




4
Eli.
Mi boca se abrió soltando un gran bostezo, debido a la gran flojera y el sueño que me traía. Carolina me había levantado diez minutos tardes para ir al aeropuerto, dónde me esperaba Conner, de seguro con su mirada cargada de odio. Siempre que llegaba tarde me miraba así, con odio. Yo por mi parte me divertía verlo así, enojado. Arremangué mi camisa manga larga hasta mis codos, y ajuste los cordones de mis botines. Cargué la cartera en un brazo, y la maleta la llevaba en la mano.
Salí del auto con Carolina, dirigiéndome al jet privado que tenían los Hilerson.
—Me matará—musito tímida, sí, tímida—. Cortará mi cuerpo en pedazos y los echará al mar, estoy segura de ello, Caro.
Mi hermana a mi lado se echó a reír, y me lanzó luego una de esas miradas que dicen "estás bien pendeja". Mi hermana había progresado en su estado aún más. Era libre de sí misma, y ahora más, mucho más segura de ella. No voy a decir que lo ha superado del todo, porque aún digamos que sigue teniéndole fobia a los hombres.
Miré el jet, y a Conner con sus respectivos guardaespaldas, y adelanté muchísimo mi paso. Mi hermana me siguió el paso sin replicar ni nada, y cuándo estuve cerca de él, me sentí chiquita. Rayos, su mirada decía que quería matar a alguien. Lo estaba haciendo llegar tarde a Alemania para una junta. Me despedí de Carolina con el corazón en mi garganta. Temía dejarla sola por este trabajo que sólo en cuestión de segundos sería nada más ni nada menos que solo sexo. Pero estaba segura de que ella ya sabía cuidarse sola, lo había aprendido por anotarse en aquél ring de boxeo.
Sentí la mirada de Conner escrutando en mi nuca, así que me giré para encararle y pedirle perdón de mi retraso.
—Señor, disculpe, no escuché mi alarma—fui sincera.
—Hágame el favor y suba al maldito avión ya—ordenó y me sorprendí un poco por la rudeza en sus palabras.
No repliqué ni nada, subí sin más, viendo que mi hermana que se despedía con la mano, y claro, con una sonrisa pícara en sus labios. Rodé los ojos, y terminé entrando en aquél avión. Me senté un poco más atrás que Conner. Y pensé, que, esto había estado tardando más de la cuenta.
Cinco meses.
Cinco jodidos meses y él aún no daba un paso para caer ante mí. Ya me sentía un poco indignada, porque, ¿me deseaba o no? Pues, claro que sí, en sus ojos se le notaba, pero nada que dando un paso, ¿tendría novia, prometida? No. Nunca en la prensa escuché mencionar a alguna mujer que manteniera relación afectiva con él. Suspiré, me estaba tomando este trabajo muy en serio, estaba durando más que los demás, sólo para complacer mis estúpidos caprichos. Dios qué si soy tonta, pero me gusta divertirme de ésta manera.
Jo–der.
En serio que estoy loca, mantener un trabajo como secretaria sólo por llevar un hombre a mi cama. A veces lo pensaba y era algo perturbador, muchos hombres habían acabado en mi cama, y todos ellos mis jefes. Podía asegurar que me había acostado con la mitad de Nueva Orleans, y eso me convertía en una zorra. Rayos, sí que sí.
Para no pensar en mis palabras tontas —que en parte era verdad—, me dispuse a conectar mis audífonos al celular para escuchar música. Este sería un viaje un poco largo. Y de escuchar tantas canciones e fijarme en Conner, me quedé dormida.
—Señorita Donnell, despierte—sacudió mi hombro con suavidad, que me causó cierta ternura—, hemos aterrizado.
Su voz se coló por mis oídos completamente, y abrí mis ojos. Parpadee un poco para poder ver bien, y fijarme en que tenía delante de mí a Conner, mirándome con aquellos ojos que me derretían por completo, él era todo un encanto y lo sabía.
Me estire en mi asiento haciendo crujir mis huesos, mis pezones se erizaron en cuanto sentí el frío de la noche, diablos, Alemania era muy frío. Solté vaho y me levanté de mi asiento.
—Gracias por levantarme, señor Hilerson—relamí mis labios como siempre—. Y disculpe por quedarme dormida, no debí.
Él ocultó una sonrisa, y por sus ojos pasó un brillo particular que me cautivó. Me gustaban sus ojos azules como el mar. Son profundos y cautivantes, son expresivos y a la vez fríos.
—No se preocupe, venga, iremos al hotel—empezó a caminar y le seguí.
Ya en el auto dirigiéndonos a algún hotel cinco estrellas, saqué mi celular para mandarle un mensaje a Abril y Carolina diciéndoles que ya había llegado a Alemania. Ellas respondieron con un simple emoji de beso, seguidos de un "cuídense". Rodé los ojos ante lo último. Frote mis brazos con las manos para darme calor, aún teniendo la calefacción encendida hacia un frío del demonio.
