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Capítulo 1: Quiero que seas mi sugar.

Capítulo 1: Quiero que seas mi sugar.

Ser una sugar baby con esos términos no parecía tan malo, es decir yo quería una vida mejor y él quería amor, así que ganamos a partes iguales, aunque aún me tenía pensando en eso de que no follariamos... ¿no le parecía lo suficientemente atractiva como para tentarlo o qué?

Observé a Edward sacar un papel de su bolsillo dentro de su chaqueta y lo desdobló para mostrármelo, fruncí el ceño tomándolo y acercándolo para leer, decía en el titulo: “Contrato de Sugar Baby”.

—¿Qué es esto? —murmuré confusa.

—Léelo. —dijo Edward tomando un poco de su té de frutos rojos.

Pasee la mirada rápidamente por el “contrato de Sugar Baby”, sin comprender muy bien lo que era esto, especificaba todo lo que ya Edward me había dicho, nos trataríamos como dos amantes sin involucrar sentimientos, no habría sexo, y duraría exactamente todo el mes de febrero, tampoco podía hablar de esto ni nada de lo que pasara entre nosotros con nadie.

—Okey —dije—, ya dije que estaba de acuerdo.

Me tendió una pluma y yo la tomé dudosa.

—Es por el acuerdo de confidencialidad —aclaró señalándome el papel con la barbilla incitándome a firmar.

Miré el lugar donde iría mi firma un poco temerosa, pero después de todo, ya me había metido en esto, así que no iba a dar marcha atrás, firmé casi sintiéndome que me había metido en una especie de libro de cincuenta sombras, pero sin los juegos sexuales. Lo vi relajarse cuando le entregué el papel y la pluma, él los volvió a guardar en su chaqueta.

—Excelente —sonrió pareciendo complacido y me quedé por un momento como toda una estúpida viendo su deslumbrante sonrisa de comercial, es que era tan guapo que aún me preguntaba si era real.

«Concentrate, Dahiana».

—Come —dijo al ver que yo no había ni siquiera probado una galleta o había tocado el té.

—No me gusta el té —admití, nunca me gustó.

Él frunció el ceño como si no pudiera creerme.

—Te va a gustar. —dijo y agregó inclinándose un poco hacia adelante fijando su mirada en mí: — Compláceme.

«Ay Dios mío, pero si me lo pides así…»

Sentí mis mejillas sonrojarse y es que este hombre tenía a facilidad de volverme diminuta y todo un manojo de nervios. Bueno ahora que estaba implicada en esto, quería tener la mente abierta a cosas nuevas así que tomé la taza y la llevé a mis labios tomando un sorbo tal vez demasiado rápido, pero no conté con que estuviera caliente y me quemé la punta de la lengua, el líquido caliente llenando mi boca ocasionando que escupiera el té de manera involuntaria y me tapé la boca al ver lo que había ocasionado, le había escupido a Edward empapando su cara y su camisa por completo.

Él pasó una mano por su frente pareciendo anonadado por lo que había acabado de hacer.

—Perdón —murmuré sintiendo mis mejillas sonrojarse de vergüenza y me levanté para ofrecerle una servilleta, pero seguía sin controlarme y tropecé con mis propios pies llevándome la mesa por el medio ocasionando que me cayera de boca al piso, los dos tés me empaparan la camisa y las galletas me ensuciaran el pantalón.

Joder, yo era todo un desastre.

Edward se quedó pasmado observándome, procesando lo que había acabado de pasar y de repente comenzó a reírse, una carcajada completamente humorística que nunca hubiera pensado de la persona distante y un poco fría que acababa de conocer.

Al parecer Edward tenía sentido del humor.

—¿Estás bien, baby? —dijo aun aguantando las ganas de reírse mientras se levantaba y me ayudaba a pararme del piso.

Baby.

Me gustaba como me había llamado.

—Si yo… —hice una mueca quitándome las migajas de galletas e intentando en vano secarme la camisa mojada por el té— eh, es que…

Me callé, no encontraba como justificar mi torpeza, había hecho todo un desastre. El personal se apresuró a limpiar y él me guio para salir de la cafetería, bueno, creo que eso no fue lo que tenía en mente para la primera vez que nos conociéramos.

Qué vergüenza.

