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Ivar me miró de arriba abajo como si yo fuese nada. Era obvio que le molestaba que yo no solo fuera la persona que le ayudaría a conseguir su amuleto. Sus ojos estaban llenos de envidia y de ira; sabía, incluso mejor que yo, que podría llegar a ser mucho más poderosa que él.

—No eres nada —me dijo ...