El chófer estacionó delante de un hotel muy hermoso, y salimos del auto para adentrarnos en él. Tomé mi equipaje y cartera en manos,siguiendo los pasos de Conner. Su hermoso y redondo culo resaltaba muchísimo con aquellos pantalones formales que traía —sí, formales, olvidé decir que Conner iba vestido sin su típico traje Armani—. También llevaba una camisa de cuadros arremangados a sus codos, haciendo que se vean sus brazos fuertes y que se noten algunas venas que resaltan.
Eso me llamaba más la atención de él. Sus venas que resaltaban en sus brazos pálidos. Dios mío, él era tan guapo, perfecto, hermoso, una sonrisa de infarto, un cuerpo de infarto también... ¿Cómo sería eso allí abajo?
—... y el cuarto de la señorita Donnell queda junto al mío, sí, la habitación dieciséis y diecisiete, ¿le parece bien señorita Donnell? —escuché que decía.
Estaba tan centrada en mirarlo y hacerle cumplidos en mi retorcida mente que no me había fijado en escuchar lo que decía. Esperen, ¿acaso él dijo el cuarto de la señorita Donnell queda junto al mío? Dios mío... Pensé que dormiría en un piso diferente al suyo, o tal vez que quizás él pague la suite.
Miré su rostro, y vi que él estaba esperando a que yo dijera algo, oh.
—Eh, eh... —balbuceé—. Sí, sí, me parece perfecto...
¿Yo, Annelisse Rosalie Donnell Müller había balbuceado? Dios mío, este hombre sacaba la pero versión de mí... ¡Qué vergüenza! Sentí como mi rostro se teñía de rojo hasta mi cuello, noté cómo me miraba de reojo y eso sólo hizo que quisiera explotar de color escarlata. Terminó de pagar las habitaciones, y fuimos al elevador para ir al piso 5.
Sentí una gota de sudor caer por mi nuca, y la retiré. Miré mis manos, mis pies, la maleta... menos él. No quise mirarlo para quedarme como una boba admirándolo, de seguro él me había cachado viéndole de tal forma, y frente a su otra asistente y su socio. Qué horror... El elevador se detuvo en nuestro destino, y salimos buscando las habitaciones. Ya delante de ellas, Conner me tendió la llave de la mía.
—Gracias—musité algo nerviosa.
Abrí la habitación y mi mandíbula casi que quiso tocar el suelo. ¡Esto era bellísimo! Una cama tamaño King, un armario grande de dorado con blanco a un lado, un balcón que daba a vista a una playa —algo realmente hermoso—, un televisor pantalla plana en un rincón, una puerta que daba al baño, que la abrí u quise caerme de culo. Un. Jacuzzi. ¡Un jacuzzi!
Me deshice de mi ropa para meterme en aquél jacuzzi. En lo que entré al agua jadee de satisfacción. Estaba tibia. Tomé champú que estaba a un lado del jacuzzi —no sé qué hacia eso ahí—, y lo vertí dentro para crear espumas. Me relaje y cerré los ojos.
Salí después de unos laaaargos minutos, y me metí a la ducha para enjabonar mi cuerpo. Un jabón olor a pepino se fundió en mis fosas nasales, haciendo que de inmediato me gustara el olor. El mismo champú que vertí en el jacuzzi me lo eché en el cabello y empecé a lavarlo suavemente.
En lo que salí ya lista, miré detenidamente el cuarto de baño. Era grande, el cuarto dónde dormía en mi departamento se quedaba chiquito ante éste. Por dios, ¡un jacuzzi! ¿Es eso posible, en serio! ¡Es enorme! Y está dentro de un baño de hotel. Dios mío, virgen santísima. Salí del baño con la toalla enrollada a mi cuerpo, y busqué una pijama de dormir. En cuanto todo ya tuve mi short corto y la camisa blanca de tirantes puesto, me lancé a la cama dispuesta a descansar.
Puse la alarma en mi celular para despertar temprano, y cerré mis ojos para caer rendida profundamente en los brazos de Morfeo.
La puerta de mi habitación sonó. La luz aún no entraba por mi habitación y supuse que aún era de noche. ¿Quién tocaba mi puerta a estas horas? Miré la hora en mi celular y éste marcaba las dos de la madrugada. Bufé y me levanté de la cama a atender. Abrí la puerta dejando ver a Conner recargado de un lado del marco de la puerta. ¿Qué hacía...?
—¿Por qué eres tan herssmosa? —¿estaba borracho?—. No te sa–aaco de mi mennnnte Elisse...
Sí, definitivamente estaba borracho.
—Señor Hilerson, no sé de qué me habla—hablé rápidamente, y quise darme una bofetada por lo estúpida que soné.
Rodé los ojos. ¿Lidiaría con él en este estado? Se veía tierno decir que era hermosa, y un montón de cosas más que está diciendo en estos momentos, pero tenía que meterlo a la ducha, me gustaría más que estuviera totalmente sobrio para decirme esas cosas.
Lo metí dentro de la habitación, y cerré la puerta detrás de mí.
—No estoy tan ebrio, Elisse—oh, ahora me doy cuenta que me tutea.
