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Más allá del límite 1

Estaba demasiado involucrada de forma visceral en ese momento, como para analizar lo que resultaría si me dejaba llevar.

En teoría estaba allí para eso. Pero más bien para fingir que me dejaba llevar, sin embargo, lo que me hacía sentir aquel hombre era real... Me había cautivado en dos miradas y me moría por dejarme hacer lo que quisiera.

Tenía la cabeza echa un lío y el cuerpo un mar de ganas.

Pero si algo también tenía claro, era que no podía dejar el balón en su campo. Él era demasiado presuntuoso como para avivar esa cualidad con mi reacción a sus conductas.

— Si tú has cambiado de opinión y ahora quieres que nos toquemos — le dije casi respirando dentro de su boca — tendrás que masturbarte, porque yo no quiero y no pienso follar contigo. Suéltame Adam...ahora.

Su expresión no cambió. Simplemente se mantuvo inmóvil. Con sus manos en mi piel y sus dedos en el borde de mi tanga. Lo sentía probar la tela de ellas en sus dedos y eso me volvía loca.

No era fácil mantener la cordura, pero había que intentarlo o al menos, disimular que lo hacía.

No podía abrirme de piernas así como así, por muy abiertas que las quisiera tener ahora mismo, abrazando su cintura mientras me penetraba con violencia. Lo quería duro y hondo; pero primero que nada, sabía que no debía porque no era ninguna zorra y segundo porque ese movimiento, con él, sería completamente catastrófico. Tenía la cabeza echa un mundo entero  de confusión.

No era cualquier hombre.

Era este tío, que estaba como un queso y que encima, sabía tocar, mirar, intimidar y no dudo que echar un buen polvo.

Es que era él. Mi objetivo y a la vez mi problema, era justo él.

— Desde el momento en que te cruzaste en mi vida, estás equivocandote— dijo, sacando sus manos de mi cuerpo y apartándose de mí, provocando que me quedara desnuda frente a él, a fin que el cojín ya estaba en el suelo — no me tengo que hacer ninguna paja, cuando han venido a chuparmela directamente.

Resoplé molesta y me agaché hasta la cama, tomé una almohada y me la puse delante. Pero algo me decía en sus iris intensos, que me había visto sin reservas.

— Perdiste tu oportunidad de acercarte a mí — no me gustó el tono que usó para decir eso — cuida tus pasos Eiza, sobre todo cuando los des al lado de mis primas. No suelo ser benévolo con la gente  que me miente. Y tú, tus pezones y tu coño, que desde aquí huelo cuan mojado está, me están mintiendo y no quieres seguir haciéndolo. Te lo prometo.

Me tenía tan intrigada, que no me dí cuenta cuando se acercó y me dió un pico.

— Feliz año nuevo guapa. No me toques más los cojones.

Me quedé en blanco, abrazada a la maldita almohada.

Aquello había sonado a amenaza, a la par de a verdad, pues era cierto que si algo quería ahora mismo, era tirarme encima de aquel hombre y no parar de follarlo hasta que me deshidratara de tanto lubricar.

Frustrada y jodida me dispuse a cambiarme, cuando April entró sin llamar y me empezaba a arrepentir de no poner seguro a la puerta.

— Lindas tetas — bromeó la morena — escucha — dijo tirándose sin pausa a la cama, mientras yo me ponía un sencillo vestido blanco — han llegado unas amiguitas de mis primos. O sea, una manada de zorras calentorras que solo quieren que se las follen, pero resulta — hizo una pausa, cuando me senté sobre la cama a su lado y le dí, toda mi atención — que he pedido refuerzos.

Me comentó que había llamado a varios chicos de la universidad, que no tenían plan más allá de querer pasárselo bien y estaban de camino. Sería una fiesta hasta el amanecer, pues dada la hora a la que llegaban, ya supuse dormirían aquí. Aunque fuera en el agua de la piscina.

El padre de Vicki había montado una escena para que no le llenaran la casa de gente, pero Ashton, el padre de April, había ayudado para que recibieramos el año, con una super fiesta de piscina.

Cómo estábamos usando, una zona apartada de la casa, no tendrían que soportar la algarabía.

