas o series, y estaba en contra de toda sustancia tan nociva como las drogas.
—Azura, hablemos en privado —me pide mi mejor amigo soltándome y aparentando estar tranquilo, pero estaba lejos de estarlo.
—No quiero —le reto con la mirada y eso lo crispa.
—¿De verdad me llevarás la contraria? —pasa una mano por su barbilla, observándome con detenimiento.
—Quiero pasar una noche como una chica normal, así que sí, estoy segura —respondo tomando el brazo de Sam.
El silencio que le sigue y el que selle los labios me estremece, lo conocía tan bien, y la mirada que me lanza solo me confirma que me he metido en severos problemas.
—Nunca has estado en una fiesta como esta, Azura —intenta darme una última oportunidad—. Piensa bien los pasos que estás por dar, porque después de esto no te volveré a ver como mi pequeña amiga.
Sus palabras me calan los huesos, la piel se me eriza con el peso de esa afirmación, ¿Era lo que quería, no? Que dejara de verme como a su pequeña hermanita y demostrarle que estaba convirtiéndome en toda una mujer. Siento que el odio gélido que comienza a emanar de su cuerpo hacia mí, se convierte en mil dagas que van directo a mi pecho.
—Siempre hay una primera vez para todo —las palabras que brotan de mi garganta se deslizan lentamente mientras me estudia con su mirada inquisidora.
Aprieta tanto su mandíbula que siento que me duele a mí y no a él.
—Bien —asiente y me encojo—. No digas que luego no te lo advertí, y espero que Sam Hamilton sea lo suficiente como para defenderte, Azura.
Su tono de voz se torna hostil, gira sobre sus talones y comienza a alejarse, odio estar enfadada con él, pero me mintió y me trata como a una idiota, solo quería divertirme y demostrarle que soy una chica grande, a más no le perdono el hecho de que me hubiera masturbado, se sentía sucio pese a ser amigos.
«Pero te gustó, no finjas que no porque llevas enamorada de él desde niños»
Apago la maldita voz de mi cabeza que me tortura y tomo una enorme bocanada de aire.
—¿Estás segura de lo que haces? —la voz de Sam a mis espaldas me hace dar un respingo, casi olvido que estaba presente por concentrarme en Rayan.
—Sí.
—Oye, yo no tengo ningún problema en molestar a Volthmon, no le temo, pero creo que en verdad te has metido en serios problemas —dice al tiempo que se empina el trago que sostenía en la mano.
—Rayan no me hará nada —río sin gracia, y aunque parezca por fuera que estoy segura de mí, por dentro siento como si algo se rompiera.
—¿Quieres algo de tomar? O tu papi Rayan te lo impide —me guiña un ojo y no puedo evitar sonrojarme.
—Rayan es solo mi amigo de la infancia —replico blanqueando los ojos.
—Si tú lo dices.
Lo sigo hasta la barra y noto que muchos me observan con ojos discretos, uno que otro me ladea una sonrisa fugaz que yo no acepto, ya suficiente problema tenía como para echarme al bolsillo uno más.
—¿Te va bien el vodka? O eres de las chicas fresas que prefiere las cosas dulces —me mira acomodándome un mechón de mi cabello—. Te ves muy hermosa.
—Gracias, y el vodka me va bien.
Me siento extraña con el tacto de un chico que apenas conozco, pero intento distraerme.
Sam me prepara el trago cuando siento como una chica me empuja al pasar contoneando sus caderas.
—Lo siento —me mira por arriba del hombro con desdén.
—No hay de que —frunzo el ceño.
Sam ríe y me da el trago, antes de ingerirlo las estúpidas reglas de Rayan retumban en mi mente y olfateo por el borde, no vi cuando lo preparó y me da cosquilla decirle que si le hecho algo, pero al parecer me lee la mente y suelta a reírse.
—Juro que no te metí alguna droga que pudiera dormirte y hacerte cosas, estando inconsciente —se toma su trago de un tirón y carraspea por el aguardiente que roza su garganta—. No soy un violador, Azu, y mucho menos cuando no han dejado de observarnos.
Me señala con la mirada hacia atrás y giro solo para encontrarme con los ojos azules de Rayan sobre mí, está rodeado de varias chicas que no hacen más que hacer idioteces para llamar su atención, sostiene un vaso rojo con cerveza, toma el resto y no me permito cortar el contacto porque eso significaría que me rindo, termina y aplasta el vaso con la mano lanzando el resto a su lado.
