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¿Quién eres?

Ya solo de verla, me ponía de mala hostia. Era una maldita sensación de posesividad la que me embargaba, cuando la veía mirando derretida a mi marido y lo peor de todo, era verla fingir indiferencia.

¡Maldita zorra!

— ¿Quién eres? — le pregunté con cinismo.

Sabía perfectamente quién era y la habí...