




Capítulo 4: Primer día del paraiso
Capítulo 4: Primer día del paraiso
Qué calor.
No en un sentido erótico, en la habitación comenzaba a hacer mucho calor por el ambiente tropical a nuestro alrededor, el acondicionador de aire se había dañado, así que Edward fue a solucionar eso, no sabía a quien iba a llamar o a quien iba a buscar y realmente me daba igual, yo en cambio me cambié a mi traje de baño de dos piezas y bajé a la piscina, era en forma de flor, con una hermosa vista a la playa, me metí bajando por la escalera y nadando un poco.
No podía estar del todo relajada, solo pensaba en mi madre, mi hermana y mi tía, claro que ahora estaban muchísimo mejor estando en las salas principales, ahí tendrían mejores cuidados…
Pero aquí estaba, por este mes con Edward Moon y tendría que poner mi mejor cara hasta que se acabara el mes, así que, si la vida me daba limones, había que hacer limonada, solo tendría que endulzarlo un poco.
Luego de unos minutos o tal vez horas no estaba segura, salí de la piscina envuelta en la toalla hacia la habitación, aun me sorprendía las inmediaciones de la casa, cada detalle era lujoso y hermoso. Me quedé muy quieta cuando entré a la habitación y vi a Edward, él estaba afuera en el balcón pero lo veía claramente por el vidrio trasparente que nos separaba de la habitación, tenía el torso desnudo y un pantalón colgando de sus caderas estrechas, dándome una buena vista de su espalda ejercitada, sus brazos musculosos apoyados del barandal, su cabello moviéndose levemente por el viento.
Era todo un manjar para la vista observalo, me hubiera quedado como una estúpida todo el día ahí en medio de la habitación observándolo como toda una acosadora si él no se hubiera volteado hacia mí posiblemente percibiendo mi pesada mirada, y me hubiera encontrado infraganti.
Joder, que vergüenza.
Intenté disimular yendo hacia mi maleta por la ropa a la que iba a cambiarme y escuché las puertas del balcón abrirse cuando él entró, no sabía porque mi rostro estaba todo sonrojado y mi respiración agitada.
—Arreglaste el acondicionador de aire —comenté percibiendo que la habitación estaba fría.
Voltee a verlo, él únicamente me observaba mientras se sentaba en la cama.
—¿Qué tal la piscina? —preguntó.
—Estaba muy buena —dije y pregunté: — ¿Quieres bañarte conmigo?
Después de que lo dije, me di cuenta de que sonó como una propuesta de doble sentido, pero se suponía que las condiciones eran claras, yo tenia que actuar como su novia y él pues… dejó muy en claro que no habría sexo.
No sabia aun como sentirme con eso porque él comenzaba a atraerme mucho solamente con su mirada de ojos azules.
—De hecho me gustaría dormir un poco —dijo quitándose los zapatos y acomodándose a un lado de la cama, aun su mirada estaba en la mía cuando preguntó: — ¿Dormimos?
Tragué pesadamente saliva.
—¿Vamos a dormir en la misma cama? —pregunté, él me miró como si mi rostro de sorpresa le confundiera.
—Sí —dijo alzando una ceja—, ¿te incomoda?
Si.
Claro sí.
Nunca había dormido con nadie en la misma cama.
Mucho menos con un casi desconocido con el que estaba saliendo.
—No —mentí—, solo dejame cambiarme.
—Vale.
Me metí al baño tomando profundas y cortas respiraciones para intentar calmar mis nervios.
«Vamos Dahiana, que esto no te incomode, es decir, ya eres toda una mujer y esto es… solo dormir».
Dudaba que Edward se atreviera a hacer algo o a tocarme, a él solo le divertía ponerme nerviosa.
Dos podían jugar a este juego.
Si él quería que hiciera mi trabajo de hacerlo feliz, entonces seria la mujer más amorosa y consentidora del planeta.
Me quité el traje de baño y me cambié a unos pantalones cortos y una franela sencilla y cómoda para dormir. Al salir Edward estaba de espaldas a mí, así que me metí a la cama y envolví una mano por su torso reposando mi cabeza contra su espalda…
Se sentía muy suave.
Me incliné un poco esparciendo ligeros besos a lo largo de su espalda escuchando como los latidos de su corazón se aceleraban, mi mano comenzó a acariciar su abdomen con suavidad y pude sentirlo contraer el vientre, su respiración descontrolándose ante las caricias extremas que probablemente lo estaban calentando... o eso quería pensar porque yo ya estaba completamente caliente.
Iba a seguir a acariciándolo, bajando mi mano lentamente cuando de repente se separó de mí sentándose en la cama como un reflejo.
—¿Estás bien? —pregunté.
—Si… —aclaró su garganta sin atreverse a mirarme— solo… que voy al baño.
Sin darme más explicaciones entró al baño y al poco rato escuché la ducha.
Sonreí como toda una niña traviesa, uhm, entonces Edward no era de hierro después de todo, él también me deseaba, solo era cuestión de hacerlo caer.