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Llegué a casa y me bajé del coche con rapidez. Apenas abrí la puerta, me encontré con Ana, de pie en medio del pasillo, sosteniendo la nota que le había dejado. Su rostro era una tormenta de furia y preocupación.

—¿Qué significa esto, Tiana? —preguntó con furia.

—Me voy —respondí, firme; era mejor...