




7
Nos detuvimos y todos los hombres allà comenzaron a desempacar algunas cosas. Miré a Eirik esperando algún signo de preocupación por mi bienestar, pero me ignoró por completo. Para este momento, ya no tenÃa las manos atadas. De hecho, le daba igual si salÃa corriendo; era consciente de que morirÃa si trataba de escapar.
— Tengo hambre — le dije con mal genio.
Él volteó a verme y se encogió de hombros.
— Está en ti comer o no lo que se te dará — me dijo como si nada.
Me acerqué a él y pasé mi mano por su pecho, mirándolo a los ojos y batiendo mis pestañas.
— Tengo hambre, Eirik, mucha hambre — repetÃ, intentando un tono más seductor.
El sonrió de medio lado, para volverse a encoger de hombros.
— O comes lo que se te da o te mueres de hambre — respondió de nuevo, sin inmutarse.
Me senté y miré hacia otro lado. Era obvio que en este lugar mis exigencias no serÃan escuchadas, y si seguÃa asÃ, iba a morir de inanición. Asà que, con todo el dolor en mi alma, tenÃa que ceder, al menos hasta que pudiera averiguar cómo salir de aquÃ, de este cuerpo.
Después de más o menos una hora, Eirik se acercó a mà con un cuenco en la mano. Lo tomé y, para mi sorpresa, dentro habÃa algunas frutas picadas. Lo miré con una sonrisa, pero él desvió la mirada.
— Gracias, es lindo esto que has hecho por mà — le dije.
Él se sentó a mi lado.
— Tengo que cuidarte. Sin ti no podré lograr lo que quiero, asà que come bien, que pronto te necesitaré —me dijo.
Lo miré con desagrado de inmediato. Me sentà como un cerdo al que se engorda para después venderlo.
— ¿CreÃste que estaba siendo gentil contigo por gusto? — preguntó, y empezó a reÃr.
Dejé de mirarlo y comencé a comer mi fruta. No iba a alterarme con él, al menos no en esta ocasión; ahora iba a disfrutar de mi comida en paz.
Cuando llegó la noche, ellos empezaron a acostarse. Yo me hice a un lado para hacer lo mismo, pero Eirik se sentó a mi lado. Lo volteé a ver y lo empujé. No dormirÃa con el ni de broma. El hombre me caÃa mal, demasiado mal para mi gusto.
— Duerme por allá — le dije, señalando el lugar libre.
Él se acostó a mi lado y, de un tirón, me hizo caer sobre su pecho. Yo trate de alejarme, pero el me sostuvo con fuerza entre sus brazos.
— O duermes conmigo o duermes con Olaf — me dijo. O mas bien me amenazo.
Respiré profundamente y me quedé allÃ, entre sus brazos. No querÃa perder otra noche por los ronquidos bárbaros de ese hombre.
— Apuesto a que es la primera vez que duermes con un verdadero hombre — me dijo.
Levanté la vista y lo miré, luego reà un poco.
— Créeme, he estado con muchos mejores que tú — le dije.
Él arrugó el entrecejo.
— No hueles a nadie, eres una mentirosa — me dijo.
Yo arrugue el entrecejo un poco. Sin comprender lo que me habÃa tratado de decir. hasta que lo hice y le sonreà con malicia.
—Tal vez este cuerpo no, pero yo sà que tengo experiencia —le respondÃ.
Él apartó la vista de la mÃa y cerró los ojos. Yo me acurruqué más a su cuerpo, ya que este emanaba calor, y la noche estaba muy frÃa. Poco a poco fui quedándome dormida, hasta que estuve entre los suaves brazos de Morfeo.
Abrà los ojos lentamente por los rayos del sol. Lo primero que vi al abrirlos fueron los intensos ojos azules de Eirik. Él me sonrió, agarró mi barbilla y acercó mi rostro al de él. Me besó de repente, y yo envolvà mis brazos en su cuello, devolviéndole el beso con pasión. Admito que el olor de este hombre me estaba volviendo loca, habÃa algo en él que me atraÃa como un imán. Las manos de Eirik se deslizaron hasta mi trasero, apretándolo con fuerza. Me separé un poco de él y me subà en su estómago, para luego ser empujada hasta su muy abultada polla. Él agarró mi cadera y empezó a mecerla de adelante hacia atrás. Cerré los ojos por un momento, disfrutando de la sensación de esta cercanÃa. Deseaba sentirlo dentro de mÃ.
— ¡Corre! — gritó una voz femenina llena de terror.
Abrà los ojos de golpe, y una flecha venÃa directo a mÃ, impactando en mi corazón. Me quedé en shock, toqué la flecha con mi mano y miré hacia abajo. Eirik me estaba mirando, con los ojos más negros que habÃa visto en mi vida.
— Tú, eres mi amuleto — me dijo con una sonrisa siniestra. Se levantó, abriendo su boca y mostrando sus afilados dientes. Yo me quedé quieta, en su espera. Levanté mi garganta y dejé que él la desgarrara por completo. Sonreà complacida por lo que estaba haciendo, esto era lo que necesitaba.
— Corre... — dijo ya una voz conocida. Volteé a ver de dónde provenÃa, y allà de pie mirándome estaba yo, con la garganta destrozada.
Abrà los ojos de golpe, y en mi desesperación, golpeé lo que sea que me estaba abrazando. Me alejé lo más que pude y empecé a temblar.
— ¿Qué carajo te pasa? ¡Me golpeaste! — me acusó Eirik.
Yo lo quedé mirando, para después mirar a mi alrededor. Algunos de los hombres me estaban observando, mientras otros estaban aún dormidos. Volvà a mirar a Eirik y este tenÃa los ojos azules. Respiré profundamente; eso habÃa sido una horrible pesadilla. Una que espero no volver a repetir.
— ¿Estás bien? — me preguntó, tratando de acercarse, pero yo lo empujé lejos.
— Aléjate de mà — le dije.
SabÃa que habÃa sido una pesadilla, pero era demasiado macabra. Yo me habÃa dejado hacer tales cosas, yo... se lo permitÃ.