Frunzo los labios cuando toma a la rubia que parlotea a su lado, enreda su mano en su cabello, la acerca a la fuerza y la besa con los ojos abiertos frente a mí. Está midiéndome, lo sé, por lo que levanto el maldito vaso lleno de vodka y lo levanto a su salud, luego me lo empino tomándolo todo, rompiendo la mirada de él.
—Oye, calma, no tomes tanto o te pondrás ebria antes del juego —me dice Sam arrebatándome el vaso.
—¿Qué juego?
Las luces se apagan y todo permanece oscuro mientras la música sigue su curso. El mareo me invade y tengo que sostenerme de la mano que se posa a mi lado para no caer de bruces. Doy un paso hacia delante y estoy a punto de preguntarle a Sam qué mierda sucede, cuando las luces se vuelven a encender y siento que alguien me rodea de la cintura, el calor se sube a mis mejillas y una risa idiota brota de mi garganta cuando intento decirle a Sam que no haga eso.
El silencio es ensordecedor cuando varios pares de ojos se posan en mí, una erección golpea mi trasero y frunzo el ceño intentando soltarme de su agarre, pero la voz de Samuel me hace girar y ver a Sam al otro lado del salón, con una rubia rodeando su cuello.
—¡Ya tienen a sus parejas, saben qué hacer, solo que esta vez comenzaremos con una serie de juegos que ha impuesto Rayan! —señala a mi dirección.
Y pese al alcohol que ya se me había subido a la cabeza, el aroma inconfundible de Rayan inunda mis fosas nasales.
—Querías jugar como los grandes, ¿no? —Su voz es ronca y eriza mi piel cuando siento sus labios en mi oído—. Pues jugarás en las grandes ligas Azura.
Intento hablar, pero me aprieta más hacia su cuerpo y jamás habíamos estado tan cerca como en los bolos y ahora.
—¡Pasemos a las habitaciones! —exclama Samuel e intento hacer contacto con Sam y pedirle ayuda, pero la chica y otras más lo arrastran hacia las escaleras y Rayan no me libera.
—Suéltame —intento alejarme de él, pero eso solo hace que ejerza más fuerza de la necesaria y duele.
—Me has hecho enfadar, Azu —deja un beso en mi hombro y sin verlo venir, me carga sobre su hombro y comenzamos a andar.
El efecto del vodka me estaba haciendo efecto y estar de cabeza no me resultaba de gran ayuda.
—¡Bájame, Rayan! —golpeo su espalda.
—Cállate, Azura, no me hagas enojar más de lo que ya estoy —me suelta una palmada en el trasero y chillo ante su tacto.
Caminamos por donde no tengo idea, cierro los ojos esperando no vomitar, escucho que el ruido de la música se hace menos audible, me lanza sobre una cama y lo observó quitarse la chaqueta de cuero. Sus ojos son dos llamas enormes y siento que su instinto asesino hacia mí, se acrecienta con el paso de los segundos.
—¿Qué... hacemos aquí? —siento que mi lengua se adormece.
—Bienvenidos a la fiesta de los pecados, de los placeres y las perversiones —la voz de Samuel sale de una de las bocinas que están ubicadas en los costados de las paredes—. Tal y como el jefe lo ha indicado, comenzaremos con una ronda de toques y besos ¡que se suba el ambiente!
Cortan la comunicación y no entiendo nada. Pero Rayan se quita la chaqueta y me mira con furia, acercándose a paso lento como un depredador.
—En esta fiesta se juega sexualmente Azu —me hace recorrerme hasta que me obliga a abrir las piernas con sus rodillas—. No importa si es tu hermana, tu prima, tu hermano, o tu mejor amigo, se folla duro, nadie dice nada, nadie hace nada, es un secreto a voces que, si alguien tiene la grandiosa idea de hablar, convierto su vida en un verdadero infierno.
—Rayan... esto...
La garganta se me encoge y el valor que creía tener se esfuma, cuando desliza su mano por mi pierna, levantando la tela de mi vestido hasta que se asoman mis bragas.
—Me has hecho cabrear —poco a poco deja caer su cuerpo sobre mí, el acercamiento es tan mermado, que incluso en los bolos no estábamos tan cerca.
—Quiero ir a casa —susurro.
Rayan ladea una sonrisa siniestra que hace que un escalofrío recorra mi espina dorsal.
—Tuviste tu oportunidad, Azu, quieres jugar a la niña grande, bueno, pues jugaremos como los niños grandes que somos —su aliento choca contra mis labios y en menos de un pestañeo me besa.
Abro la boca como si fuera un robot incapaz de negarme, y Rayan me mete la lengua hasta la garganta, succiona, muerde y gruñe al tiempo que empuja sus caderas, mostrándome la dureza de su miembro. Sus manos se deslizan por mis piernas abiertas y gimo en su boca.
