




Capítulo 2: Vender el cuerpo
Capítulo 2
Llegué a la clínica el día siguiente, la mujer de administración que usualmente se me con actitud desafiante para cobrarme se me acercó nuevamente, estaba especulando una excusa en mi cabeza, después de todo pronto tendría el dinero suficiente para pagar todo, pero para mi sorpresa lo primero que me dijo fue:
—Necesitamos su firma aquí.
Me mostró una carpeta abierta con el papel que necesitaba que firmara.
Me tensé negando con la cabeza, creí que era para conceder que mi madre y mi hermana se fuera de la clínica.
—Espere —dije presa del pánico—, pronto traeré el dinero, conseguí un buen trabajo…
Bueno, trabajo como tal no era, pero aun así tendría el dinero suficiente para cubrir todo…
—No —la amargada mujer me sonrió pareciendo entretenida—, esto es para aceptar el traslado a las salas principales, ya cancelaron la deuda.
La palabra: “Ya cancelaron la deuda” se quedó dando vueltas en mi cabeza hasta que comencé a asimilarlo, ¿las salas principales? Las salas principales eran las más costosas.
—¿No estás jodiéndome? —solté sintiendo que el impacto de la noticia era demasiado bueno para ser real.
La de administración se quedó por un momento perpleja por mi elección de palabras, pero yo no salía de mi estado de shock.
—¿Por qué lo haría? —dijo ella sin comprender porqué bromearía con eso, y evidentemente miss amargada era de esas mujeres que no tenían ni una pizca de sentido del humor.
Edward lo había hecho, había cumplido su parte del trato de cubrir mis gastos.
Salté en mi lugar llena de felicidad porque por fin mis problemas se estaban solucionando y firmé rápidamente el papel como si temiera despertar del sueño, abracé a la administradora aun sin poder dejar de saltar como todo un conejo, ella me hizo mala cara, pero no me importaba, si la felicidad pudiera tener nombre entonces era el mío en ese momento.
Salí corriendo al ascensor de la clínica y fui a la nueva habitación donde estaba mi madre, verla en una habitación mas amplia, limpia y sofisticada me tranquilizó llenándome de felicidad porque aquí tendría muchísima más atención exclusiva, mi hermana estaba a su lado, las inyecciones seguían conectados a ellas, pero ahora tenía la certeza de que tendrían mejores cuidados.
Mi tía Kala se levantó del sofá al verme, ella se encargaba de ayudarme y nos turnábamos para acompañar a mi madre, claro que ahora seria menos necesario, en esta sala estaría bajo observación exclusiva por una enfermera las 24 horas. Mi tía me abrazó, se sentía como tomar una profunda respiración después de casi habernos ahogado en el mar profundo.
Mi madre y mi hermana estaban bien, lo que quería decir que entonces todo esto que había hecho valía la pena.
—¿En qué estás metida? —dijo mi tía limpiando una lagrima de su mejilla cuando nos separamos— No me digas que estás en drogas…
Me reí un poco limpiando las lágrimas que había escurrido de mis ojos negando con la cabeza.
—No, no, nada de eso —dije—, solo… conseguí a alguien.
El rostro de mi tía cambió a uno más serio negando con la cabeza.
—Hija —soltó un suspiro—, a tu madre no le gustaría que vendieras tu cuerpo.
Bueno, no era exactamente así, una de las reglas era no follar.
—No lo hago —dije—, te lo juro que nuestro acuerdo no tiene nada que ver con eso.
Mi tía lo pensó por un momento.
—¿OnlyFans?
—No tía Kala —me reí un poco—, te lo juro, hice un acuerdo con alguien, solo será un mes, es para que nuestros problemas se solucionen, ¿vale?
Ella aun parecía darle vueltas al asunto.
—¿Mafia?
—No —dije, o bueno, esperaba que Edward no estuviera en la mafia, es decir, era un ingeniero millonario, dudaba que estuviera en negocios oscuros.
—A ver, una foto —exigió—, quiero ver quien es.
Apreté los labios y saqué mi teléfono del bolsillo buscando la foto de Edward, puse la de su perfil en la app, era una donde salía en un escritorio con la mirada fija en la cámara, sus ojos azules pareciendo sobrenaturales, parecía todo un modelo playboy de revistas de hombres imponentes y poderosos, apenas lo veías sentías que todo tu cuerpo temblaba.
Era hermoso ese hombre.
—Edward —susurró pareciendo pasmada y levemente horrorizada, fruncí el ceño y la miré con interés.
—¿Lo conoces?
Ella pestañó un par de veces, como si tuviera una pelea interna con ella misma y negó con la cabeza.
—No, bueno, si, eh —aclaró su garganta—, creo que todo el mundo lo hace ¿no?
