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Sorpresas

Amaia

Un mareo me obligó a recostarme sobre el cuerpo de Tanya.

— Señorita Amaia — la rusa se oía asustada.

Sostenía mi cuerpo maltrecho.

Maldito imbécil que me había empujado tanto, que me dí contra el marco de la puerta y me partió la boca supongo, me duele.

— Estoy bien Tanya, tenemos que sal...