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Hago. Lo que quieras de mi

Amaia

Me senté en la enorme cama, cubriendo mi desnudez con una sábana mientras mis ojos lo buscaban.

La mano en mi pecho además de sostener la sábana, sentía los latidos acelerados de mi corazón, un pavor al abandono me recorría el cuerpo.

Sin embargo el estaba ahí, apoyado con sus antebrazos e...