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El final de la intriga

Amaia

No pude intervenir, porque no le dió tiempo.

La bestia que tanto amaba, bajó del coche, dando un portazo y verlo todo fuerte, con chaleco antibalas, cargadores y pistolas colgando de su cintura y su andar elegante y agresivo, ya me había hecho temblar el sexo. Mi clítoris empezó a latir salu...