Read with BonusRead with Bonus

Mi señor

Todavía recuerdo cómo podía sentir en mis propias venas el sabor de su mirada al verme tan concentrado, tan entregado a aquel efímero contacto que solo me provocaba más y más. Como sus latidos empastaban a la perfección con los míos. Podía incluso sentirle salivar. El deseo nos consumía a ambos y nuestros cuerpos mostraban señales de ello, señales inequívocas.

Mientras yo bebía de mi copa él miraba mis labios, la forma en que tomaba el pie de la copa, las pequeñas arrugas de mis labios al tragar y sabía perfectamente que estaba imaginando un montón de cosas que no me atrevía a predecir. Si los dos sucumbíamos a la pasión que flotaba por el aire entre nosltros,segura estaba de que s no saldría nada bueno de aquel momento.

Nada más que lujuria y desenfreno. Pasión y tórrido romance.

—Deja de mirarme así —exigí divertida.

Los dos sabíamos que habíamos empezado a jugar desde hacía bastante más de lo esperado. De lo que íbamos a reconocer. De lo que nos debíamos permitir.

—No puedo dejar de hacerlo hagas lo que hagas —se confesó sincero —. Eres tan hermosa como impredecible... eso me obliga a estar todo el tiempo al tanto de ti.

—¿Qué estás haciendo Tahirk Abdhullah?  No puedes engañarme y sé que estás planeando algo.

—De momento cenar contigo.

—Pero es que solo estoy cenando yo —puse las cartas sobre la mesa.

—También saboreo mi propio manjar, querida —me sonrojé inevitablemente —. Te aseguro que me estoy dando un festín —vacío su libidinosa mirada en todo mi cuerpo.

Era muy seductor sí, sus ojos me veían como si fuera la delicia más apetecible del mundo y no dudo que lo fuera pero no podía ser suya.

Dejarme llevar con un hombre así, con la intención que yo tenía con él era de lo más s absurdo y peligroso que alguna vez me podía haber planteado.

Cada bocado que entraba a mi boca le hacía suspirar y me humedecía por completo al saberlo tan deseoso de mi pero no era suficiente como para hacerme perder la cabeza por él.

—¿Bailarías conmigo?

Asentí viendo como se nos acercaba alguien tocando un violín. Limpié mi boca con la servilleta y me puse en pie tomando su mano para que me guiara a su cuerpo, me pegara a él, me calentara con su propio ardor. Pecho contra pecho, su quijada encima de mi cabeza... eso me obligaba a mirar arriba para verlo observarme atento. Entregado, ambicioso de mi.

Y comenzamos a movernos al compás de la hermosa melodía que salía de aquel intérprete.

—¿Por qué te muestras tímida ahora si antes fuiste atrevida?

Su aliento se mezclaba con el vello en mi nuca al apoyarse en mi hombro y se me erizó la piel. Él lo notó y entonces me besó el cuello, avanzando hasta la punta de mi hombro. Me encendió por completo enseguida, me excitaba cada cosa que salia de su boca, desde palabras hasta su ardiente aliento. Enloquecía solo con su verde mirada sobre mi.

—Irme a la cama contigo será un error —musité profundamente deseosa.

—Uno que necesitamos cometer, y que será exquisito. Puedo sentirlo desde aquí.

—¡Tahirk...!

—Alice, te deseo. ¡Sé mía!

Mi madre... que ardiente era. Que vapor emanaba de todo mi ser ante sus pecaminosos susurros. Que promesas más peligrosas se escondían detrás de aquellas palabras engañodamente rogadas. Tremendamente cargadas de promesas de pasión.

—¿Cómo sabes mi nombre?

Mi voz no parecía mi voz.

—Todos sabemos quien eres y yo sé hasta lo que deseas.

Rompí a reír porque era muy ingenioso por su parte pero ni así se alivió el ardor en mi piel. Todo iba más allá de la lógica, éramos puro fuego.

—Nos vamos a arrepentir si sucumbo —murmuré dejando mi cuello expuesto a sus labios descarados —. Lo sabes.

—Lo que sí sé es lo mucho que quiero caer en esta tentación. Sé cuanto me vuelve loco tu cuerpo, tu mascullo, tu temeridad... eres tan vivaz y tan tímida a la vez que te necesito más allá de lo que te deseo.

No podía negarse que sabía conquistar, seducir, convencer. Él sabía demostrar su punto, y eso me encantaba

Amaba la forma en que exponía gráficamente su sentir, incluso su padecer.

—¿Crees que me voy a la cama con cualquiera?

—Solo quiero que vayas a la cama conmigo. No permitiré otra cosa.

Sus palabras eran como dardos envenenados que se metían bajo la piel de mis ansias, de mis deseos. Eran como si cada cosa que pensara y saliera de su boca estuviera diseñada para hacerme perder la razón. Para palear mi cordura hacia el acantilado del descontrol y lanzar todo mi raciocinio – el poquito que me quedaba —, por el.

Desde que sus ojos habían sido el reflejo de los míos en el yate de mi padre yo había sentido esa conexión entre los dos, esa necesidad de entregarnos uno al otro aunque fuera con un beso, aunque fuera prohibido porque yo quería algo irremediable de él. Algo sin marcha atrás. Algo sin vuelto alguno.

Y ahora me lo exigía, me lo exigía mi propio cuerpo.

—¡Señor...!

Uno de sus hombres rompió el hechizo cuando estábamos a punto de besarnos, de dejarnos ir en caricias, en lenguas que se unirían para hacernos gemir en la otra boca.

Sentí a Tahirk mascullar alguna maldición y enfadarse consigo mismo por no haberme llevado a algún sitio más privado y yo, yo suspiré de alivio al verme interrumpida en mi momentánea estupidez.

Pasaron algunos minutos en los que me dediqué a admirar el lugar, a dar cortos pasos de aquí para allá intentando evaluar la posibilidad de volver en algún otro momento a terminar el trabajo, pero él volvió enseguida, me tomó de la cintura me dió la vuelta en sus brazos y me exigió con rabiosa mirada:

—¡Dime la verdad!¡¿Has contratado a un asesino a sueldo para matar a alguien?¿Pretendes matarme a mi? Por eso juegas conmigo, ¿cierto? Por eso luces accesible y distante indistintamente porque... estás tramando mi muerte. ¿Creíste que no me daría cuenta? ¿Quién demonios eres tú, maldita sea?

Mis planes estaban dando un giro muy grande, yo no sabía qué responder sin mentir o confesar. Le miraba mientras me zarandeaba queriendo encontrar la forma de salir de aquello pero era todo tan complicado que hice lo único que se me ocurrió: fingir un desmayo.

Me desplomé en sus brazos y dejé que el aroma de su colonia cara me embriagara todavía más, que sus brazos me sostuvieran contra su pecho y que su boca se pegara a mi mejilla mientras gritaba mi nombre y yo pensaba con mis ojos cerrados como solucionar aquello sin que se descubriera todo lo demás.

Él no podía saber quien era yo y yo descubrí en aquel preciso momento, en aquellas exactas palabras que Tahirk Abdhullah Yagis era el hombre que estaba buscando sin lugar a dudas y que como yo,  era un asesino más allá de un blanco. Mi blanco.

¿Acaso no podría ser yo el suyo?

Previous ChapterNext Chapter