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Esta vez, Eirik sí se quedó conmigo. Él y yo estábamos tumbados en la cama, yo estaba lo más alejada que podía de él, dándole la espalda.

—Quiero comerte —me dijo.

Yo volteé a verlo. Él llevó su mano a mi cintura y me acercó lo suficiente como para sentir su calor. Su mano bajó lentamente por la c...