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Eirik y yo volvimos al lugar donde estaba el caballo. Allí en el suelo, él tiró un pedazo de piel. Yo puse los ojos en blanco, pero no comenté nada.

— ¿No te da miedo que alguien venga por nosotros? — le pregunté.

Él me miró y se encogió de hombros, se veía bastante despreocupado.

— Que lo intent...