




Capítulo 4. Un milagro...
En el retén policial
—¿Por qué lo dices? —preguntó Amber intrigada a Michelle Fontain, cuyo padre es socio de Christopher.
—Escuché hablar a Chris con alguien por celular, al parecer lo estaba contratando para que te golpeara —aseguró esta—
»¡Por favor, cuídate mucho! No me gustaría que te pasara algo. Aunque no lo creas, siempre te he tenido un cariño especial —mintió Michelle.
En fin, Amber no hallaba que suponer. Esta nunca le generó confianza. Como mujer sabía que a ella le gustaba Christopher. En ese momento, comenzó a recordar que las mujeres que la golpearon, le gritaron...
«Para que no traicione. Que para eso nos pagaron, para que no robe información», reflexionó ella, recordando que solo ella y Christopher, sabían lo que había pasado en esa habitación del hotel.
Ella, estuvo unos breves minutos más, en los cuales le solicitó a Amber, que se cuidara mucho y se despidió.
El día del juicio
Los abogados de Christopher, presentaron dos testigos a quienes Amber no conocía. Estos, atestiguaron que la vieron y escucharon cuando le dio información a Dylan. Sus testimonios, coincidía con el contenido de los mensajes de correo, que supuestamente ella envió.
A propósito, de haber un fuerte careo entre Amber y los testigos, ella no logró desvirtuar, ni desechar lo dicho por estos. En consecuencia, quedaron como pruebas válida sus declaraciones.
Aun cuando Dylan al ser promovido como testigo, negó todo. No obstante, la declaración de este, quedó en entredicho porque al preguntarle sobre si tenía interés en el proceso, dejó evidenciado, que sentía algo por ella.
Siendo esta la respuesta, de la cual se valió el abogado de Christopher para tachar su testimonial como válido, porque sentía un interés amoroso hacia ella.
Aunado a esto, el abogado de la parte acusadora presentó un estado de la cuenta bancaria de Amber. En este, se evidenciaba el pago por el monto señalado por los dos testigos y el cual ella no supo cómo justificar, puesto que desconocía su procedencia.
Finalmente, quedó demostrado que los dos testigos eran ex empleados de la empresa de Dylan. En virtud de esto, el juez aceptó como válida sus declaraciones y con estas, condenó a Amber a dos años de prisión.
Una semana después, ella escuchó esta decisión sin inmutarse, pero al levantarse de la silla y pasar frente a Christopher, lo sentenció.
—¡Te prometo que esto, no se quedará así! ¡Me vas a pagar, todo el daño que me has hecho! ¡Te lo juro!… —espetó ella, mirándolo con odio, pues si de algo estaba segura, era que con la misma intensidad que lo amó, ahora lo odiaba.
En la cárcel de mujeres
Amber, recibió una pena menor como condena, en vista que no tenía antecedentes de ningún tipo. Aparte, era una estudiante de Derecho destacada, con buen promedio académico. Ella, fue trasladada a la cárcel, el mismo día de su sentencia.
En este proceso, a pesar de no ser aún abogada, esta consciente, que hubo muchos vicios. Al llegar al penal, superando lo que vivió en el retén, hizo contacto con el área educativa para culminar sus estudios de Derecho.
Además, se incorporó a una de las unidades Socio Productivas de la cárcel de mujeres, para mantenerse ocupada. Igualmente, se integró a las actividades deportivas, siendo su preferida, el karate. Fue así, como con dedicación y persistencia alcanzó su cinturón negro.
Ella sabía que para sobrevivir en la cárcel, no debía demostrar miedo ni cobardía. Por esta razón, comenzó a transformar su carácter y a manejar para disimular y esconder, sus verdaderos sentimientos como emociones.
En el Penthouse de Christopher
Ese juramento hecho por Amber, con su mirada cargada de odio y desprecio hacia él, no lo dejó dormir. Hacía un mes que ella había sido condenada. Christopher, en el balcón de su Penthouse, tomándose unos tragos, reflexionó sobre lo que vivió durante las últimas semanas.
«Ha sido un tiempo doloroso. Primero, descubrir que me traicionó con Dylan. Segundo, enterarme de que robó información para él. Tercero, cancelar la boda».
«Finalmente, saber que estaba embarazada y ni siquiera me lo había dicho. Seguro, porque no era mío», pensó, afligido y amargado.
«Ha sido una desgracia tras otra y todo como consecuencia de un nefasto día», reflexionó él, sintiéndose abatido y contrariado.
«¿De quién sería el bebé que perdió? ¿Por qué la golpearon el mismo día de su llegada? ¿Quién ordenó eso?» Cuestionó, cerrando sus ojos, reviviendo la última noche que pasaron juntos y dejando correr sus lágrimas en silencio.