—Ven, te llevo —dijo acercándose a una deslumbrante camioneta color Vinotinto y alcé las cejas sin ocultar mi asombro.

Creo que ni en mis mejores sueños pensaría en tener un carro así.

Le hice caso y tomé asiento de copiloto observando lo hermoso y lujoso que era por dentro, incluso olía bastante bien.

—¿A dónde vas? —preguntó encendiendo el auto y tuve que forzarme a concentrarme al darme cuenta de que me lo había quedado viendo sin responder, es que joder, incluso verlo manejar era hipnotizante porque sus brazos se contrarían y su ceño débilmente fruncido le daba ese aire misterioso que me comenzaba a gustar.

Lo admitía, Edward me había encantado por completo, pero dudaba que él llegara a sentir lo mismo por mí.

—A mi casa, queda al final de la calle décima —dije—, tengo que preparar una muda de ropa para mi tía, ella está cuidando a mi mama en la clínica.

Él afirmó con la cabeza y murmuró:

—Nos iremos en el mes de febrero a una isla ¿okey? Necesito que dejes todo listo.

Un momento, ¿Qué?

—¿Qué isla? —dije frunciendo débilmente el ceño, él no había dicho nada de irnos a una isla.

—Es una sorpresa —dijo—, déjate sorprender, ahora somos una pareja y quiero que solo disfrutes de lo que puedo darte.

Sentí mis mejillas sonrojarse, me había gustado como había sonado eso.

—Pero las clases…

—Después te pones al día —me interrumpió—, cubriré los años que te falten en la universidad hasta que te gradúes, así que solo enfócate en mí por todo lo que dure el contrato ¿bien?

Bueno este acuerdo era así y tenía que respetarlo, creo que no tenia otra opción, tampoco era como si fuera toda una vida, lo veía como el sacrificio de solo un mes.

—Vale —dije—, adelantaré lo más que pueda y hablaré con los profesores.

—Así me gusta —murmuró.

Mis ojos fueron a su teléfono cuando se encendió la pantalla con un mensaje, él lo había colocado cerca del reproductor en un espacio acondicionado para eso.

—¿Esa es tu empresa? —murmuré acercando mi mano para que la pantalla no se apagara, la había visto en el centro de la ciudad, era una infraestructura grande, con el nombre de “Moon” en letras grandes, pero hasta ahora no había relacionado que era su apellido.

—No toques mi teléfono —dijo seriamente, encogí mi mano enseguida, es que él podía ser bastante intimidante con su falta de humor, como si estuviera acostumbrado a ser una persona de carácter malhumorado y no alegre.

—Lo siento, solo era curiosidad —dije y luego de un rato agregué: — ¿de pronto decidiste darte vacaciones? ¿por qué buscabas una sugar baby?

Él tomó una profunda respiración, al parecer, no le gustaba que lo atosigara de preguntas.

—3 reglas —dijo Edward—; uno, complaceme en todo por 28 días, dos, no te metas en mis asuntos y tres, no te enamores de mí.

—Eso no estaba en el contrato —dije refiriéndome a lo de “no te metas en mis asuntos”, solo era una conversación cotidiana.

—Esos términos son extra. —comentó.

—Pero —dije dudosa— ¿no vamos a conversar?

Él soltó un suspiro, me daba la sensación de que ya estaba hartándolo con mis preguntas.

—Solo quiero que seas complaciente —dijo—, no que me conozcas.

Se detuvo en la calle principal a mi casa y le señalé donde era para que me dejara en todo el frente, ya en este punto no quería hablar y siendo sincera me daba algo de miedo decir cualquier cosa porque no sabia si le iba a caer mal o no.

—Vale —dije abriendo la puerta y bajándome—, adiós.

Él me dio una media sonrisa y murmuró:

—Adiós, baby.

Cerré la puerta y entré a mi casa sin voltear a mirar si ya se había ido. Este hombre me había confundido mucho, porque no conocía muy bien su sentido del humor, pero de algo estaba segura, él era la solución a mis problemas y ya estaba metida en esto, así que daría todo de mi para hacerlo feliz al menos este mes, intentaría no involucrarme sentimentalmente, pero dudaba hacerlo de una persona tan gruñona como lo era Edward Moon…

En ese momento no sabía que sería mucho más difícil de lo que pensé.

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