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El castigo

Amaia

Todo había cambiado.

Mi marido, mi hombre, mi delirio, mi pasión... Mi deseo más grande estaba aquí.

¡Joderrr!

Estaba cabreado.

¿Es que alguna vez no lo estaba?

— Porque estoy desnuda — le respondí a su pregunta y apretó su mordida a mi oreja — porque me deseas — gruñó en mi oído sin sol...