Él se acerca mucho a mí, tanto que puedo sentir el olor a Bourbon que desprende. Mis piernas flaquearon, me sentí muy gelatina en este momento. Él quería besarme, y yo iba a negarme.
—No, señor, usted está ebrio—solté una risa nerviosa, y me aparté de él.
Fue un error.
Sus manos se sujetaron fuertemente en mi cintura y su boca impactó en la mía. No pude evitar seguirle el beso, el sabor que tenía era un total de Bourbon y mentas. El beso era salvaje y feroz, tanto que me aferre a su cabello para jalarlo hacia atrás. Mordí sus labios suavemente para después chuparlos, él gruñó en respuesta.
Me cargó y mis piernas se sujetaron a su cintura, sentí cómo me dejaba caer suavemente en la cama. Sus labios hicieron un camino desde mi cuello hasta mi ombligo, era jodidamente excitante verlo así, y me di cuenta que ya no estaba tan ebrio cómo antes. Oh Dios, ¿qué estoy haciendo? ¡Él tiene que estar sobrio!
Volvió a besarme y exploté. Sus labios eran muy suaves, y me fue imposible no seguirle el beso. Su lengua apareció en mi boca explorándola, y yo hice lo mismo con la mía. Es un beso totalmente apasionado cargado de excitación. Me encargué de quitarle la camisa y mirar sus deliciosos cuadros de chocolate, joder, si que estaba bien bueno. Di la vuelta en la cama quedando sentada a horcajadas en él, en su regazo.
Sentí el gran bulto que había entre sus pantalones y me fue inevitable no gemir. Estaba tan duro y dispuesto a entrar en mí. Mi vagina pedía a gritos ser atendía por él, sólo por él.
Y sucedió, en cuestión de minutos los dos estábamos sin ropa, sin nada encima. El lamía y chupaba mis pezones erectos haciendo que arqueara mi espalda por la gran excitación que me daba. Dos de sus largos dedos fueron a parar dentro de mí. Tenía un ritmo rápido y salvaje, me encantaba que fuera salvaje.
Nuevamente nuestros labios se juntaron y mis piernas de enredaron a sus caderas, permitiéndole un acceso total a mí. Vi como rasgaba el sobre plateado con sus dientes para después ponérselo en su miembro duro y grande. Aquello era una total bestia. Miré sus ojos y vi deseo total, relamí mis labios preparada.
Pero él sólo miraba cada rincón de mi rostro.
Gemí de frustración.
—Hazlo Conner—pedí en un hilo de voz.
—¿Qué es lo que quieres? —replicó él, con una sonrisa arrogante.
—Fóllame, por favor fóllame.
Y lo hizo.
Me penetró duro y salvajemente dejándome sin aire.
Así estuvimos durante toda la madrugada.
Desperté agitada mirando a mis lados, no quedaba ningún rastro de Conner en mi cama. ¿Había soñado yo aquello? No, me di cuenta que no. Estaba totalmente desnuda, y mi ropa se encontraba en el suelo tirada, mis bragas de seda habían sido arrancadas, estaban rotas en el suelo. Y las imágenes se repitieron en mi mente como una película, demonios.
Anoche había follado con Conner, jo–der. Fue lo más asombroso de mi vida, el mejor polvo que me han dado, sin duda. Esperaría con ansias que se vuelva a repetir. Una sonrisa engreída apareció en mi rostro. Me deslice de la cama para salir a bañarme, la alarma había sonado justo a tiempo esta vez. Saqué de mi maleta un vestido rojo casi vinotinto, y unos tacones negros con plataforma. Fui al baño y me di una ducha algo rápida. Tenía hambre, mi estómago rugía mucho.
Salí del baño, y me vestí a la luz del diablo, me maquille ligeramente con un poco de polvo, rímel, y pintalabios marrón. Cepille mi cabello rojo largo hasta mi cintura y salí de la habitación. Me dirigí al restaurante dónde estaría él, y me acerqué un poco temblorosa al verlo en una mesa al fondo, con las demás personas, el socio y una chica, ¿era la asistente no? Ya se me olvidó.
—Buenos días— saludé, me senté al lado de la chica nerviosa.
Conner no había volteado a verme.
—Buenos días—dijeron todos.
Ahora sí volteó a verme. Me miró de arriba a abajo sin ningún disimulo, y yo no pude evitar sonrojarme.
—Quiero que anotes en mi agenda pedir una cita con Claymore, y también pídele a Matthew Brodick si está en sus posibilidades encontrarse conmigo para cerrar el trato—masculló suave hacia a mí.
Saqué la tablet de mi cartera, y me dispuse a hacer lo que me pidió.
Así la tarde corrió, él me pedía hacer tal cosa y lo hacía.
Y estaba, en mi agenda, ir esta noche a su habitación para proponerle sexo. Él había creado un aura de celos en mí, imaginarlo con otra me hacía hervir de sangre. Por lo que le propondría un trato, no quería que se acostada con otra que no sea yo. Prácticamente, lo quería para mi nada más.
Me había demostrado ser un salvaje en la cama, y dios mío, si que era bueno. Muy bueno.
Y como dije, lo quería para mí nada más.
Por un buen tiempo.