Read with BonusRead with Bonus

Oblígame 2

Nos miramos como sopesando lo que hacíamos y sobre todo, lo que haríamos.

Sus ojos fueron a mis labios y mis labios fueron humedecidos por mi lengua que lloraba por meterse en su boca que se contrajo en gesto de rendición.

Supe desde el momento que me tocó, que me rompería el alma, pero mis instintos fueron apartados por mis lujuriosos deseos y me dejé llevar.

Más bien, lo obligué a tomarme. Me en enzarcé en su cuello y tiré de él hacia mí, perdiendo los pocos estribos que me quedaban.

Me fundí a su boca. Enredamos nuestras lenguas furiosas y calientes, luchando por someter a nuestra voluntad.

Me abrazó la piel con su calor y de un solo movimiento sin retorno, me encaramó a su cintura, tomando mis piernas con sus manos y obligandome a cerrarlas a su alrededor. Me tiró a la pared de cristal de la ducha, chocamos gruñendo en aquel furioso beso y comenzó a hacerlo  más desesperado para ambos  y con demasiada pasión. Explotamos juntos.

Era una locura, pero una demasiado suculenta como para negarmela. Tiré de su pelo, prendiendome a él, magullando sus labios con mis dientes. Estirando su piel hasta oírlo decir dentro de mí mordida...

— Sé que quieres lo mismo que yo — dijo tomando aire entre nuestros alientos desbocados y le dejé escapar de mi boca para escuchar la cadencia de su voz — sé que lo vas a seguir queriendo y te prometo nena — deslizó su mano por mi espalda y metiendola entre mis nalgas, deslizando su palma por mi raja y abriendo la piel de la zona,  llevó sus dedos hasta mí entrada y no demoró en hundir dos dentro de mí, subiendo mi cuerpo con su invasión — que cuando quieras quiero.

Lo tomé del pelo y me lancé nuevamente a su boca. Me mordió los labios él, en esta ocasión, me estrujó la lengua y chupó sin descanso hasta gritar en ese beso, lo mucho que me deseaba.

Me estaba masturbando tan rápidamente  desde atrás que me subí un poco más sobre él, buscando que entrara profundo en mí y aprovechó ese momento para besar mis senos y morderlos a su antojo. Ni los fríos azulejos lograban bajar mi calor corporal.

Grité mi orgasmo en una mordida a su hombro y recosté mi frente en él, cuando sacó sus dedos de mí. Los llevó a su boca y chupó ardientemente, pasandolos luego a la mía, que repetía su acción.

— ¡Quiero que me folles tú a mí, duro! Quiero y quiero mucho contigo  — dijo de una forma tan directa que me sentí sonrojarme.

Pero cuando se quitó la bermuda, soportando mi  peso con una sola mano y la dejó caer al suelo, sacando antes un preservativo que comenzó a enroscarse en el miembro con un control de todo impresionante, sentí miedo de su exigencia a que lo follara duro.

— Tranquila nena, que no te va a comer — dijo sacándome de allí, notando mi temor y mojando el suelo con nuestro escurrir mientras me llevaba hasta la encimera del lavabo — soy yo, quién te comerá toda, Eiza, puedo asegurarte que nunca te olvidarás de mí.

Yo no hablaba, no podía. Estaba hirviendo por él. Mi respiración gruesa y acelerada me controlaba los latidos desbocados del corazón.

Me tomó de la cintura y me acomodó en la encimera. Pasó sus manos por mis muslos, mirando cada movimiento que hacía y la respuesta de mi cuerpo, hastq que  me recostó sobre el cristal del espejo, toqueteando mis pechos por el camino.

Me levantó las piernas y mordió su boca, mientras me abría más. Sus palmas estaban bajo mis muslos, y la imagen debía ser grotesca pero tremendamente sexual.

La manera fija de mirarme el sexo me ponía muchísimo. Saboreba sus labios con su lengua y terminaba por morderlos sin dejar de verme tan intensamente, que me dió vergüenza y quise cerrar las piernas, pero me lo impidió.

— Nunca me niegues el placer de mirarte — exigió duro — Eres perfecta y muero por probar como te sientes por dentro. Cómo me aprietas y me forras la polla con tu canal hecho para mí. Serás mi perdición y joder, que me perderé con gusto.

Se arrodilló frente a mí y hundió su cabeza entre mis piernas, apretando demasiado mis muslos con cada lamida que me daba. Era enloquecedor y delicioso el tacto de su rasposa lengua entre mis pliegues. Sus dedos separaban mis labios para que su boca se amoldara perfecta a mi sexo.

Mordía mis muslos en cada descanso que tomaba y aprovechaba para mirar la respuesta que le daba mi centro, con sus dedos me abría mucho más los labios para volver a saborear lo que había dentro, como si fuera suyo y yo no pudiera impedir que lo hiciera.

Los gemidos a ojos cerrados y los jadeos roncos de ambos, era todo el sonido que había en el baño, una vez que cerró la llave del agua.

Lo tomé del pelo para detenerlo y no me hacía caso, era un loco deambulando por mi cuerpo. Y yo solo podía mover la cabeza de un lado a otro sintiéndome perdida en su boca.

— ¡Adam para por dios bendito! — ya no sabía ni lo que quería. Mis piernas abrazaron su cuello y su garganta gruñó.

— ¡Oblígame! — aquella palabra era como un desafío entre los dos.

El sabía que no podía obligarlo a nada, porque era imparable. Era un hombre demasiado caliente. Verlo te daba ganas de que te follara hasta matarte y su carácter gritaba bien alto, que no había nadie que lo obligara a nada en esta vida.

No lo visualizaba a los pies de nadie, ni bajo ningún mandato. Sin embargo, ese mismo hombre que lucía invencible, estaba arrodillado dándome un placer que me terminó arrastrando hacia el segundo orgasmo más espléndido de mi vida.

Previous ChapterNext Chapter