La piscina al ser climatizada y bajo techo, nos daba una mejor situación acústica. Todo el bullicio quedaría reducido a ese espacio cerrado.

Pero fue cuando me asomé a la ventana de mi habitación y ví, unas cuantas chicas bien sexis rodeando al objeto de mi fogaje, que decidí cambiar mi atuendo.

Me cambié, por un vestido corto, negro, que solo cubría mis nalgas y con un escote generoso, solté mi pelo caoba, que me llegaba a la cintura, solo para provocar. Estaba demasiado provocadora, pero para la ocasión, iba regia.

Sabía que vendría Alex, un guapo abogado, que siempre me pretendía y con el que tuve algún que otro beso y poco más, pero que sería perfecto para que el rubio intenso, se mantuviera a distancia y confiara en que no quiero ni puedo, acostarme con él.

Vicki, llevaba unos días muy misteriosa. Hablaba con alguien por el móvil constantemente y se negaba a decir de quién se trataba. Así que bajó a la fiesta, pero estaba más bien concentrada en su móvil y escondiéndose del celoso hermano.

April y yo, entramos de la mano y en modo perras.

— Tienes que ayudarme a alejar a esas zorras de mi hermano y mis primos — me pedía, celosa y confusamente, pues me parecía muy infantil de su parte, que sintiera celos de las tías que sus hombres, como ella los llamaba, se tiraban.

— No seas intensa April, déjalos que se acuesten con quién les de la gana — nos detuvimos en una esquina para hablar. Me tomó del brazo y me señaló con un dedo en alto para darme su opinión al respecto. Ella era preciosa, pero tan intensa como el rubio de los benditos ojos azules.

— No pienso dejar que ninguna puta se cuele en mi familia. Tenemos dinero y una buena posición, no quiero a ninguna fursia en mi vida. Aquí se folla con quién yo apruebe — su hermano que la estaba oyendo, venía por detrás haciéndome señas para que no lo delatara.

Evité sonreírme y pretendí que seguía oyendo sus toxicidades familiares.

La abrazó por la cintura y le dijo risueño al oído — actitudes como esa, son las que me hacen confirmar la teoría de mi tía Amaia, de que saliste a tío Aidan.

— Pues que orgullo — se defendía tratando de soltarse de su hermano — mejor ser como él y que nadie se acerque a los que quiero y los lastime. Ojito con lo que haces.

Evan solo río y pasó un brazo por encima de ambas y fue justo ahí, que me sentí nostálgica de mi pequeño hermano.

A pesar de haber nacido cuando yo era casi una mujer, lo amaba y quería tener un día esa misma complicidad que tienen mis amigas con los suyos. Mis padres lo tuvieron ya mayores, pero es algo que siempre les agradeceré, porque amo a ese niño como si fuera mío.

No tuve tiempo de pensar más en él, cuando me dí cuenta, de la intensa mirada de Adam sobre mí.

Evan nos hacía caminar con el bajo su abrazo, y nos reíamos de todas las idioteces que fabricaba en suente por segundo. Era tan divertido como decían que era su padre.

El rubio estaba en la piscina, con una chica colgando de su cuello, pero su mirada estaba en mí, por motivos que desconozco. Era una mirada furibunda que podía llegar a asustar.

De la nada, se quitó a la chica de encima y salió del agua, dejándome con la boca seca cuando pude ver, el inmenso y fabuloso cuerpo que se gastaba el gilipollas.

Mientras lo veía caminar hacia nosotros, Evan me hablaba al oído, cosas que honestamente no oía.

Solo podía mirar aquel cuerpo endiosado, aquellas gotas de agua que resbalaban por sus músculos como bordados en su anatomía perfecta que combinaba con un andar elegante y amenazador que lo hacía lucir delicioso.

Era casi de ciencia ficción la manera en la que todos a mi alrededor desaparecían, quedando solo nosotros dos y nuestro irrompible contacto visual. Maldito Douglas.

— Ve con tu chica Evan — dijo Adam y me tomó del brazo, casi llevándome a rastras por el borde de la piscina, no sabía ni a dónde.

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