—Maldita sea —brama y su cuerpo se relaja, se aparta de mis labios y pone su atención en mi cuello, toca mis pechos con desespero y la situación pasa de ser extraña, tierna a brusca.
—Rayan, detente —me quejo cuando pasa su mano por debajo de mis pantaletas y comienza a masturbarme con brusquedad—. Me duele.
—¿Te duele? Esto era lo que querías no... ser mayor, las chicas mayores aguantan esto porque les gusta.
Abro los ojos como platos al darme cuenta de lo que estaba haciendo, me gira como si fuera una jodida muñeca poniéndome de cuatro, mis brazos se sienten débiles y el mareo domina todos mis sentidos.
—Rayan, no me siento bien... —Mi voz tiende de un hilo y me siento avergonzada conmigo mismo, porque esto no es propio de mí.
Es decir, estaba enfadada con Rayan, pero venir a una fiesta como esta, enfrentarlo y dejarlo en completo ridículo frente a todos, no fue una idea inteligente, y eme aquí sufriendo las consecuencias, estaba claro que me estaba castigando, porque sí señores, ni yo, Azura, se salvaba de la furia de Rayan Volthmon.
—¿Crees que yo me sentí bien al verte con ese idiota? —Me mueve como trapo y ahora estoy sobre sus piernas, mis brazos caen a un costado y levanta mi vestido dejando al aire libre mis nalgas—. Reglas Azura ¿recuerdas? Reglas.
Me da una palmada en el trasero y el ¡Zaz! Me hace abrir los ojos y tensar el cuerpo.
—Has sido una niña mala, Azura —palmea nuevamente y esta vez me escuece la piel y las lágrimas inundan mis ojos.
—¡Para!
Pero no me hace caso, sigue dándome nalgadas como si fuera su hija pequeña y no sé qué es lo que más me duele, que me siga viendo como una mocosa, o que no le importe mi sentir, joder, Eithan me había engañado al igual que él, sentía que no conocía a nadie y por su maldita culpa ni siquiera tenía amigos a los que recurrir cuando lo necesitara, solo lo tenía a él, y ambos estábamos enojados el uno con el otro.
—Este no es sitio para ti.
Palmea y palmea hasta que dejo salir un sollozo que lo hace detenerse justo cuando estaba a punto de volver a golpearme.
—Azu...
Me incorporo cuando deja de darme, y pese a estar abrumada y mareada, logro bajar mi vestido y limpiarme las lágrimas con el dorso de la mano.
—Mierda, lo siento, me dejé llevar, escucha, esto es para que entiendas que...
Hace el amago de acercarse, pero se lo impido.
—¡Idiota! —exclamo llena de rabia, tenía el trasero adolorido, es decir, ni mis propios padres me han dado una nalgada cuando era chica.
—Tú tuviste la culpa, si no hubieras venido aquí nada de esto hubiera pasado —se pasa una mano por el cabello.
Nuestras respiraciones son agitadas, el ambiente se ha tornado sombrío, hostil y sofocante, me duele el pecho, me confunde y siento que quiero agarrarlo como un maldito saco de boxeo. Los dos estábamos enfadados, pero él me había fallado, ¿No se supone que me tiene que proteger y no darme una zurra?
—Estamos alterados, te llevaré a casa y...
Necesitaba tiempo, alejarme de él hasta comprender esta revolución en mi pecho que me hace sentir cosas que nunca he sentido, solo imaginado.
—Te odio —chillo.
Su mirada se oscurece.
—Mientes.
—¡Sí, pero en estos momentos siento que te odio y no quiero verte, eres malo, Rayan, malo, no quiero que te acerques a mí! —exclamo sintiendo que me quedo sin aire.
—Jamás me alejaré de ti, Azura, lo sabes bien —espeta firme y distante como siempre.
—¡Bien, pues entonces jódete!
No sé de donde agarro fuerzas, pero le propicio una patada en las bolas que lo hace estremecerse y aprovecho para salir corriendo, no sé por dónde ir, no obstante busco las escaleras por las que subimos y cuando las encuentro, bajo con la adrenalina recorrer todo mi torrente sanguíneo, el corazón se me acelera y escucho que me llama, pero lo mando a la mierda.
—¡Azura!
Salgo de la propiedad y estoy por adentrarme al bosque, cuando el sonido de un carro viniendo a toda velocidad me hace girar a la derecha, un par de luces resplandecen y todo sucede tan rápido, que solo siento que tiran de mí, cayendo al suelo mientras el carro se estrella contra una de las paredes y explota frente a mis ojos.