Claro, Edward era un personaje público, había muchas columnas de reportajes que nombraban al importante ingeniero Edward Moon, dueño de la exitosa empresa Moon, peor ningún artículo mostraba algo personal o algo de su vida privada.
—Yo no lo hacía. —admití, no lo conocía hasta ahora que habíamos comenzado a hablar.
—Confío en ti —dijo mi tia Kala y parecía un poco nerviosa—, siempre has tenido un buen juicio.
—Gracias, y gracias por entender.
Mi teléfono vibró y lo tomé de mi bolsillo, era un mensaje de Edward que decía:
Edward: Estoy afuera de la clínica.
—Debo irme —dije— pero mantenme al tanto ¿sí?
Mi tía pareció aun conmocionada.
—¿Por cuánto tiempo te iras?
—¿Hoy es 31 de enero? —indagué.
—Si.
—Entonces nos veremos el primero de marzo —dije—, se supone que el acuerdo es que salga con él todo el mes de febrero.
El rostro de mi tía Kala fue todo un poema, casi como si gritara internamente.
—¿Está esperándote allá abajo? —indagó.
—Si.
—Quiero hablar con él —se dirigió a la puerta, la seguí.
—Tía…
No quería ahuyentar a Edward, era un hombre muy delicado de temperamento y aun no lo conocía bien, no quería arriesgarme a que huyera de mí y el trato se acabara.
—Ese hombre te llevará por 1 mes entero —dijo mi tía pareciendo indignada—, tengo que al menos saber que no venderá tus órganos.
Ahora que lo pensaba… no había pensado en esa posibilidad.
Bajamos de la clínica y al salir, lo vi, él estaba apoyado de su deslumbrante camioneta, sus lentes oscuros cubriendo su rostro dándole un aspecto más interesante y misterioso mientras andaba su celular, su vestimenta evidentemente costosa y de marca.
—Espera, dame privacidad —dijo mi tía y yo me detuve enfrente de la clínica observándola como ella caminaba hacia él, y de súbito ella le aventó una bofetada que le tumbó los lentes, y resonó en todo el lugar.
Mierda.
¡¿Qué hiciste tía?!
Los guardaespaldas se acercaron a agarrar a mi tía pero Edward pareció reconocerla por la forma en que sus cejas se alzaron y les indicó a sus guardaespaldas que la dejaran en paz.
Me acerqué a ellos presa del pánico, pero ahora fue Edward el que advirtió mi presencia, y le hizo una seña a uno de sus guardaespaldas, el enorme hombre se aceró a mí para detenerme, y se quedó ahí frente a mí cubriéndome la vista y posiblemente interviniendo para que no me moviera.
Sentía que estaba ignorando algo importante.
¿Acaso mi tía Kala y Edward ya se conocían?
EDWARD MOON
Mi mejilla dolía donde ella me había golpeado, pero supongo que me lo merecía.
—¿Ella sabe? —pregunté, era lo único que me importaba, si ella lo sabía entonces todo mi plan se iría a la mierda.
—No, ella no sabe —dijo la señora Kala, su rostro enrojecido pareciendo indignada, lo reconocía, yo también estaría así si descubriera que me intentaba acercar a su sobrina.
—No era necesario la bofetada —dije en un tono de voz bajo para que Dahiana que se encontraba a una distancia razonable no escuchara.
—¿Cómo te atreves? —susurró ella, sus ojos cristalizándose—, ¿Cómo te atreves a volver a nuestra vida después de todo lo que nos hiciste?
Solté un suspiro, sabía que era un error que tardaría en enmendar.
—Precisamente por eso volví —dije—, para corregir mi error.
Ella soltó un bufido burlón.
—Nunca podrás enmendar el error de haber arruinado a mi familia —dijo—, Dahiana no tiene idea de quién eres.
Me quedé en silencio por un momento y negué con la cabeza.
—Lo sé, pero necesitan ayuda y solo quiero solucionar todo —dije—, por favor, no le diga lo que hice, solo necesito enmendar esto.
La señora Kala no parecía más tranquila, pero ella era una buena persona y sabia que mis intensiones no eran malas.
—No te atrevas a tocarla. —advirtió, casi me reí, era lo ultimo que quería hacer, incluso lo especifiqué en un contrato como un recordatorio porque Dahiana era una tentación andante.
—No lo haré —dije—, lo prometo.
—Solo quisiera estrangularte —dijo—, pero creo en Dios, y esta segunda oportunidad es la única que voy a darte, si me decepcionas, te mato.
Se dio media vuelta para alejarse enfatizando que su amenaza era cierta.
Dahiana no me reconocía, pero yo sí y ella no tenía idea de que yo fui el hombre que destruyó su vida, solo estaba aquí para solucionar mi error.