—¡Aun me duele, tu traición, Amber! —Bufó en voz alta.
Con esta rabia y dolor que sentía por la traición de ella, arrojó el vaso que tenía en su mano con fuerza, contra la pared de la terraza y ahogó un grito de dolor. A él le preocupó, la pérdida de su bebé, porque después de los primeros días que la hizo suya, ninguno de los dos se cuidó.
«Así que bien pudiera ser mío», recapacitó sacudiendo la cabeza.
No obstante, rechazó de inmediato este pensamiento porque de ser así, ella se lo hubiera comunicado.
«¡Por algo se quedó callada!» Pensó con celos, concluyendo que se propondrá olvidarla.
(*)**
Al día siguiente, dio la orden a sus abogados para que desalojaran a la madre de Amber del apartamento. Este le pertenecía y él lo había asignado para que viviera con su hija, mientras ellos se casaban. Más aún, siempre consideró en regalárselo el día de la boda.
Dos días después, de haber dado esta orden, los abogados procedían con un juez y su personal al desalojo del inmueble. Por lo tanto, los enseres personales de ella, fueron arrojados a la calle. En vista de esto, Génesis la hospedó en su casa.
Como consecuencia de esta situación, la madre de Amber se enfermó de la tensión y de los nervios. Esta enfrentó a partir de ese momento, fuertes crisis hipertensivas como nerviosas, razón por la cual fue hospitalizada.
Todo esto ocurrió, mientras Amber cumplía su condena y lo cual desarrolló en ella, una fuerte sed de venganza contra Christopher.
Un año después...
Amber, culminó sus estudios de Derecho, recibiendo en el mismo penal su título de Abogada. Ella, se esmeró al máximo, porque al salir de la cárcel debía trabajar fuertemente para sacar a su mamá adelante.
Por otro lado, estaba su sed de venganza contra Christopher. Para lograr esto, necesitaba poder y sobre todo dinero. Ella, no le perdonará nunca, haber perdido a su hijo, por su propia culpa.
«Apenas salga de aquí, ejerceré mi carrera, para vengarme de todos los que me hicieron tanto daño», reflexionó Amber, con resentimiento.
«Y tú, Christopher Morillo, serás el primero en esta lista», razonó, sosteniendo su título en sus manos, el cual entregó a la directora de la cárcel, para que lo guardara hasta el día, que salga en libertad.
Esta, incluso ayudó como pasante en la revisión de casos para la obtención de beneficios consagrados en las leyes, de Santiago de León. Todo esto hizo posible, que su estancia en la cárcel se acortara a solo dieciocho meses.
Unos días después, ella fue requerida por la Directora del penal. Esta, dejó de hacer la tarea que le había sido asignada y se dirigió a la Dirección, en compañía de un custodio.
—Amber ¡Esto es para ti!… te llegó del Tribunal —comentó la Directora del penal, con una amplia sonrisa y quien se había encariñado mucho con ella, convirtiéndose en su protectora, dentro del mismo recinto.
—¡Dioooooos! ¡Graciassss! —exclamó Amber, llevando sus manos en forma de plegaria hacia arriba, en dirección al techo— ¡Me escuchó, me escuchó! —Repitió, toda emocionada leyendo el comunicado.
»¡Jesús de la Misericordia, me escuchó! ¡Por fin, soy libre! ¡Dios me hizo, el milagro! —Exclamó ella, contenta, levantándose de la silla.
—¡Sí, Amber! —Asintió la Directora del penal— Aparte de tu excelente comportamiento, tu fe te ayudó —confirmó esta.
—¡Sé que esto también es obra tuya! Porque leí tu magnifico informe sobre mi conducta en el penal —confesó esta.
»¿Cuándo me puedo ir? —Preguntó, sonriendo a la Directora y agradecida con ella.
—¡Hoy mismo! —Respondió la directora, contenta.
—¡Gracias, gracias Brenda! Porque has sido extraordinaria conmigo —expresó Amber.
—De una vez, llama a tu mamá, para que te venga a buscar. Y siempre estaré aquí, a tus órdenes —respondió esta.
—¡Gracias, Brenda! Estoy infinitamente agradecida, por todo lo que hiciste por mí. Todo esto fue un aprendizaje, espero haber aprendido bien la lección —comentó, levantando el dedo pulgar de sus dos manos.
—¡Seguro, Amber! Ahora, demuestra lo buena que eres, me encantaría verte entrar por esa puerta, donde hoy sales, ejerciendo y haciendo justicia, para quienes han sido víctimas de alguna injusticia, como tú.
—¡Gracias! Eso haré —aseguró ella.
—¡Toma, esta es tu boleta a la libertad! —Mencionó la Directora, acercándose a ella para darle un abrazo de despedida…